La batalla de La Herradura fue un combate menor en el marco de las luchas civiles que caracterizaron a la realidad política de la Argentina, durante buena parte del siglo XIX. Si bien se trató de un choque numeroso, ya que ambos ejércitos totalizaban más de 2.200 soldados, el desarrollo de la lucha careció de la intensidad y el drama de
otros similares o, incluso, de menor cantidad de tropas. La fuerte posición de las fuerzas directoriales, más su evidente capacidad guerrera, fueron un elemento disuasorio lo suficientemente convincente como para que López no quisiera arriesgarse a un ataque frontal.
Uno de los protagonistas de la acción fue José María Paz, un extraordinario y valiente oficial de las guerras independentistas, que luego se sumará al bando unitario en la guerra contra Juan Manuel de Rosas. Paz es, además, el autor de unas “Memorias póstumas” que son una delicia para la lectura y una fuente bastante confiable para los historiadores.
José María Paz, litografía de Émile Desmaisons.
En el tomo I de su autobiografía, el “Manco” Paz relata la acción de La Herradura con un interesante detalle que lo impacta y que decide reflejar vívidamente: “Vi un indio, relata Paz, que habiendo perdido su caballo había quedado a retaguardia de los nuestros cuando había pasado el momento de la carga, y que, rodeado de diez o doce soldados que le ofrecían salvarle la vida, los desafiaba con la lanza en la mano, despreciando su perdón; a alguno hubo de costarle cara su clemencia, pues el bárbaro hirió a uno de sus generosos vencedores. Semejante a una fiera acosada por los cazadores, que vuelve a esperarlos para vender cara su vida, así este furioso no escuchaba sino su rabia y su desesperación. Fue preciso matarlo, como se hubiera hecho con una pantera o con un tigre”.
¿A quién se refiere Paz? Pues a alguno de los guaraníes al mando de Sití. Si bien no especifica que se trata de un guaraní, sí aclara que no se refiere a los “salvajes que traía algunos del Chaco”, por lo que no queda otra opción que concluir que la referencia es para un anónimo soldado misionero. Como tigres. Como panteras. Así pelearon aquel
día las tropas de Andresito. Como tigres para vender cara su vida bajo el sable y las lanzas del enemigo. Un enemigo insospechado. Un enemigo cuyas tropas eran las del mismísimo Manuel Belgrano.
Fuente: Paz, José María, Memorias Póstumas, Biblioteca del Suboficial, Buenos
Aires, 1951, Tomo I, p. 168.
Por Pablo Camogli
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