«Hermanas, hermanos, estoy nuevamente aquí para encontrarme con ustedes; estoy aquí para decirles que estoy cerca de ustedes», se presentó el Papa Francisco ante un grupo de 200 de los cerca de 2.500 refugiados que sobreviven en el campamento de Mavrovouni, conocido como Moria 2.
«Estoy aquí para ver sus rostros, para mirarlos a los ojos: ojos cargados de miedo y de esperanza, ojos que han visto la violencia y la pobreza, ojos surcados por demasiadas lágrimas», agregó el pontífice.
Francisco ya había estado en abril de 2016 en el campamento de Moria, luego destruido por un incendio a mediados de 2020, para un viaje de pocas horas con el que, como ahora, buscó llamar la atención europea y mundial hacia la situación de las personas que habitan el centro de refugiados.
En el segundo día de una visita a Grecia en la que es acompañado por el enviado de Télam a bordo del avión papal, Francisco calificó a la situación de los refugiados como «un problema del mundo, una crisis humanitaria que concierne a todos».
Tras saludar a decenas de personas que esperan hace años una oportunidad para ser relocalizadas en otros países, el Papa llamó a la humanidad a frenar el «naufragio de civilización» que supone la situación de los inmigrantes, en uno de las etapas más esperadas de la gira.
En su discurso en el campamento, en una carpa sobre la formación de casas, Francisco calificó como «terriblemente opaco» lo que sucede a nivel mundial con las migraciones. «Y, sin embargo, están en juego personas, vidas humanas. Está en juego el futuro de todos, que sólo será sereno si está integrado. El futuro sólo será próspero si se reconcilia con los más débiles«, lanzó. Para el pontífice argentino de 84 años, «cuando se rechaza a los pobres, se rechaza la paz».
«Cierres y nacionalismos, nos enseña la historia, llevan a consecuencias desastrosas», lamentó antes de asegurar que «es una ilusión pensar que basta con salvaguardarnos a nosotros mismos, defendiéndonos de los más débiles que llaman a la puerta».
En medio de las tensiones crecientes entre los países europeos por la acogida y gestión de los flujos migratorios desde Medio Oriente y el norte de África, el Papa reclamó «políticas más amplias» en esa perspectiva, ya que «no sirven acciones unilaterales».
Este domingo, el Papa recorrió a pie una de las calles centrales del campamento, durante la que estrechó las manos, saludó y bendijo a centenares de personas que se agolparon para verlo en una parte improvisada de la visita.
Rodeados por los alambres de púas que asemejan el centro a una prisión, los refugiados se alojan en casas hechas con containers reconvertidos, algunas provistas por las Naciones Unidas en 2016, cuando el pico de la llegada de personas a través del Mediterráneo disparó una ola de solidaridad internacional, incluida la primera visita del Papa.
Entre los refugiados, el sueño común es el de poder abandonar la isla para buscar nuevas oportunidades en los países del norte de Europa, idealizados como nuevas tierras de oportunidades. «Hace 2 años y tres meses que estamos acá con mi familia», se presentó el refugiado afgano Amini Mohamad Sarwar ante la pregunta de Télam frente a la carpa en la que presenció el discurso del pontífice argentino.
«Queremos ir a Finlandia. Nuestra hija de ocho años merece que le demos una oportunidad», anheló, y agregó que esperaba que la visita de Francisco «ayude» a que se aceleren los tiempos de permanencia, una preocupación compartida. Escultor en su Afganistán natal, Sarwar esperaba junto a su mujer una posibilidad para salir del campo que hospeda a unas 2.500 personas, el 60% de Afganistán.
Fuente Télam
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