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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez: una caridad operante

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Hoy nos presenta una historia con forma de parábola llamada «El rico malo y Lázaro pobre», donde muestra la insensibilidad de un hombre rico.

«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.» [Lc 16,19-21] El texto nos presenta el peligro de idolatrar las riquezas y de no ser justos y caritativos con aquellos que padecen necesidades. En el juicio final se revelarán todas estas actitudes «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán.» [Lc. 16,31] Lo importante es escuchar la Palabra de Dios y practicarla.

Los cristianos en este tiempo nos hemos propuesto profundizar en el discipulado y la misión. Pero difícilmente podremos asumir un camino de maduración en la fe si no revisamos nuestras actitudes de vida ligadas a la justicia y la caridad, y si no nos planteamos algunos temas como nos señala «Navegar mar adentro» sobre el escándalo de la pobreza y la exclusión social. En dicho documento los obispos argentinos nos hemos afrontado la necesidad de acentuar en la vida cristiana una mayor formación en la moral social y en la doctrina social de la Iglesia, porque percibimos la ruptura que se da entre la fe y la vida, entre la fe y los criterios. Esto hace que los valores no estén suficientemente presentes en nuestra cultura. Basta recordar cómo muchos dirigentes políticos, comunicadores sociales y otros que se denominan cristianos no dudaron en someter a la dictadura del relativismo una institución clave para la sociedad como es el matrimonio y la familia, y el derecho de los niños a la crianza de un papá y una mamá, o por lo menos de una figura masculina y femenina.

Esta ruptura entre la fe, la vida y los criterios, también se da en el ámbito de la cuestión social. En Navega mar adentro señalamos: «En un país constituido mayoritariamente por bautizados, resulta escandaloso el desconocimiento y, por lo mismo, la falta de vigencia de la Doctrina Social de la Iglesia. Esta ignorancia e indiferencia permiten que no pocos hayan disociado la fe del modo de conducirse cristianamente frente a los bienes materiales y a los contratos sociales de justicia y solidaridad. La labor educativa de la Iglesia no pudo hacer surgir una Patria más justa porque no ha logrado que los valores evangélicos se traduzcan en compromisos cotidianos.» [NMA 38]

Es importante que hagamos una real evaluación y una autocrítica en orden a buscar caminos de conversión a Jesucristo, el Señor y a su propuesta. En la Diócesis tratamos de asumir el documento de Aparecida y las orientaciones pastorales de nuestro primer Sínodo diocesano, y de buscar respuestas para la formación y el camino de discipulado sobre todo del laicado que es la mayoría del pueblo de Dios. El instituto de Teología y Pastoral, las escuelas básicas y de ministerios son junto con la catequesis, algunas de las respuestas que se ofrecen en la Diócesis. Debo reconocer que es alentador percibir la cantidad de gente que está buscando formación y quiere involucrarse en este camino de discipulado.

Es importante señalar que este camino de discipulado no es sólo aprender conceptualmente elementos doctrinales. Desde ya que esto también es necesario e importante, pero la formación cristiana implica un estilo de vida que debe integrar necesariamente el poner en práctica lo que creemos, el tratar de vivir la caridad. En el amor a Dios y a los hermanos, especialmente a los más pobres, encontramos el termómetro que sirve para evaluar nuestro compromiso con el Señor. En Navega mar adentro también decimos que hay signos de esperanza: «No obstante, en el seno de la comunidad cristiana siempre surgen talentos creativos que avivan el fuego de una imaginación de la caridad. Efectivamente, afloran de modo espontáneo, particularmente desde los sectores más pobres, muchas expresiones de solidaridad con raíces humanitarias y evangélicas, las que con un voluntariado audaz y sacrificado van extendiendo redes solidarias, verdaderos puentes de ayuda y cercanía entre los que pueden y se conmueven, y los que necesitan y agradecen…» [NMA 39]

Pidamos que no nos pase como a ese rico del Evangelio de este domingo que, por su egoísmo e indiferencia, perdió el cielo, el abrazo de nuestro Padre Dios.

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo.

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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