Home » NACIONALES » La caída del poder adquisitivo cambia los hábitos de consumo

La caída del poder adquisitivo cambia los hábitos de consumo

Compartir

El poder adquisitivo de los argentinos está en crisis. Según el último índice publicado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), la inflación de junio fue del 4,6%, alcanzando un incremento interanual del 271,5%. Los alimentos y bebidas, productos de primera necesidad, estuvieron incluso por encima de ese índice: aumentaron 285,1% en un año.

En la Ciudad de Buenos Aires, uno de cada siete hogares dependen exclusivamente de jubilaciones o pensiones.

¿Y los sueldos? Según el índice Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables (RIPTE), la variación de los salarios entre diciembre y abril -el último informe disponible- fue del 83%, mientras que la inflación acumulada fue del 107%, 23 puntos porcentuales por encima de los ingresos. Además, el RIPTE contempla sólo a trabajadores formales que cumplan con determinadas condiciones: deja afuera a la enorme masa de trabajadores no registrados de la Argentina.

En la Ciudad de Buenos Aires, según su propio Instituto de Estadísticas y Censos, el ingreso total familiar avanzó 67 puntos porcentuales por debajo de la inflación entre el primer trimestre de 2023 y el mismo período de 2024. Otros indicadores dan cuenta de que el nivel salarial en términos reales se ubica en su nivel más bajo desde 2009. Toda esa pérdida para el bolsillo es la que impacta en la caja del supermercado, en el mostrador de la carnicería o de la panadería y en “el gustito” en el kiosco, que ya se piensa una, dos o cien veces antes de pararse delante de la caramelera o que, directamente, se cancela.

Fernando Savore es Vicepresidente de la Federación de Almaceneros bonaerense y de la Confederación General Almacenera de la República Argentina. “El 15 es fin de mes. La gente llega a la segunda parte del mes con mucha más dificultad y lo que pagaba en efectivo o con Mercado Pago empieza a pagarlo con crédito o, los clientes históricos, a anotarlo en la famosa libreta”, describe.

“Estoy viendo gente que llega a la caja con un paquete de fideos y un puré de tomate y de repente deja el puré de tomate; el recorte es al máximo”, cuenta Savore, y agrega: “Ya habían dejado de comprar el shampú caro o el vino caro, o nunca lo habían comprado. Ahora llegan a la caja con un sachet de leche y un pedacito de queso, y ante la suma dejan el pedacito de queso y privilegian el sachet.

Luis atiende una carnicería de Villa Urquiza que, hasta hace un mes, funcionaba en una avenida a media cuadra de la cabecera de la línea B del subte. “Ahí empezó a pasar que una de cada quince personas, más o menos, dejaba algo en la caja porque no llegaba con la plata. Ahora nos mudamos a un local un poquito más metido en el barrio y esa cantidad subió: entre el 10% y el 20% de los clientes dejan algo en la caja, generalmente bifes más que cortes para milanesa o la milanesa ya hecha”, cuenta. La nueva ubicación es a dos cuadras de la original.

“Para los adultos está dejando de alcanzar”

En Billinghurst, el barrio de San Martín en el que vive Luis, su carnicero le cuenta un panorama peor que el del mostrador que él mismo atiende del otro lado de la General Paz. “Por donde vivo casi toda la gente está achicando la cantidad que compra. Antes aprovechaba la oferta de 2 kilos de milanesa y ahora ya no llega a esa plata, entonces empezó a comprar un kilo a un precio proporcional más caro. Aún así, estaba difícil vender, así que mi carnicero bajó el precio del kilo al que equivalía a la promoción. Gana menos por kilo pero vende más cantidad. Y yo veo adultos que sé que tienen tres o cuatro pibes y compran dos o tres bifes. Para compartir entre los chicos, porque hay casas en las que para los adultos está dejando de alcanzar”, describe Luis.

La plata alcanza para menos. Lo saben en los supermercados, en las verdulerías, en las carnicerías, en los kioscos, y lo sabe cada trabajador y cada jubilado delante del mostrador o de la caja, cuando toca devolver un producto que se volvió impagable, o pasar la inesperada vergüenza de pedir por lo bajo un churrasco que llene menos la panza pero para el que alcance el bolsillo maltrecho.

fuente: infobae

Comentarios