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Análisis semanal: Ajuste, enfriamiento y cuidados paliativos, las claves del programa de Massa

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El rotundo fracaso de la sociedad Alberto- Cristina le abrió de par en par las puertas del poder a Sergio Massa, el otrora socio minoritario devenido en capitán de tormentas. El gobierno inaugura así una nueva etapa con un formato sui géneris para la historia de Argentina: hay un Presidente que tiene la lapicera pero no define nada, un ministro de Economía que se carga todas las responsabilidades de gobierno pero no maneja áreas sensibles de la administración y una Vice que guarda distancia de las decisiones pero maneja la mayoría de los cargos.

La buena noticia es que el proyecto “Massa conducción” logró juntar, al menos por ahora, los pedazos rotos del Frente de Todos. No fue por confianza en las dotes del nuevo súper ministro, mucho menos por coincidencias ideológicas y programáticas, fue por una fuerza mayor, el miedo y por un instinto primario, el de conservación.

La corrida financiera que siguió a la renuncia de Martín Guzmán puso al Gobierno nacional al borde del abismo, el miedo a una caída que parecía inminente hizo el resto. Frente a la posibilidad real de subirse al helicóptero, Alberto resignó casi todo el poder que le quedaba y le cedió el timón al tigrense y Cristina se deglutió en disciplinado silencio un programa económico que se ubica en las antípodas de la retórica kirchnerista.

Los sapos que la expresidente se negó a tragar durante la gestión Guzmán son renacuajos en comparación a los que se trae Massa, cuyo (bosquejo de) programa económico abreva exclusivamente de la biblioteca de la que siempre abjuró el kirchnerismo.

En su primer mensaje como timonel a cargo del escorado barco nacional, Massa anunció algunas medidas concretas y enunció los lineamientos generales, el trazo grueso de lo que pretenderá hacer, si es que sus socios lo dejan.

 

Lo más parecido a un plan

Aun con las desprolijidades que impone la urgencia, lo que anunció el abanderado de a amplia avenida del medio, primero en su conferencia de prensa y luego en un hilo de tuis hoy sábado, es lo más parecido que tuvo este Gobierno a un plan económico.

Como todo plan, reconoce prioridades, en este caso dos: recomponer reservas y reducir el déficit fiscal.

La primera, más que una prioridad es una urgencia. El Central viene perdiendo dólares todos días, principalmente como consecuencia de la desastrosa política energética que sostiene el kirchnerismo desde el primer gobierno de Cristina hasta la fecha que convirtió a Argentina en un país altamente dependiente de las importaciones.

Como todo plan, reconoce prioridades, en este caso dos: recomponer reservas y reducir el déficit fiscal.

En los últimos meses se fueron alrededor de 8.500 millones de dólares por mes en importaciones, de los cuales unos 2.000 corresponden al rubro energía y combustibles.

Para achicar el rojo de esa cuenta, el plan de Massa prevé incentivar el ahorro (algo que nunca hizo el kirchnerismo) mediante un recorte de subsidios a los consumos de gas y energía eléctrica que excedan determinados topes.

Dicha medida además va en consonancia con la otra prioridad del programa, reducir el déficit fiscal.

Pero las compras de combustibles y energía representan menos de una cuarta parte del total de importaciones, para reducir las otras tres cuartas partes el Gobierno de Massa propone un cierre más estricto del cepo y amenaza con llevar a los estrados judiciales a quienes subfacturen exportaciones o sobrefacturen importaciones.

En este ítem, el tigrense toma nota de la “fiesta de importaciones” denunciada reiteradamente por Cristina en sus diatribas mata ministros.

Para incrementar la entrada de dólares, el flamante jefe del Palacio de Hacienda anticipó que habrá medidas concretas para incentivar las exportaciones en sectores clave como las agroindustrias, la minería y las economías basadas en conocimiento y se volverá a recurrir al endeudamiento externo.

El otro eje rector del programa ortodoxo con el que Massa intentará que el barco del Frente de Todos siga a flote hasta 2023 es la reducción del déficit fiscal.

En su alocución aseguró que cumplirá con la meta de 2,5% del PIB establecida en el Presupuesto. Tomando en cuenta que al ritmo actual de gasto el déficit primario cerraría el año en alrededor de 3,2% PIB, alcanzar la meta propuesta demandaría un recorte de unos 530 mil millones de pesos, siempre y cuando el ajuste del gasto no provoque una reducción en la recaudación.

A diferencia de la administración Guzmán que se proponía cuidar la disciplina fiscal siempre y cuando eso no ahogara el crecimiento de la economía, el programa de Massa (como todo programa de ajuste) cuenta con una desaceleración de la actividad para enfriar la demanda y con ello reducir importaciones y quitarle presión a los precios en el mercado interno.

En consonancia con la biblioteca monetarista, se apunta a achicar el gasto público para reducir la emisión de billetes con la esperanza de apaciguar la loca carrera de los precios, incluido los del dólar en los mercados paralelos.

Si todo sale a pedir de Massa, habrá menos pesos circulando (la suba de tasas de interés debería colaborar con eso) y como todo bien que se vuelve escaso, la moneda debería recuperar su valor o al menos dejar de perderlo de manera tan acelerada.

el programa de Massa (como todo programa de ajuste) cuenta con una desaceleración de la actividad para enfriar la demanda y con ello reducir importaciones y quitarle presión a los precios

El riesgo de este enfoque es volver a caer en el círculo vicioso del ajuste, algo que pasó durante el gobierno de Macri. Esto ocurre cuando la sequía de pesos provoca una caída tan fuerte en la demanda que desemboca en cierres de fábricas. El resultado en ese caso termina siendo una inflación todavía mayor por reducción de la oferta de bienes y servicios.

El desafío es eliminar el exceso de pesos sin que ello lleve a una recesión que provoque el cierre de fábricas, porque si eso pasa no se cumple el objetivo de bajar la inflación y se pagan costos altísimos en materia de pérdida de fuentes laborales y crecimiento de la pobreza.

 

Nuevo escenario

Por lo que dejó ver Massa hasta ahora, en esta nueva etapa del Gobierno nacional se incrementarán las dificultades por faltantes de productos e insumos importados, es esperable una desaceleración en los niveles de consumo y una retracción en el gasto público.

Teniendo en cuenta que la presencia de una dinámica inflacionaria que explotó en julio y que, en el mejor de los casos, no va a bajar del 3% mensual en lo que queda del año, es esperable un incremento en la tensión social.

Líderes de movimientos sociales, como el (¿otrora?) oficialista Juan Grabois que asegura no sentirse representado por el plan Massa y amenaza con levantar a la patria piquetera en una escalada de reclamos.

Para lidiar con esa tensión, el nuevo ministro apela al recurso de los cuidados paliativos orientados a evitar que los sectores más empobrecidos caigan afuera del sistema. En ese aspecto ya se anticipó que habrá un bono para jubilados de la mínima y una convocatoria a centrales sindicales y cámaras empresariales para consensuar un camino de aumento nominal de los salarios, especialmente los más bajos.

Queda por ver hasta donde respaldará el kirchnerismo a una conducción que gobierna con el manual del enemigo.

En el plano político, la continuidad del Gobierno del Frente de Todos está sujeta directamente a la capacidad que demuestre Sergio Massa de cerrar la grieta interna y encolumnar a las distintas expresiones políticas que integran esa alianza.

Queda por ver hasta donde respaldará el kirchnerismo a una conducción que gobierna con el manual del enemigo.

 

Pensando en 2023

La buena noticia para el oficialismo es que si consiguen ordenar el caos económico y político que ellos mismos generaron, tendrán buenas chances de seguir en el gobierno ante la ausencia de alternativas propositivas dentro de Juntos por el Cambio.

El principal frente opositor luce más preocupado por acelerar la debacle del actual gobierno que por construir una alternativa creíble. Apuestan todas sus fichas por el voto bronca.

En esa lógica, termina siendo un juego de contrastes: como la gestión de Macri tuvo malos resultados, necesitan que a Alberto le vaya peor para tener chances en 2023.

El principal frente opositor luce más preocupado por acelerar la debacle del actual gobierno que por construir una alternativa creíble. Apuestan todas sus fichas por el voto bronca.

Ante la falta de propuestas superadoras y de liderazgos aglutinantes se multiplican los dirigentes que se creen con chances de conducir. Demasiados caciques convierten a ese espacio en un terreno de permanente disputa interna que amenaza con desgastarlos.

Sus representantes en Misiones actúan bajo los mismos términos. Los divide la ambición de ocupar los cargos más encumbrados y tendrán serias dificultades para conformar una propuesta coherente.

Las encuestas los muestran bastante por detrás del Frente Renovador, lo que enciende las disputas por ocupar los primeros lugares en listas legislativas. Igual que a nivel nacional, no hay plan y solo apuestan a que todo siga empeorando.

 

Provincia en marcha

La profunda crisis de la economía nacional no se siente en Misiones. Prueba de ello fue el explosivo resultado del Black Friday 2022 realizado este fin de semana en posada que rompió records históricos de ventas.

Los incentivos impulsados por los programas Ahora o las otras numerosas herramientas que despliega el Estado provincial se complementan en el último tiempo con el ingreso de millones y millones de reales y guaraníes que se quedan en la tierra colorada, principalmente en el comercio, el turismo, los restaurantes.

Son cientos de millones de dólares al mes que ingresan y se quedan en Misiones favoreciendo a todos los rubros por el tipo de cambio competitivo que pone a Misiones como un lugar económico para paraguayos y brasileños.

Además, hay otro costado que no fue tan visible pero tuvo una enorme repercusión en los sectores industriales, productivos y de la construcción. El dólar oficial barato para importar permitió un período de fuerte equipamiento de numerosos sectores que adquirieron equipamiento y ampliaron su capacidad de producción, generando empleo y mayor riqueza, entre los que se destacan aserraderos, tealeros, yerbateros, la construcción, la hotelería, la metalmecánica, entre otros.

El modelo misionero favoreció a las industrias locales que aprovecharon el dólar de importación para equiparse como no ocurría hace 20 años.

Para tener una idea del auge de la economía de Misiones en comparación con provincias de similares características vale remitirse a datos del ministerio de Trabajo de Nación que revelan que la cantidad de empleos registrados del sector privado de Misiones supera por 50% a los de Corrientes y Chaco.

En todo el país, los economistas, las estadísticas y los otros gobiernos provinciales reconocen que Misiones fue la que mejor se adaptó a las circunstancias post pandemia y no fue casualidad sino producto de una estrategia elaborada para incentivar la economía y desarrollar la producción y el comercio.

La provincia no paró de crecer, de absorber las inversiones, al amparo del tipo de cambio hizo su diferencia para bien de los misioneros, convirtiéndose en el único distrito que se benefició del contexto de crisis financiera nacional.

Pero detrás de todo, también hay años de preparación, obras y planificación en los sentidos del turismo, obras en los aeropuertos, la transformación de Posadas como una ciudad turística y moderna, las oportunidades para la juventud, el funcionamiento del Silicon, la economía del conocimiento y la economía circular, entre otras cosas.

El esquema se completa con un Estado muy activo y presente en cubrir y hacerse cargo de servicios esenciales para los ciudadanos, como el boleto gratuito, la salud totalmente sin costo para los usuarios y plan de educación disruptiva de vanguardia que prepara a los jóvenes para los desafíos del futuro. En cualquier otra provincia estos aspectos le cuestan dos o tres salarios más por mes al ciudadano, mientras que en Misiones, queda a cargo del Estado.

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