La posibilidad de que una mujer afroamericana y de origen inmigrante pudiera estar en el escenario central de la política de Estados Unidos por mucho tiempo sonó a quimera. Pero ahora se hizo realidad, con la llegada de Kamala Harris a la vicepresidencia, de la mano del futuro mandatario Joe Biden.
Aún cuando en las últimas décadas el país fue girando cada vez más hacía una sociedad multiétnica, esa composición no se veía reflejada en los altos mandos del país.
Harris, primera generación de estadounidenses, hija de un jamaiquino y una india, es la cara del profundo cambio demográfico que Estados Unidos viene atravesando desde mediados del siglo XX a esta parte.
De la militancia a la crudeza de la política
Nacida en Oakland, California, el 20 de octubre de 1964, Kamala Harris se crió en medio del entorno intelectual de Berkley al que pertenecían sus padres, ambos académicos.
Su padre es un economista que llegó a EE.UU. en 1961 proveniente de Jamaica, mientras que su madre es una científica nacida en la India que emigró a California en 1960.
Kamala Harris, retratada en 2004, cuando aún era la Fiscal General de San Francisco. Foto: AP
Tiene una hermana menor llamada Maya Harris. Y está casada con el abogado Douglas Emhoff.
Kamala afirma que los actos y las manifestaciones a favor de los derechos civiles se encuentran entre sus primeros recuerdos de infancia.
«Recuerdo un mar de piernas moviéndose delante mío, la energía, los gritos y las arengas»: así describió lo que vio y experimentó desde su corta estatura.
Cuando empezó la primaria, Harris fue la segunda camada en participar de los grupos desegregados en Berkley, una iniciativa que buscaba combatir el racismo y que ella ha citado como una experiencia formativa central de su vida.
Kamala Harris, entre Corey Booker, a la izquierda, y Bernie Sanders, a la derecha, durante los debates en las elecciones primarias demócratas en 2019.
De hecho, estos roces con la discriminación fueron tan intensas que Harris dijo varias veces que fueron un impulso a alejarse de la militancia de sus padres y meterse de lleno en el mundo de la política, que es donde sentía podía producir cambios reales.
Recibida de abogada en 1989, entró a la Fiscalía del condado de Alameda, California, en 1991. En 2003, se convirtió en la Fiscal de Distrito de San Francisco, y en 2011, en la Fiscal General del Estado de California.
Catalogada como la «progresista» de la fórmula presidencial, dada la reputación centrista de Biden, lo cierto es que su actuación como fiscal ha generado críticas feroces desde la izquierda del Partido Demócrata.
La imputación central es que durante sus años en la fiscalía fue demasiado condescendiente con la policía. Algunos analistas, sin embargo, apuntan al hecho de que Harris tenía pocas opciones dado su cargo (y sus ambiciones) de trabajar codo a codo con las fuerzas de seguridad.
Joe Biden, junto a Kamala Harris.
También señalan que su historial no es tan dicotómico como lo hacen sonar. Al comienzo de su carrera, Harris, que se opone a la pena de muerte, se rehusó a pedir ese castigo para un hombre acusado de matar a un policía.
Esto le ganó la antipatía de la Fuerza, una animosidad que casi le cuesta su lugar de Fiscal General: cuando compitió por el cargo en 2011, apenas superó por un punto a su rival, un republicano que sí contaba con el apoyo de la policía.
Fue por esto, afirman sus defensores, que en sus primeros años como fiscal evitó los casos de brutalidad policial.
Sin embargo, luego del asesinato del joven negro Michael Ferguson en 2014, el hecho que dio origen al movimiento Black Lives Matter, Harris viró hacia una postura más reformista.
Kamala Harris, junto a su marido, Douglas Emhoff.
En 2017, se postuló para el cargo de senador por California, y ganó. En 2019 participó de las elecciones primarias demócratas, pero abandonó en diciembre de 2019 luego de que su carrera no lograra despertar adhesiones ni entusiasmo significativo.
En marzo de 2020, apoyó públicamente la candidatura de Joe Biden.
Equilibrismo y riesgos
Kamala Harris, de 56 años, será posiblemente una de las caras del Partido Demócrata por las próximas décadas si todo sale bien.
Biden ya ha dicho que, de ganar, solo ejercerá un mandato, lo que pondría a Harris como la principal candidata del partido en los comicios de 2023.
Si bien parece que Harris tiene garantizado el apoyo del establishment del Partido Demócrata, la base más progresista y de izquierda del partido aún desconfía de ella. Entre ellos se cuentan los seguidores de dos ex candidatos muy populares, como son Bernie Sanders y Elizabeth Warren.
La carrera de Harris es un ejemplo de cómo a veces el currículum más impecable necesita de algún guiño de las circunstancias.
Es lícito preguntarse si Harris hubiera llegado a compartir la fórmula con Biden si las manifestaciones pidiendo equidad racial encabezadas por el movimiento Black Lives Matters no hubiera tenido tanta repercusión en los últimos meses en Estados Unidos.
La dinámica política (y económica) de la pandemia de coronavirus, sumada a los casos de brutalidad policial, llevó a Biden a enfocarse en elegir un compañero de fórmula que respondiera a este escenario.
El ex vicepresidente de Obama ya se había comprometido a elegir una mujer, y si a esto se suma que la elección recae casi siempre sobre un senador o un gobernador, Harris tenía prácticamente todos los boletos comprados: es la única mujer de color que era senadora.
Fuente: Clarín y Télam
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