En los campos del norte argentino, es habitual ver aves de presa aprovechando las corrientes térmicas para desplazarse. Una de ellas, habitualmente posada en postes al borde de los caminos, es esta magnífica pequeña águila que tiene un impactante plumaje rojizo con ribetes negros.
A través de una alianza con Aves Argentinas, la centenaria organización ambientalista que impulsa su Programa Bosque Atlántico, compartimos en forma semanal algunos de los secretos sobre la biodiversidad de las especies de aves del país, y de nuestra Maravilla Natural Argentina, la Selva Misionera. Exclusivo de Misiones On Line
En esta oportunidad te contamos sobre el Aguilucho Colorado, una de las grandes aves rapaces que habitan los campos bajos del centro, norte y litoral argentino y su distribución llega al norte de Sudamérica. En Venezuela es el famoso “pío pío gavilán” que hasta tiene una hermosa canción inmortalizada por Los Olimareños, llamada el gavilán, que describe a la perfección su coloración y costumbres.
En Misiones en particular es abundante hacia el sur de la provincia, en Campo San Juan y alrededores, donde los pastizales forman un mosaico con las isletas de selva: un hábitat ideal para el aguilucho o gavilán colorado.
Su comportamiento pasivo y confiado, su gran tamaño y mirada penetrante lo convierten en una verdadera joya para los fotógrafos de naturaleza. Suele verse posado en postes o ramas expuestas a los costados de caminos rurales, como también volando a no mucha altura sobre los pastizales naturales entre islas de monte. Tiene un silbido agudo.
Fotografía: Andrés Terán
Su coloración general es canela rojiza fuerte, con un suave barrado horizontal en el vientre. El dorso es más bien pardo y las alas, rojizas. En vuelo se aprecian sus inconfundibles alas anchas y algo redondeadas con un llamativo borde negro. Su cola tiene unas barras anchas en blanco y negro. Sus robustas patas son de color amarillo brillante, al igual que la cera sobre su pico. Los juveniles tienen el plumaje más claro y estriado en el pecho y vientre, con la garganta clara y una notable ceja blanca. Además, la cola de los juveniles posee un barrado más fino. Cuando vemos los jóvenes siempre nos preguntamos más de una vez ante qué especie estamos. Nos confunden.
Al igual que muchas especies de aves rapaces, la coloración entre los sexos no presenta variaciones, aunque la hembra es de mayor tamaño que el macho, midiendo unos 50 cm de la cabeza a la cola, mientras que los machos alcanzan unos 45 cm.
Fotografía: Raúl Borgo
Este gigante de las sabanas prefiere las áreas abiertas, como pastizales, bordes de montes y orillas de arroyos o lagunas, donde vuela solo o en parejas planeando o batiendo sus anchas alas de forma lenta, hasta con cierto desgano elegante que nos da tiempo a observarlo en detalle.
De esta manera es que busca sus presas: víboras, lagartos, roedores, aves, incluso insectos suculentos, como langostas. Peces y carroña en menor medida. Su destreza para la caza, característica de las aves rapaces de gran porte, se apoya en su fuerte pico ganchudo, sus poderosas garras y sus sentidos de la vista y olfato altamente desarrollados. Como predador tope, su rol en el ecosistema es clave, ya que ejerce un aporte en la regulación de la abundancia de sus posibles presas. Cuando hay quemazones en las provincias del Chaco y en Corrientes y Misiones es una presencia infaltable, que aprovecha a atacar los vertebrados que huyen del fuego en avance.
Fotografía: Silvina Verón.
Su período reproductivo se extiende desde septiembre a noviembre. Construye sus nidos en árboles, dependiendo la altura y según la disponibilidad del ambiente. Muchas veces aprovecha la altura de árboles exóticos como eucaliptos cercanos a construcciones humanas, donde suele compartir su nidada con las bullangueras cotorras. Su nido consiste en una gran plataforma de ramitas, cubierta internamente con pasto seco, que alcanza a medir hasta 45 cm de diámetro y no más de 20 cm de alto. La postura es de un solo huevo de color blancuzco con pintas y manchas pequeñas rojizas y pardas, más concentradas en uno de los polos. El período de incubación demanda entre 35 y 36 días y luego de nacer, queda dos meses al cuidado de ambos padres.
Observar la estampa el Aguilucho Colorado sobrevolando las pampas de la tierra roja, es un privilegio del que todavía podemos disfrutar en nuestras salidas de campo.
Por Silvina Verón, colaboraron Laura Dodyk y Andrés Bosso / Aves Argentinas
Foto de portada: Andrés Terán
www.avesargentinas.org.ar
CP /PE
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