Es recurrente que al hablar de profesiones como la administración, rápidamente lo vinculemos con las empresas o el sector privado. Y a pesar de que sobran los ejemplos de su aplicación en el sector público y el tercer sector, esta concepción se ha profundizado aún más, bajo la lógica de producción y consumo propuesta por el modelo capitalista, donde el éxito se asocia al crecimiento económico a través de una maximización de las ganancias.
El sector privado, a través de las empresas, principalmente por su inversión e innovación, es considerado como el motor del crecimiento económico. Los datos oficiales del Ministerio de Desarrollo Productivo afirman que son el principal proveedor de empleo en nuestro país, acumulando un 65% del empleo privado formal, por lo que sus acciones representan un eslabón clave para impulsar y potenciar el desarrollo sustentable.
El mundo actual y los nuevos desafíos que propone la economía, con la incorporación necesaria de los impactos sociales y ambientales en las operaciones de las empresas (al mismo nivel que el valor económico), nos obliga a cuestionar la percepción de éxito. Entonces, ¿realmente ha cambiado esta percepción en las empresas en la era postindustrial?
Sin dudas, no lo ha hecho en su totalidad, pero es indiscutible que necesitan llevar adelante una transformación en las formas de materializar sus operaciones, no sólo a nivel interno sino también externo. Quizá por desconocimiento o por desinterés, ir contra la corriente y no adecuarse a las nuevas exigencias que demanda la sociedad las alejará de la posibilidad de supervivencia, impidiendo a su paso que sean capaces de identificar nuevas oportunidades de negocio y mercados en la producción de bienes y servicios.
Ahora bien, ¿será entonces que el volumen de facturación es el limitante para administrar sustentablemente una empresa? La respuesta unánime es no. Desde la micro, pequeña y mediana empresa, que hoy representa el 99,8% del sector privado en nuestro país, hasta las grandes corporaciones, deben asistir esta transformación hacia el desarrollo sustentable.
Es importante destacar que las empresas no deben asumir un rol conformista y pasivo que sólo implique implementar, por ejemplo, cambios de hábito en el consumo de energía, separación de residuos, o reutilización de papel. Más bien, deben asumir un rol protagónico. Resulta imprescindible que la forma de operar y gestionar en el sector privado cambie radicalmente respecto a la situación actual.
Lo alentador es que ya existen muchas empresas que han iniciado esta transformación y otros tantos emprendimientos surgen cada día, logrando captar nuevos mercados, en especial el impulsado por los jóvenes comprometidos con su propio futuro.
Es momento, entonces, de fomentar y proponer soluciones innovadoras y estrategias para que todo el sector privado comprenda que gestionar sustentablemente es un buen negocio.
(*)Por Lic. Sofía Caruana
Coordinadora del eje de Administración Sustentable en el Centro de Desarrollo Sustentable de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.
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