A 44 años de la final del Mundial 1978, en la que Argentina se impuso por 3 a 1 a Países Bajos y se consagró campeona del mundo por primera vez, aún quedan historias prácticamente desconocidas. Una tensa y caliente discusión provocó que la selección neerlandesa amagara a retirarse del campo de juego. «No final», gritaban los futbolistas.
El Mundial 1978 y la dictadura
La dictadura cívico-militar-eclesiástica utilizó el Mundial 1978 para hacer un lavado de su imagen, tanto a nivel local como internacional, en medio de las voces que ya comenzaban a denunciar el horror que se vivía. El Ente Autártico Mundial 1978 (EAM ´78) fue una entidad creada en julio de 1976 para realizar las obras para el torneo. Tras el asesinato de Omar Actis, el presidente de la entidad fue Antonio Luis Merlo. Pero el verdadero poder y el manejo de la caja los tenía el almirante Carlos Lacoste, mano derecha de Emilio Massera y amigo íntimo de João Havelange, presidente de la FIFA por aquel entonces y defensor del régimen.
El EAM ´78 tenía fondos ilimitados. Juan Alemann, secretario de Hacienda del ministro José Alfredo Martínez de Hoz en ese momento, estimó, años más tarde, que se gastaron unos 700 millones de dólares en la organización, entre siete y ocho veces más que lo que se había presupuestado. El funcionario en cuestión fue víctima de un atentado por haberse quejado de los costos: le pusieron una bomba en el frente de su casa. “Massera ordenó que me maten porque me había metido con los gastos del Mundial”, declaró en 2005.
De esta manera, el torneo fue utilizado por la Junta Militar para tapar los secuestros, las torturas y los asesinatos. Ante las críticas recibidas, los militares denunciaban una «Campaña anti-Argentina», una posición que explica muy bien el informe de la Comisión Provincial por la Memoria.
Mientras se realizaba la inauguración del campeonato, las Madres de Plaza de Mayo hacían las rondas con los pañuelos blancos, reclamando por sus hijos desaparecidos. A pocos minutos del estadio Monumental funcionaba la ESMA, el mayor centro de detención clandestino de una dictadura que dejó más de 30 mil desaparecidos y destruyó al país en muchos otros aspectos. Unas pocas cuadras separaban la felicidad y la alegría de la tortura y el asesinato.
El yeso de Van der Kerkhof
En el imaginario popular, el nombre Carlos Salvador Bilardo, director técnico del seleccionado argentino de fútbol campeón del mundo en México 1986, está muy emparentado a la viveza, la chispa, la picardía. Pero las «bilardeadas», como se conoce a esas actitudes en las que se busca sacarle ventajas al rival, se pueden encontrar en equipos como el de César Luis Menotti, un entrenador que en muchas cuestiones se encuentra en las antípodas del Narigón.
Luego del saludo inicial, Osvaldo Ardiles se acercó y le comentó a Daniel Passarella, capitán de la Selección, que René van de Kerkhof, número 10 y figura de Países Bajos, tenía un yeso muy duro en su muñeca derecha. El exTottenham se dio cuenta de que eso representaba un peligro para los futbolistas de la Selección, aunque ese no fue el único motivo por el cual reclamaron.
Inmediatamente Pasarrella fue corriendo para recriminarle al árbitro Sergio Gonella que jugar con ese yeso era «antirreglamentario». Por su parte, Menotti le advirtió que se tendría que hacer cargo si alguno de sus jugadores recibía un golpe. Tras unos minutos de discusión, Ruud Krol, capitán neerlandés, amenazó con retirar a su selección de la cancha ante la negativa del árbitro de permitir que van de Kerkhof juegue con ese yeso. De hecho, varios jugadores efectivamente salieron del terreno de juego.
René sufrió una falta en el área en el primer partido, ante Irán, y se rompió un hueso de la muñeca derecha. El PSV, equipo donde jugaba, pidió formalmente al jugador que regresara al país, pero Fritz Kessel, médico de la selección neerlandesa, respondió que podía seguir jugando con ese vendaje. Es más, el futbolista jugó todo el Mundial con ese yeso y nadie le había reclamado nada. Eso intentaban explicarle los europeos a Gonella, quien no entendía inglés y solo hablaba italiano.
«Estoy seguro que todo estaba preparado de antemano. El árbitro entró en la trampa de Passarella», aseguró Krol en declaraciones posteriores. Américo el Tolo Gallego, volante central del combinado nacional, reconoció en 1997, para el diario colombiano El Tiempo, que «fue una picardía y que ellos estuvieron parados 15 minutos y nosotros seguíamos calentando».
Lo curioso es que Mario Alberto Kempes, autor de dos goles en esa final, escribió en su libro «Matador: mi autobiografía» que «el árbitro ordenó que abrieran el vendaje y todos vieron que René no tenía nada. Recién ahí lo cerraron de nuevo y se jugó».
“Sabíamos que eso los iba sacar del partido y que los iba poner nerviosos. Ardiles se da cuenta de que es un yeso, no podés jugar con un yeso, te pega y te lastima. Pasarella empezó a hablar con el árbitro y hasta que no le hicieron un vendaje distinto no paramos», declaró Daniel Bertoni, titular y autor del tercer gol de la final.
Esta picardía se sumaba a una lista de hechos que ya habían generado mucha incomodidad en el rival. El primero fue el cambio del árbitro. El designado en un principio era el israelí Abraham Klein. La AFA se quejó al considerar que ese referi había perjudicado a la Selección en la caída 1 a 0 ante Italia en la fase inicial. La FIFA accedió al pedido y puso en su lugar al italiano Sergio Gonella.
Luego, los neerlandeses denunciaron que su micro tomó un camino muy largo para llegar al estadio y que fue atacado por una multitud. Krol contó que llegaron a estar 20 minutos atrapados entre una enorma masa de gente que golpeaba los vidrios, lo que asustó a algunos jugadores.
Tras unos 10 minutos de máxima tensión, a Van der Kerkhof le quitaron el yeso y lo vendaron. “La venda que le pusieron era mucho más blanda”, cuenta Bertoni, que luego intercambiaría su camiseta con Willy van der Kerkhof, hermano de René y quien también jugó esa final. El pitazo inicial ya estaba retrasado desde antes, ya que la Selección salió varios minutos más tarde de lo previsto al campo de juego.
«La gente creyó que Van der Kerkhof se terminó sacando la venda, pero en realidad había entrado el médico de ellos y le puso una color carne, por eso parecía que no tenía nada. En todo caso ellos ya estaban nerviosos», sostuvo el propio Passarella.
Varios de los neerlandeses admitieron que estos hechos los pusieron nerviosos y afectaron su actuación. René van de Kerkhof, el gran protagonista de esta historia, era un futbolista de mucha categoría, pero ese día su nivel fue muy pobre. Si bien fue él quien tiró el centro para el empate transitorio de Dick Nanninga, quizá haya sido su única buena intervención en una tarde en la que su actuación podría resumirse en pases errados, córners mal tirados y pelotas perdidas tras gambetas fallidas.
La Selección acabó por imponerse 3 a 1 en el tiempo suplementario, con dos goles de Kempes y otro de Bertoni, mientras que Nanninga empató transitoriamente para los neerlandeses. En un partido muy intenso y con mucha pierna fuerte, el equipo de Menotti fue superior y lo aguantó mucho mejor desde lo físico que su rival.
«Hay estrategias a veces, para hacer que el público incitara y todo eso. Ya sabíamos que teníamos que discutir con Gonella para ponerlos nerviosos a ellos», admite el delantero multicampeón internacional con Independiente. ¿Viveza criolla?.
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Fuente: Pàgina 12
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