A poco de cumplir 38 años de democracia ininterrumpida, hoy se realizarán las primeras elecciones nacionales en tiempos de pandemia. Se celebran en un contexto signado por la apatía que generan los dos principales frentes partidarios, que tienen delegaciones en todo el país pero solo miran a Buenos Aires, y por las premuras de una economía atada con alambre para llegar como sea a noviembre.
En el país central la campaña transcurrió con duros ataques al adversario pero sin debate real, con una alarmante carencia de contenido y un discurso por momentos infantil, especialmente cuando se intentó apelar a los jóvenes. El insólito spot “con onda” de Facundo Manes, la reivindicación del garche de Victoria Tolosa Paz, los diálogos imaginarios de Florencio Randazzo, la tanga negra de Cintia Fernández, Macri confesando que miraba Netflix mientras hundía la economía del país, todo demasiado bizarro para entusiasmar a alguien.
Sin logros para mostrar y con escándalos innecesarios, el Gobierno nacional abandonó las pretensiones que alguna vez tuvo de seducir a los votantes que no se identifican con ninguno de los bandos de la grieta y ahora se concentra solamente en contener al núcleo duro para evitar una derrota electoral que mine el escaso capital político que le queda.
Poco queda del tono moderado de profesor universitario del presidente Alberto Fernández, impera el discurso de barricada y en esa lógica brilla la vice Cristina Kirchner, la encargada de cerrar la campaña del Frente de Todos con duras críticas al macrismo y a los medios de comunicación, dos de sus enemigos preferidos.
Las campañas del oficialismo nacional y Juntos por el Cambio coinciden en su eje central: la crítica a los fracasos del rival. Es que si al actual Gobierno nacional le cuesta mostrar algún logro de gestión, a la coalición opositora le duele cada vez que alguien recuerda los fracasos acumulados de la gestión de Mauricio Macri.
No hay propuestas ni debate político. La consigna desde ambas orillas de la grieta es evitar que gane el otro como supuesto requisito sine qua non para la construcción de un futuro venturoso para el país, que por cierto, nadie se detiene a explicar cómo será construido.
Desde el oficialismo juegan la carta de la pandemia que les habría impedido obtener los éxitos que ahora sí llegarían y no pierden oportunidad de dejar asentado que Macri no necesitó al coronavirus para hacer un gobierno peor que el de Alberto.
Ante la escasez de argumentos a su favor, las huestes cambiemitas prefieren no detenerse a defender la gestión del expresidente de Boca, en cambio se concentran en marcar los errores del Alberto y demonizar al peronismo, porque para ser mejor que un demonio no hace falta ser muy bueno.
Pero ni con ese discurso unificador consiguen superar las múltiples internas no ya dentro del frente sino en el seno de cada uno de los partidos que lo componen. En contra de lo que opina Mauricio Macri, que espera ansioso salir a jugar su “segundo tiempo”, el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, no oculta sus ambiciones de ser presidente en 2023, pero su perfil moderado no satisface al ala dura encabezada por Patricia Bullrich.
Los radicales también tienen aspiraciones de liderar a la alianza, pero no tienen con qué, entonces fueron a buscar al neurocientífico Facundo Manes que consiguió hacer ruido pero no parece haber logrado unificar al partido detrás de su figura. Lo advirtió el gobernador jujeño Gerardo Morales, quien acusó al senador Martín Lousteau, referente radical en CABA, de favorecer a Larreta y el exministro de economía le respondió con una acusación de traición.
La apatía es la respuesta lógica de la sociedad ante una dirigencia política sin propuestas y frente a candidatos que encuentran en las falencias de su rival los únicos argumentos a su favor. Más allá de las cambiantes tendencias en la intención de voto de los candidatos, las encuestas anticipan niveles de abstención más altos que los habituales.
Un estudio nacional por la consultora Zuban-Córdoba indica que 64,2% de los consultados indicaron que las campañas electorales “no le generan nada”, a un 35,7% no le produjeron nada los contenidos electorales vistos, a un 21,4% le parecieron aburridos y a un 19,4% le parecieron indignantes.
Incertidumbre en la economía
El que se quemó con leche ve una vaca y llora. Siguiendo ese principio y con el antecedente todavía fresco de las PASO de 2019, muchos se preguntan cómo incidirá el resultado electoral del domingo en el desarrollo de la economía, especialmente en la más sensible de las variables: el dólar.
Los analistas en su mayoría coinciden en que no hay condiciones para que un resultado electoral provoque un movimiento significativo. Las regulaciones impuestas por el Gobierno nacional a la circulación de capitales y al acceso al mercado cambiario oficial limitan los efectos que podría tener un eventual corrida al dólar al terreno del blue, un mercado pequeño que el Central puede regular con operadores amigos.
Más que las elecciones, lo que preocupa son las inconsistencias de una política económica electoralista propia de los años impares en Argentina. Después de tres años consecutivos de recesión, de pérdida de poder adquisitivo del salario y de aumento de la pobreza, el Gobierno necesita generar una sensación de bienestar o la crisis se lo lleva puesto, como se lo llevó a Macri.
La receta es la de siempre: por un lado emitir y repartir en forma de aumentos salariales, planes, subsidios al consumo, beneficios fiscales circunstanciales para la clase media, planchado y almidonado de tarifas y lo que se pueda de obra pública. Por otro lado absorber el excedente de pesos tomando deuda con instrumentos como las Leliq y atrasar el tipo de cambio para evitar que la emisión haga explotar la inflación.
Más tarde y con menos fuerza de lo que hubiera preferido el Gobierno nacional, el combo económico electoral está generando los efectos deseados. De acuerdo con el último informe de la consultoría Scentia, el consumo creció 1,7% interanual en julio y registró el primer resultado positivo desde abril de 2020, en el inicio del aislamiento impuesto por la pandemia.
Las ventas en supermercados, autoservicios, mayoristas y almacenes tuvieron variación interanual positiva del 1,7%, mientras que en detalle las ventas de las grandes cadenas se incrementaron 5,4% y hubo una caída de 1,4% en los autoservicios y comercios de proximidad.
El Gobierno necesita que esa tendencia se consolide y que la inflación se mantenga por debajo de los 3 puntos mensuales para llegar a noviembre en un clima con algo de optimismo.
Para llegar a noviembre el Gobierno necesita además encontrar la manera de sostener el nivel de reservas con ingreso de divisas acotado a lo que puedan generar las exportaciones.
Para sostener cierto equilibrio, la estrategia pasa por retacear los dólares a los importadores, pero es un mecanismo del que no se puede abusar sin generar desabastecimiento, algo que ya se nota en algunos sectores puntuales, y afectar el funcionamiento de la industria, dependiente de insumos importados.
A la hora de analizar el tipo de cambio, incluso economistas más críticos al Gobierno, como Carlos Melconian, señalan que el dólar actual no está atrasado al punto de comprometer la competitividad de los exportadores, pero la tendencia que muestra a la inflación aumentando bastante más rápido que la devaluación, genera incertidumbre.
En lo que va del año la cotización oficial del dólar aumentó 14%, mientras que la inflación para el mismo período rondaría el 32% si se toma un valor estimativo de 3% para agosto.
Cuando se mira más allá de noviembre, queda claro que el programa actual es insostenible. No queda mucho margen para seguir aumentando el stock de Leliq ni para continuar elevando el déficit con subsidios que en muchos casos benefician más a los sectores acomodados que a los pobres, como los millonarios aportes que hace el Estado nacional para pisar las tarifas eléctricas o las del gas por redes.
La necesidad de avanzar en un acuerdo con el FMI para renegociar la deuda es otro de los motivos por los cuales el Gobierno enfrentará antes de fin de año la obligación de al menos esbozar un plan tendiente a superar las inconsistencias de la economía.
Urnas misioneras
Más allá de los números que muestran algunas encuestas, queda claro que en Misiones los resultados de las PASO no deberán tomarse como referencia directa de lo que pasará en las generales de noviembre.
En la oposición las alianzas electorales circunstanciales sin coincidencias más profundas que la ambición de ocupar un cargo desembocaron irremediablemente en internas notorias.
La composición que adquirieron en Misiones Juntos por el Cambio y el Frente de Todos terminó agrupando de manera artificial a expresiones políticas cuyos electorados difícilmente coincidan. En el primero de ellos, radicales terminaron en la misma bolsa que el puertismo y en el segundo se mezclaron el kirchnerismo duro, con el PAyS y los díscolos representantes de movimientos sociales.
Este tipo de agrupamientos excesivamente abarcativos, en los que cuesta encontrar un denominador común, son ideales para sumar muchos votos en una elección primaria en la que todos participan y terminan sumando para el frente, pero no tanto para unas elecciones generales como las de noviembre, en las que solo competirán con chances reales los ganadores de cada una de las internas.
Si de por sí cuesta concebir a un puertista votando a un radical y viceversa, así como resulta difícil que un productor rural del PAyS se sienta identificado con un burócrata puesto a dedo por el kirchnerismo o con representantes de los movimientos sociales que suelen cortar la ruta cuando intenta sacar su producción, más endeble resulta esas alianzas cuando estallan las internas.
Las internas dejan heridos y los heridos que quedan afuera o en posiciones rezagadas de las listas nunca están dispuestos a trabajar para el triunfo de quien les infringió las heridas, de allí que estos frentes difícilmente consigan acercarse en noviembre a los resultados que consigan hoy.
Para el Frente Renovador en cambio, los resultados de hoy marcarán su piso para las generales. Al presentar una lista única corre con desventaja en las primarias, pero de ahí en adelante solo tiene terreno por ganar. Con operadores hábiles en el arte de manejar ambulancias para recuperar heridos, sus chances de sumar votos entre las PASO y las generales son altas.
Las pesadas herencias que arrastran los partidos de alcance nacional tras gestiones presidenciales con resultados negativos, son más pesadas en Misiones por los incumplimientos con los misioneros.
En cada una de sus visitas como presidente, Cristina Kirchner prometió la llegada a Misiones del Gasoducto del NEA, pero nunca estuvo en sus planes que ese ducto efectivamente pasara por la provincia y ningunos de sus sucesores corrigió ese olvido.
Desde ese antecedente, hasta el más reciente de Alberto Fernández que anticipó en su última visita a Puerto Iguazú que daría lugar al pedido del Gobierno provincial de abrir el puente a Foz de Iguazú para el turismo y luego envió a un funcionario de tercera línea a que borrara con el codo lo que él había escrito con su mano, pasó un sinnúmero de incumplimientos y anuncios rimbombantes que no tuvieron ningún efecto práctico.
El promocionado Plan Belgrano, el artículo 10 de la Ley Pyme, los cientos de miles de viviendas de madera que iba a encargar Macri a los empresarios misioneros, la zona especial aduanera, las inversiones en tendidos eléctricos que se incluyen en presupuestos pero nunca llegan, la compensación monetaria por los servicios ambientales que aporta Misiones a todo el país. Deudas pendientes de la Nación con la provincia que inciden en la definición del voto.
Esa pesada deuda es un argumento sólido a favor del Frente Renovador que sea cual fuera el gobierno nacional, siempre mantuvo una línea coherente de reclamo y gestionó de manera insistente en procura de respuestas que aporten beneficios concretos para los misioneros.
El otro argumento es la gestión que se resume en dos factores clave: el manejo sanitario de la pandemia, el más acertado dentro del país según lo avala la estadística de contagios, fallecimientos e internaciones y la preservación de la economía, que fue la que menos cayó en lo más estricto de la cuarentena y la primera en mostrar una recuperación sólida y sostenida.
Otro elementos altamente valorados por el misionero son la educación disruptiva de vanguardia, la robótica, la generación de empleo nuevo para jóvenes a través del Silicon, el fuerte impulso a la producción y el agro, el turismo que ya no se centra solo en Iguazú sino que se desparrama a toda la provincia, el boom comercial y gastronómico de Posadas así como la tremenda inversión privada y pública que se registra en la ciudad. Todo sin dejar de lado lo ambiental.
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