Apoyarnos en los afectos y pasar tiempo en familia puede servirnos de sostén o generar sufrimiento y empeorar la calidad del vínculo.
La cuarentena por la pandemia de coronavirus produjo un acercamiento familiar que amplificó la calidad de los vínculosque ya estaban establecidos. En algunos casos, aumentaron las demandas de divorcios a partir del aislamiento; otras parejas y padres agradecen la posibilidad de estar juntos y recuperar prioridades, espacios, juegos… Este período permite establecer nuevos proyectos y encontrar nuevos sentidos.
Así también lo explica el licenciado en orientación familiar y fundador de Coaching Familiar José Luis Ciciaro: «La mejora fundamental del aislamiento es la oportunidad de repensar la vida, los valores, las prioridades, nuestras metas, y necesidades. Tenemos la posibilidad de resetear los vínculos y reencontrarnos con nosotrosmismos, con nuestra pareja y con nuestros hijos. El aislamiento y el acercamiento familiar despejó cielos afectivos y existenciales, que nos permiten apreciar cosas que antes existían, pero no veíamos».
Para la psicóloga, socióloga, y presidente de la Sociedad de Terapia Familiar, Claudia Messing, el impacto del aislamiento en los vínculos familiares genera «fuerzas contradictorias»: «Aparece un límite externo absoluto que nos exige cuidarnos y, por otro lado, se conmueven nuestros cimientos como adultos, por la gran exigencia que requiere esta adaptación. La cuarentena pone a prueba nuestros recursos previos de tolerancia y autocontención, nuestra capacidad para la comunicación, nuestro manejo de la angustia y la ansiedad, y nuestros esquemas de convivencia», expone la especialista.
Claudia menciona que este período nos obliga a crecer en nuestro vínculo de pareja y con nuestros hijos: «Donde existían bases fuertes de convivencia, los vínculos fortalecerán aún más, pero también pondrán en evidencia nuestros puntos frágiles y nos obligarán a dar nuevas respuestas».
Para mantener la unión cuando todo vuelva a la normalidad, José Luis propone revisar roles, metas, prioridades, y nuestra agenda. ¿En qué «invertimos»?
Para saber si estamos nutriendo el vínculo y generando calidad sugiere chequear cómo nos sentimos después del encuentro, y qué emociones y pensamientos nos habitan: “También podemos consultarle al otro cómo está, cómo se siente, y qué impacto tiene sobre él nuestra cercanía. Esta es la mejor forma de darnos cuenta y estar seguros de qué le está pasando al otro con lo que nosotros hacemos y decimos”, propone el fundador de Coaching Familiar.
La relación con nuestros hijos
La presidenta de la Sociedad de Terapia Familiar asegura que ante esta situación, el límite externo opera como organizador. Según ella, nuestros hijos, que habitualmente cuestionan todo, acatan el aislamiento porque el límite está apoyado en una necesidad. Esto es percibido y es aceptado, por lo que no entra en discusión.
«Por lo general, nuestras indicaciones, pedidos y órdenes son sentidas como un fastidio, como si los desvalorizáramos en su posición de saber. Entonces nos ningunean, y demoran eternamente en hacer lo que les pedimos, hasta que terminamos gritando», sostiene Claudia.
Para el licenciado en orientación familiar realizar actividades o compartir charlas puede mejorar o empeorar la calidad del tiempo que pasamos con nuestros hijos: «Va a depender de qué tipo de actividades y qué tipo de charlas compartimos, cómo realizamos esas actividades, sobre qué hablamos, y la manera en la que conversamos durante esos encuentros».
Según José Luis, la influencia de la cuarentena en el desarrollo del vínculo con nuestros hijos dependerá de nosotros: “Es probable que sean tiempos inolvidables. Lo que no sabemos es si serán recuerdos positivos o desagradables. Eso va a depender de lo que hagamos durante este período. La buena noticia es que tenemos la posibilidad de hacer una pausa y tomarnos este tiempo para elegir quiénes queremos ser, tanto en nuestra relación con nosotros mismos, como en nuestra relación con los otros. En especial con aquellos vínculos más cercanos: nuestra familia, nuestra pareja, hijos y padres. Se trata de repensar la vida, y repensarnos”.
Como asegura la autora de Cómo sienten y piensan los niños hoy, nuestros hijos se impregnan de nuestras emociones y absorben todo lo que nosotros sentimos. Por eso, lo más probable para ella es que esto sea recordado por ellos con la misma calidad emocional que sus padres lo hayan transitado.
La socióloga considera: «Para algunos será recordado como el momento en que más contaron con el acompañamiento de sus padres, que pudieron hacer con ellos las cosas más divertidas y solidarias, o que se pudieron acercar como nunca. Otros tendrán el recuerdo de cómo se pudieron superar situaciones conflictivas, cómo se replantearon y afianzaron los vínculos, o cómo se pudo mantener aún de modo virtual el vínculo con parientes y abuelos. Y otros recordarán más los momentos de tensión, de angustia, de desacuerdos entre sus padres y, por lo tanto, de mayor desamparo y soledad».
Este contexto de aislamiento que pone a prueba todos nuestros recursos madurativos es, para Claudia, una oportunidad para reconstruir nuestro modelo de autoridad con nuestros hijos, sobre bases más firmes.
“Así como debemos ser más flexibles, bajar las exigencias y manejar nuestra ansiedad, no podemos abandonar nuestro rol de liderazgo porque tenemos la gran responsabilidad como adultos de hacernos cargo de administrar la situación y evitar que reine el caos, que desprotege y deja a los hijos a merced de sus propios impulsos», asegura.
(Fuente: Clarin)
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