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Entonces, ¿cómo interpretar a Belgrano?

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La revelación de que hubo un día en que Manuel Belgrano fue enemigo de Misiones puede sorprender o dejarnos algo perplejos. No se puede negar ese hecho histórico, no lo podemos borrar de la historia. La única alternativa es incorporarlo al gran relato del pasado y tratar de interpretarlo en su contexto temporo-espacial. Entre las muchas preguntas que surgen es inevitable cuestionar la caracterización de prócer de Manuel Belgrano. ¿Cambia la percepción sobre él? ¿Se modifica en algo su condición de padre de la patria y hombre fundamental de nuestro pasado?

 

Me atrevo a responder que no, que no se modifica la valoración sobre este personaje. En todo caso lo humaniza, lo refleja inmerso en las álgidas tempestades de la revolución y la independencia. Un proceso histórico sobre el que procuró incidir con acciones desobedientes y progresistas, pero cada vez menos influyentes ante la centralidad que irá ganando la elite dirigente porteña.

 

En esa marea Belgrano será un destello. Un humanista sensible, un intelectual brillante, un espíritu propositivo, un hombre de acción, un general con cojones, un revolucionario con todas las letras. Su valoración como prócer no mengua, tan solo se contextualiza en su totalidad.

 

En el epílogo de su vida, Belgrano se aferrará a lo único que le quedaba: su casa natal y su ciudad, Buenos Aires. Allí morirá el 20 de junio de 1820 en la más absoluta de las soledades públicas. Toda la atención social de ese día se concentró en la insólita situación de que durante la jornada fueron designados tres gobernadores para Buenos Aires.

 

 

Por Pablo Camogli

Foto de portada: Reconstrucción digital del rostro de Manuel Belgrano, realzada por el artista Ramiro Ghigliazza.

 

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