Estos animales domésticos son susceptibles a distintas especies del género Leishmania, productora de la Leishmaniosis visceral. Una enfermedad difícil de diagnosticar pero fácil de prevenir, por ejemplo, con el uso de collares de flumetrina.
Cuando aparece la palabra “Leishmaniosis” rápidamente asociamos el término a la enfermedad que aflige a los perros, pero es importante saber que también afecta a los gatos y que su diagnóstico es muy complejo, ya que se deben tener en cuenta diversos factores: de donde viene el gato, sus hábitos de vida, la sospecha de esta enfermedad, sus síntomas, los resultados del laboratorio de rutina y algunos métodos diagnósticos específicos, como la citología y el uso de herramientas moleculares.
Cabe destacar que existen diversos tipos de Leishmaniosis, entre las cuales se encuentra la visceral, producida por un parasito unicelular que se denomina Leishmania infantum. La misma está caracterizada por afectar principalmente a órganos involucrados en la respuesta inmune, como el bazo, la medula ósea y los ganglios linfáticos, entre otros.
“Los gatos pueden tener la infección, pero solo se manifestará clínicamente (es decir, aparecerá la enfermedad) cuando les bajen las defensas por otras causas. La prevalencia de infección en gatos es menor, en comparación con la de perros”, explican los profesionales de Veterinaria Bayer.
¿Cuándo se sospecha que un gato tiene leishmaniosis visceral?
Algunos signos clínicos pueden ser que el gato este decaído, con fiebre o que presente pérdida de peso. Pero pueden haber otros signos y síntomas más claros, como algunos problemas de piel (ulceras o costras en las orejas, por ejemplo), problemas oculares (opacidad de la córnea o inflamación de la conjuntiva), bucales (inflamación de las encías y la boca), como así también problemas en los riñones o en la medula ósea.
Cuando se manifiestan estos signos y síntomas, la leishmaniosis actúa de “punta de iceberg”, es decir que se expresa porque hay otro problema de salud de fondo. Los mismos pueden ser causados, por ejemplo, por alguna neoplasia o enfermedades retrovirales (Virus Inmunodeficiencia Felina y/o Virus de Leucemia Felina).
Pero hay una buena noticia: ¡podemos prevenirla!
Para combatir esta enfermedad no existen -hasta el momento- vacunas ni tratamientos efectivos. Por lo tanto, en zonas donde circula en forma activa esta parasitosis, debemos aplicar diversas medidas de prevención, con el objetivo de disminuir el riesgo de contagio.
Una de las recomendaciones más importantes es implementar el uso del collar de flumetrina (que se encuentra asociado a imidacloprid), ya que se considera la única formulación de piretroides aprobada para uso en gatos.
El objetivo de este elemento es reducir, en forma notoria, la exposición a la picadura de los flebótomos. Esto se ha comprobado en diversos estudios científicos y su uso, en forma sostenida, resulta clave en la prevención de la enfermedad.
Vale la pena resaltar que el uso del collar debe estar siempre acompañado de controles veterinarios periódicos y que ante cualquier duda o consulta debés comunicarte con tu veterinario de cabecera. ¡La prevención de la Leishmaniosis es clave!
Veterinaria Bayer
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