Estas dos figuras polarizaron la elección dejando muy atrás a los otros postulantes, cuyos votos de este domingo pueden ser centrales si hay segunda vuelta, prevista para el 30 de octubre. En esa línea lejana, los principales jugadores sin posibilidades son el centroizquierdista Ciro Gomes, un ex ministro de los gobiernos de Lula y la abogada y senadora de centroderecha Simone Tebet.
El tercer y último debate, el jueves pasado, cargado de cruces de insultos entre los dos principales candidatos, por su vulgaridad dejó abierto el interrogante del destino del voto de los indecisos, una fracción pequeña pero que puede ser determinante sobre si habrá balotaje.
«Siempre hubo polarización política en Brasil pero hoy se ve un enfrentamiento en el que el adversario pasa a ser un enemigo», con toda la violencia que eso acarrea, explicó el politólogo André César, de la consultora Hold, citado por la prensa. Hubo numerosos casos de asesinatos políticos en esta campaña, todas en reyertas que en su mayoría costo la vida a partidarios del ex presidente.
Lula, que este sábado al igual que su rival siguió haciendo campaña en las últimas horas hasta las urnas, ha llamado a un voto masivo en un esfuerzo para evitar el balotaje, pero además con la pretensión de que la contundencia del resultado disuelva los temores de una reacción violenta ante un presidente que ha sugerido que podría aferrarse al poder denunciando un supuesto fraude en el comicio.
Partidarios de Bolsonaro han exigido en las redes y con una lluvia de mensajes en los celulares, a que no se acepte el resultado si gana el líder del PT. Estos sectores muy radicalizados y muchos de ellos armados, prometen una violenta protesta contra los tribunales electorales de Brasilia.
Es al estilo de la rebelión de enero de 2021 en el Capitolio de EE.UU. estimulado en Washington por el entonces presidente Donald Trump, un episodio reivindicado públicamente aquí por los hijos legisladores del presidente brasileño y por el propio mandatario. Trump, justamente, ha llamado a votar por Bolsonaro, un ex capitán del Ejército, a quien considera un aliado leal.
La preocupación es que si hay incidentes en Brasil, el presidente podría declarar un estado de excepción y no entregar el poder. Parece exagerado pero el propio Lula da Silva da carnadura a esa posibilidad al sostener, horas atrás en Río de Janeiro, que el mandatario “puede intentar crear cualquier tumulto durante la transición”.
Bolsonaro volvió a desacreditar esta semana las encuestas y cuestionar sin pruebas la fiabilidad de las urnas electrónicas, además de tratar públicamente de “cobarde” y “mentiroso” al titular del Tribunal Superior Electoral, Alexandre de Moraes, la máxima autoridad de este comicio.
No habrá golpe
El registro de esa tensión es tal que los principales jefes militares debieron salir este sábado a aclarar que reconocerán inmediatamente al ganador de las elecciones que determine el Tribunal Electoral. Los uniformados harán su propio conteo, pero aclararon que no interferirán con la decisión de la justicia.
Todas las encuestas señalan favorito a Lula pero no es claro si podrá evitar la segunda vuelta. Aquí se necesita alcanzar el 50% de los sufragios más un voto, sin nulos o blancos, para ser consagrado. Los sondeos muestran que el ex mandatario cuenta con 46% de apoyos según un muestreo de este viernes del instituto Ipespe, que deja a Bolsonaro también con un buen lugar, pero por debajo con 38%.
En esa encuesta, la senadora Tebet aparece tercera por primera vez con 7% seguida por Ciro Gomes con 6%. Esa mirada confirmaría la inclinación centrista del electorado brasileño.
Esa es la avenida por la cual ha venido haciendo campaña Lula da Silva, con vínculos públicos con los sectores más poderosos del empresariado local, discursos promercado y de responsabilidad fiscal y guiños de EEUU. que anunció que reconocerá inmediatamente el resultado de las elecciones. Dato interesante, Washington no nombró aun embajador aquí, a la espera del resultado del comicio.
Liderazgo sudamericano
Lula ha dado señales de un interés por retomar el liderazgo sudamericano, donde hay economías que están sucumbiendo entre ellos la de Argentina, que esta semana describió con dureza: «La inflación está al 70% y no sé qué pasará en Argentina. El hambre es muy alto… y (Alberto) Fernandez está estancado».
Según observadores de profundo conocimiento del país como el ex embajador argentino aquí, Juan Pablo Lohle, Bolsonaro hubiera tenido facilitada la reelección si se hubiera enfocado en los números de la economía, que en el corto plazo muestran avances.
La inflación anual que llegó hasta hace poco a superar el 10%, ha ido disminuyendo con proyección en torno al 6% anual. El país crecerá desde un magro 0,5% a un 2,7% de alza para este año. También el desempleo se redujo al 9,1%, desde el 12,4% cuando llegó este presidente al poder.
Pero ese panorama se superpone con una pobreza extendida, con más de 30 millones de personas en total indigencia, una crisis educativa y de inversión en investigación y desarrollo. Además, sus tonos agresivos, la exaltación de las armas, la insistente reivindicación de la pasada dictadura militar y la imagen machista y homofóbica le pusieron en contra a los electorados femenino y los más jóvenes.
También lo ha afectado los costos dela pandemia, pero en su caso por una pésima gestión que dejóunas 686 mil muertes, muchas de ellas innecesarias.
De lado de Lula da Silva, el ex presidente se afirma en un voto muy leal de los sectores más postergados del país que esperan una repetición del éxito de sus dos gobiernos cuando Brasil creció al 7,5% y la inflación era mínima. Pero es muy común escuchar aquí en Brasilia o en San Pablo el reproche por la ausencia de una autocrítica debido a la gigantesca corrupción durante los gobiernos del PT, particularmente los de Dilma Rousseff, la ex ministra y delfín política de Lula.
Esos delitos llevaron a la cárcel por más de un año y medio a Da Silva en un polémico proceso que la Corte Suprema acabó anulando permitiendo el regreso a la vida política del ex mandatario.
Tampoco hubo autocríticas por la crisis económica arrasadora que dejaron aquellas gestiones, un panorama que en gran medida explica que haya irrumpido un político desconocido entonces como Bolsonaro que llegó sorpresivamente a la presidencia a caballo de un extendido voto castigo.
A tres día de una crucial elección, el presidente trato a su rival de «mentiroso, ex presidiario y traidor a la patria». Lula replicó: «Debería mirarse al espejo y vera a su gobierno». Desde Brasil, el análisis de Marcelo Cantelmi,…
Otros cuestionamiento a Lula es que se ha aferrado posiblemente con demasiada insistencia a sus logros del pasado, planteando propuestas muy generales sin precisar su plan económico, su eventual ministro del ramo, de qué modo seguirá reduciendo la inflación o su política ambientalista y agropecuaria.
El apoyo al ex presidente es, sin embargo, sólido. Se sostiene en un núcleo duro de sus seguidores a los que ha sumado quienes lo votarán porque están firmemente en contra del actual gobierno y llegan del centro e incluso desde la derecha, en particular de la clase media.
Del mismo modo, parte del voto que irá a Bolsonaro, forma parte de quienes repudian el regreso del ex mandatario socialdemócrata. Notablemente, debido a la grieta política, el gobernante suma también votos de centroizquierda.
“Queremos saber quién está detrás de Sabag Montiel y Brenda Uliarte”, afirmó Márximo Kirchner en su reaparición pública @MaximoKirchner_ https://t.co/4AwaklckqB
— misionesonline.net (@misionesonline) October 2, 2022
Fuente: Clarín
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