No, no era una serie de Netflix ni una película distópica al estilo Blade Runner o Mad Max, era el noticiero de las ocho que mostraba a una colorida y desquiciada turba irrumpiendo en el Capitolio de Estados Unidos con la intención de impedir la certificación del triunfo del presidente electo de ese país, el demócrata Joe Biden.
Alentada desde las redes sociales por el insólito Donald Trump, la fervorosa multitud provocó escenas de caos que fueron reproducidas en todo el mundo. La asonada fue reprimida con un saldo de cinco muertos y si bien no consiguió evitar que el Congreso consagrara a Biden como presidente electo, sirvió para que buena parte del mundo conociera a algunos de los grupos extremistas ultra conservadores que están ganando espacio en el gran país del norte.
Las imágenes mostraron a un horda militarizada enarbolando emblemas del racismo y de supremacía blanca, como la bandera confederada (la que decoraba el techo del General Lee de los Dukes de Hazard) o la verde de la inexistente república de Kekistán; íconos del anarco capitalismo como la bandera de Gadgsen (amarilla con una serpiente); consignas antisemitas como la sigla 6MWE (6 millones no fueron suficientes) y la imponente figura de un lunático disfrazado de búfalo, representante del movimiento QAnon, impulsor de cuanta teoría conspirativa descabellada pueda un ser humano imaginar.
El cuadro podría resultar pintoresco de no ser por el detalle de que semejante grupo era respaldado nada menos que por el presidente de la mayor potencia económica y militar del mundo, que no demostraba demasiados pruritos en alentar un ataque contra las instituciones que él mismo representa.
En una decisión que a prima facie parece bastante razonable, las principales redes sociales censuraron a Trump. El episodio sirvió para poner mayor atención en el necesario debate acerca del enorme poder de las empresas que dominan el universo digital, que en base a regulaciones que ellas mismas definen y de manera unilateral, se dieron el lujo de cerrarle la boca al presidente de Estados Unidos.
La crisis de la política
El crecimiento en todo el mundo de grupos más o menos extremistas, generalmente de derecha, que tienen como denominador común una visión demoníaca del Estado encuentra su principal sustento en el descrédito que supo ganarse la clase política. Los partidos tradicionales representan cada vez a menos gente y eso fomenta liderazgos de outsiders.
El caso de Trump es emblemático. En las elecciones en las que se consagró presidente, votaron 22 millones de personas más que en las presidenciales anteriores. El excéntrico magnate logró captar la adhesión de personas que habitualmente no votaban.
En las marchas anticuarentena realizadas en las ciudades más grandes de Argentina comenzaron a verse grupos con ideas tan descabelladas como las de los extremistas norteamericanos, pero con una menor inclinación a la violencia.
Aunque todavía son expresiones muy minoritarias, desde la política tradicional siguen haciendo lo posible por alimentarlas.
Episodios como el sospechoso accidente de la opositora Carolina Píparo, incluida una grosera maniobra de encubrimiento a cargo de la intendencia de La Plata, el ofrecimiento laboral de la oficialista Victoria Donda a su exempleada doméstica o el reclamo por la doble pensión de Cristina Kirchner, por citar solo tres que ocurrieron durante la última semana, aportan un poco más al enorme desprestigio que pesa sobre la clase política nacional, más allá de colores partidarios.
A dormir temprano
Podrá haber cambiado el año, pero no el protagonista. Aunque una gran parte de la sociedad ya no lo tema y mucho menos lo respete, el coronavirus está haciendo más estragos que nunca en todo el territorio nacional. La irresponsabilidad fue moneda corriente en las celebraciones de Navidad y fin de año y la tan temida segunda ola se presume como una realidad inevitable.
El colapso que atraviesan los sistemas sanitarios de los países más desarrollados de Europa pareciera no ser ejemplo suficiente para desalentar la imperiosa tendencia a la festiva aglomeración que domina a buena parte de los jóvenes y los no tan jóvenes, especialmente cuando las vacaciones los liberan de sus responsabilidades habituales.
Con los números de contagios por las nubes y la conciencia social por el subsuelo, el Gobierno nacional se enfrentó a la necesidad de extremar el distanciamiento social.
Los análisis de nexos epidemiológicos de los nuevos casos apuntaban a las fiestas clandestinas como principal caldo de contagio, lo que hizo madurar la idea de imponer en el territorio nacional un toque de queda similar al que dispusieron países como Francia, Reino Unido y España.
Desde el Gobierno nacional se comenzó entonces a barajar la posibilidad de restringir la circulación de personas y la realización de actividades durante la noche. El presidente buscó consenso de los gobernadores para impulsar una medida que sabía iba a generar no solo descontento social sino un impacto económico negativo considerable en sectores como la gastronomía, bares y el turismo.
El consenso no llegó, incluso mandatarios como el porteño Horacio Rodríguez Larreta y el cordobés Juan Schiaretti anticiparon su oposición a la medida y el Gobierno nacional optó por dejar en manos de los gobernadores la decisión de endurecer las restricciones. Pero sí estableció dos parámetros que deberán usar las provincias para evaluar el riesgo de contagio.
“Lo que se hace a nivel nacional es aplicar pautas y advertir sobre riesgos futuros, pero quienes deben adaptar las medidas son los gobiernos locales”, explicó el Jefe de Gabinete Santiago Cafiero en conferencia de prensa.
La secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, fue la encargada de explicar los dos parámetros de riesgo que deberán atender las administraciones provinciales: razón e incidencia.
El criterio denominado razón se activa cuando los casos aumentan un 20% desde un período de 14 días hasta el siguiente lapso de la misma extensión, el segundo criterio denominado incidencia se cumple cuando el número de casos confirmados acumulados de los últimos 14 días sea superior a 150 por cada 100 mil habitantes.
Con el acelerado incremento de casos que viene mostrando en los últimos meses, Misiones cumple actualmente con creces el criterio de razón (en las últimas dos semanas la cantidad de casos más que duplicó a los confirmados en los 14 días anteriores) pero no el de incidencia, aunque si se mantiene el nivel de aumento de casos, en poco tiempo estaría cumpliendo ambos.
A escala provincial, el gobierno trabajará con cada municipio de manera conjunta a efectos de analizar la situación de cada uno de ellos y determinar si resulta necesario adoptar alguna restricción.
Municipios que vienen registrando un franco aumento de casos, como Oberá y Jardín América, ya determinaron restricciones nocturnas bastante duras. En otros como Puerto Iguazú se adelantó una hora el cierre de las actividades nocturnas, medida similar a la que adoptó Posadas, mientras que municipios que no tienen casos activos, como Garupá, optaron por no tomar medidas.
Desde el ministerio de Salud reconocen que la cantidad de contagios seguirá en aumento en la provincia, pero valoran que la curva de contagios se haya podido mantener planchada hasta prácticamente el comienzo del verano porque eso le dará a Misiones la posibilidad de enfrentar su pico de contagios en la época del año en que su sistema de salud está menos demandado por otras patologías.
Sabiendo que la demanda por atender enfermos de Covid 19 aumentará, el ministerio de Salud desarrolló una estrategia apoyada en tres herramientas para acelerar el tratamiento y mejorar los resultados terapéuticos: ivermectina, suero equino y plasma de recuperados.
Esta semana se autorizó el uso de la ivermectina y se estableció un protocolo que apunta principalmente a recuperar a los pacientes leves.
El gobernador Oscar Herrera Ahuad también gestionó y consiguió dosis de suero equino. “Con esta herramienta le damos cobertura y tratamiento a los pacientes en situación grave, que se encuentren internados, con los beneficios que significa porque es medicación aprobada por la ANMAT que permite reducir los días de internación, recuperando más rápido al paciente, y permite liberar camas de terapia para tener disponibilidad para otros pacientes que se deban internar por Covid”, dijo el mandatario.
A pesar de que la aceleración en la curva de contagios de Misiones es pronunciada, todavía está muy lejos de comprometer la capacidad de respuesta del sistema de salud. Actualmente son solamente 32 las personas internadas por Covid en toda la provincia.
Para que esto siga así cuando la cantidad de enfermos aumente, resulta fundamental acortar los tiempos de tratamiento y a eso apuntan la estrategia diseñada por Herrera Ahuad y su vice, Carlos Arce, ambos destacados profesionales de la medicina.
En paralelo avanza el operativo de vacunación. El jueves llegó la segunda tanda de vacunas y se está intensificando la aplicación en todos los grupos de riesgo y el personal de salud de la provincia. Hasta ahora ninguno de los inoculados presentó efectos adversos de ningún tipo.
Esta fuerte estrategia de ataque al virus se complementa con el trabajo en la economía que llevó a Misiones a ser la provincia con mayor incremento en su recaudación propia, con una suba de 80% en comparación a 2019 y a cerrar el año con sectores funcionando a pleno como el comercio, la yerba mate, la ganadería, la foresto industria y el turismo interno.
A pesar de las dificultades que enfrenta el mundo y que en Argentina se suman a problemas políticos y económicos propios, Misiones se las sigue ingeniando para tener un panorama de optimismo aún en uno de los peores momentos de la humanidad.
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