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Columna | Seguir a Jesús no es sufrir

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Amaro René

Desde esta dinámica se entiende la aparente paradoja el encontrar la vida verdadera en Jesús, perdiendo la de nuestros afanes y desvelos inútiles, ya que cuando la persona hace el bien sale ganando vida.

Además, entregando la vida se genera comunión y comunidad, no nos lanzamos al desamparo, sino a la hospitalidad comunitaria, aunque entreguemos un simple vaso de agua. El amor a Dios tiene nombre y apellido, es nuestro prójimo.

El hecho de predicar el Dios amor, no quiere decir, fabricarnos un Dios a nuestra medida, un Dios que nos diga sí a todo lo que nos gusta, sino un Dios que con su encuentro nos haga responsables y más de una vez, tendremos que renunciar a nuestra voluntad. El evangelio no es un tranquilizante para justificar nuestras vidas placenteras y satisfechas, ni es algo que nos evite el dolor e inmunice ante el sufrimiento, sino que nos hace gozar y sufrir, consuela e inquieta, apoya y contradice, porque así es camino, verdad y vida.

La fe cristiana no está enfocada fundamentalmente para solucionar mis problemas y mis sufrimientos, como si fuera de uso personal, al servicio de cada uno, sino que se centra en el sufrimiento de los demás y solo así se vive la fe como experiencia de salvación.

Vivir así, trae problemas, pues hacer el bien, estar al lado de los que sufren, de los últimos provoca el rechazo de los que no quieren cambiar nada. Así nos lo quiere explicar Jesús con la metáfora del “cargar con la cruz”. Todos conocían lo que significaba cargar con la cruz en aquel tiempo. El objetivo era que quien la llevara, apareciera como culpable. Por tanto, si le seguimos vamos a ser rechazados. Buscar a Jesús y llevar su cruz, no es buscar cruces, sino aceptar la crucifixión que nos llegará porque le seguimos.

Jesús se fija siempre en lo que pasa en al otro, en sus situaciones: es compasivo. Ante la posibilidad de anestesiarnos a la que puede llegar quien se dedica a la perfección por los caminos del cumplimiento exacto y fiel de la ley, Jesús lo corrige con el “sean compasivos y misericordioso como nuestro Padre”, pues la perfección, la santidad no se encuentra en la separación de los hombres para creer que estamos más cerca de Dios, sino en el acercamiento compasivo y samaritano al dolorido, al herido y débil que tengo al lado.

No dejemos, de hacer el bien a los demás. Aprendamos, que Dios ha hecho el mayor bien por todos nosotros, enviando a su hijo al mundo. Muriendo en la Cruz por todos nosotros. Que en la semana podamos realizar gestos de caridad, de amor a los hermanos.

Pbro. Amaro Carlos René

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