Algo que ocurrió en Argentina volvió a generar intranquilidad a ese volátil colectivo denominado “el mercado” y la economía estalló de nuevo: el dólar saltó de 45 a 57 pesos en un día, el Riesgo País se disparó al récord de los últimos diez años, el Merval se desplomó, los bonos soberanos perdieron hasta 35%, los formadores de precios salieron remarcar por las dudas y la inmensa mayoría argentinos se volvió un poco más pobre en el mismo acto en el que una minoría que tiene su patrimonio en dólares y preferentemente fuera del país, sacó una jugosa tajada.
Esta vez fue un resultado electoral inesperado lo que atemorizó a los siempre precavidos agentes del mercado. Eso llevó a Mauricio Macri al extremo insólito de culpar a los votantes por el nuevo colapso y a reclamar una autocrítica a los vencedores. Pero la historia reciente muestra que esos mismos agentes no necesitan “incertidumbre política” para reaccionar en estampida, de hecho lo hicieron dos veces el año pasado cuando no hubo elecciones y el Gobierno gozaba de una sólida posición política.
Lo que mantiene a Argentina siempre a punto de estallar no tiene nada que ver con lo que elijan los votantes en el cuarto oscuro, ni con la posibilidad más o menos cierta de un cambio de gobierno, sino con la situación de extrema fragilidad en la que puso al país el Gobierno de Macri al liberar totalmente el sistema de control de capitales y al alimentar a las fieras de la fauna especulativa con promesas de ganancias descomunales en plazos irrisorios.
La lluvia de inversiones productivas que el relato macrista prometió a cambio de la desregulación del mercado de capitales no llegó nunca y a tres años y medio de la asunción del mejor equipo de los últimos 50 años el balance de la economía muestra un aumento de la pobreza, destrucción de la industria y del empleo de calidad, derrumbe del consumo, inflación desbocada y además de todo eso, un sistema financiero sostenido con alfileres, dependiente de la evaluación de riesgo que haga un puñado de especuladores, algo por demás peligroso en un país con el prontuario de incumplimientos que tiene Argentina.
Cachetada
El rechazo a ese plan económico de ajuste fue el principal mensaje que dejaron las urnas el último domingo. Más que el triunfo de Alberto Fernández, lo que preocupó a los mercados es la evidencia de que el programa de austeridad que lleva adelante el Gobierno nacional desde el año pasado ya no tiene consenso social y ya no podrá ser ejecutado incluso si Macri se ganara el derecho a un segundo mandato.
De hecho las medidas de corte electoralista anunciadas por el presidente y miembros de su Gabinete contrarían lo pactado con el FMI en materia monetaria y de déficit fiscal, piedras fundamentales sobre las que se erige el entendimiento con el único financista que le queda al país, de allí que muchos economistas –incluido el candidato a presidente Roberto Lavagna– exigen que se renegocie lo antes posible lo acordado con el Fondo para infundir algo de tranquilidad a los esquivos mercados.
Disconforme con las medidas de alto costo fiscal anunciadas durante la semana, el flamante exministro de Economía y hombre de confianza del FMI, Nicolás Dujovne, manifestó sus objeciones sin encontrar eco alguno y pegó el portazo. Recién el sábado, cuando el presidente pudo encontrar reemplazante –el ministro de Hacienda de Eugenia Vidal, Hernán Lacunza- la renuncia de Dujovne fue aceptada.
Dentro de dos meses se verá si la batería de medidas que anunció Macri, la mayoría de ellas con vencimiento fijado a fin de año, sirven para revertir en octubre la derrota por más de 15 puntos sufrida en las PASO o al menos para que Juntos por el Cambio pueda convertirse en el primer gobierno democrático no peronista en terminar su mandato.
Contra este último punto conspira el vacío político que abrieron las primarias. De no mediar una nueva sorpresa en octubre, durante los próximos cuatro meses el país tendrá en funciones a un presidente vencido, al que casi todos imaginan fuera del poder. También tendrá a un candidato ganador que concita cada vez más respaldo político, pero que carece de autoridad formal.
La entrega anticipada de mando a la que se vio obligado Alfonsín es un antecedente ineludible de lo que puede ocurrir en Argentina cuando una elección desfavorable le quita respaldo político a un presidente y obliga a replantear el calendario electoral. En Argentina no se puede someter a elecciones a un presidente cuatro meses antes de finalizar su mandato, es demasiado tiempo.
Bipolaridad
En lo que representó un hecho sin antecedentes, el presidente reconoció el domingo su derrota antes de que se hubiera difundido un solo dato oficial y al día siguiente, cuando el dólar ya había corrido más de diez pesos, salió ofuscado a responsabilizar al electorado por la volatilidad financiera y exigió una autocrítica a los ganadores de las elecciones. Su primera reacción fue utilizar electoralmente la nueva crisis siguiendo la lógica de la campaña del miedo.
El tiro le salió por la culata, el grueso de la sociedad recibió mal el discurso, especialmente los desencantados que el oficialismo deberá reconquistar si espera un mejor resultado en octubre, e incluso desde su círculo íntimo le recordaron que además de estar en campaña, era presidente, al menos hasta diciembre, y le tocaba hacer algo para gestionar la crisis.
En un nuevo mensaje a la población difundido el martes, el presidente pidió disculpas por sus dichos anteriores y anunció las primeras de una serie de medidas electoralistas definidas a las apuradas. Después de construir un enemigo en base al concepto de populismo, el Gobierno salió a repartir lo que no tiene en un intento desesperado por recuperar el favor de un electorado que le dio la espalda.
De todas las medidas anunciadas solo dos tendrán efecto duradero, la convocatoria al Consejo del Salario y la suba del mínimo no imponible de ganancias, las restantes –bonos extraordinarios para estatales, reintegro de aportes personales, rebaja del IVA a alimentos, congelamiento de cuotas hipotecarias y de los precios del combustible, entre otras- se extienden hasta noviembre o diciembre o mejor dicho, hasta que terminen las elecciones en caso de que hubiera ballotage, prueba de su carácter electoralista
Como nunca antes, el Gobierno debió recurrir a las recetas que tanto criticó del kirchnerismo, al punto de incurrir en morenismo explícito al salir a amenazar a las petroleras con aplicarles la ley de abastecimiento si no acataran el congelamiento de los combustibles por tres meses que anunció Macri sin que mediara un acuerdo con las petroleras.
Desde el punto de vista del asalariado, el paquete completo de anuncios no llega siquiera a compensar los efectos negativos de la corrida postelectoral, mucho menos a brindar alivio por todo lo perdido desde el año pasado cuando la inflación comenzó a ganarle por goleada a los salarios.
El costo fiscal del paquete de emergencia que Macri sacó de la galera correrá en buena medida a cuenta de las provincias, especialmente a causa de la reducción del IVA y del incremento del mínimo no imponible de ganancias, ya que repercuten en la recaudación de los dos impuestos que más aportan a la coparticipación.
Uno de los que levantó la voz fue el gobernador de Entre Rios, Gustavo Bordet, que en su visita a Misiones lamentó que no se haya consultado a las provincias y estimó que el 58% del costo fiscal de lo anunciado por el Gobierno nacional recaerá en las provincias.
Paños fríos
Alberto Fernández es un hombre que conoce de transiciones accidentadas. Le tocó experimentar desde adentro el traspaso adelantado del 89, primero como funcionario de Alfonsín y después de Menem. En aquella oportunidad el peronismo hizo todo lo que pudo para entorpecer el final del mandato del presidente radical y acelerar su salida. Lo logró pero al precio de acrecentar una incertidumbre económica con la que después debió lidiar su sucesor.
También estuvo cerca de Eduardo Duhalde y de Néstor Kirchner cuando hubo que levantar al país después de la hecatombe de diciembre de 2001.
Tiene suficiente experiencia para saber que la estrategia según la cual todo lo que sirva para empeorar la situación del rival irá en beneficio del interés propio, podrá ser efectiva para ganar una elección pero es poco recomendable para quien tenga reales aspiraciones de convertirse en presidente.
De allí que después de haber digerido el resultado electoral que lo habrá sorprendido casi tanto como a Macri, se mostró abierto al diálogo, le bajó el tono a las críticas referidas al manejo de la economía del Gobierno nacional e incluso intentó ponerle paños fríos a la corrida del dólar al pronosticar que no iría más allá de los 60 pesos.
Incluso uno de los economistas más renombrados del Frente de Todos, el ex viceministro de Axel Kicillof, Emmanuel Álvarez Agis, salió a respaldar al Banco Central en respuesta a una explosiva declaración de Martín Redrado.
En una expresión cuanto menos temeraria, Redrado aseguró que el presidente había “dejado ir” al dólar para aleccionar a los votantes que le dieron la espalda en las urnas y alimentar la campaña del miedo contra Fernández.
Con bastante mejor tino, Álvarez Agis consideró que el Central había enfrentado la corrida “con profesionalismo” porque priorizó “cuidar las reservas, en un contexto muy difícil. Si el mercado estaba en pánico había que dejar que (el dólar) llegará a un lugar y si ese lugar era complejo para la economía, recién ahí intervenir prudentemente”.
Según el economista del Frente de Todos, el Central esperó a que el dólar aumentara hasta un punto en el que pudiera frenarlo sin dilapidar reservas y así cortar una posible espiralización del dólar, algo que no consiguió hacer el año pasado Federico Sturzenegger.
El voto misionero
También hubo elecciones en Misiones en las que Alberto Fernández acaparó más del 57% de los votos contra el 25% de Macri y un sorprendente 5% de Juan Gómez Centurión.
Casi todos los que votaron a Macri introdujeron la boleta completa, mientras que quienes eligieron a la fórmula presidencial Fernández – Fernández repartieron sus votos de la categoría diputados nacionales entre las listas del Frente de Todos y de la renovación.
La estrategia de la boleta corta le sirvió al gobierno provincial para afirmar su posicionamiento federalista, pero tuvo un costo significativo en materia de votos, empezando por los 20 mil anulados por obra de la confusión. Casi todos ellos emitidos por personas que quisieron votar a la lista corta de la renovación y a Alberto Fernández como presidente, pero al no cortar el fragmento correspondiente a la lista de diputados del Frente de Todos, terminaron votando accidentalmente a dos listas a la vez y con ello anularon su sufragio.
La confusión también puede haber tenido incidencia en el inusualmente alto número de votos en blanco que hubo para la categoría diputados nacionales: 72 mil contra 21 mil de la categoría presidente. Los 21 mil que votaron “todo blanco” se pueden atribuir a personas que entienden al voto en blanco como una expresión de disconformidad con toda la clase política, es un número que se viene manteniendo más o menos estable en las últimas cinco elecciones.
Pero entre los restantes 51 mil que votaron a presidente pero no lo hicieron por ninguna lista de diputados puede haber un componente de confusión a la hora de componer el voto. Para este resultado incide la sorprendente elección que hizo el Frente NOS de Gómez Centurión, que cosechó más de 36 mil votos y no tenía lista de diputados nacionales adherida.
Tomando en cuenta que todos los votos que obtuvo Juntos por el Cambio en junio fueron a la lista de Macri en las PASO y asumiendo que todos los votos del PAyS fueron al Frente de Todos detrás de la candidatura de Cacho Bárbaro, desde la renovación entienden que el voto a Gómez Centurión en Misiones está compuesto mayormente por personas que en junio eligieron a la renovación y se sienten representadas por ese espacio, pero en las PASO no sumaron la boleta corta encabezada por Diego Sartori al voto a Gómez Centurión por temor a anular su voto.
Confían que con una campaña más efectiva de comunicación que enseñe la manera correcta de componer un voto, podrían sumar no solamente los 20 mil anulados, sino también parte de los 72 mil votos en blanco para la categoría diputados nacionales.
Otro factor que podría incidir en octubre tiene que ver con la participación. El domingo último votaron 30 mil personas menos que en las provinciales de junio, en las que la renovación obtuvo un triunfo aplastante, y que sería esperable que se expresaran en las generales de octubre.
Los 20 mil votos anulados, los 51 mil que votaron en blanco solamente en la categoría diputados y los 30 mil que no fueron a votar suman una cantidad suficiente para revertir los 81.707 votos de diferencia que separaron a la lista del Frente de Todos encabezada por Cristina Brítez, de la boleta corta de la renovación. De ello depende que el cuarto diputado nacional que aporte Misiones sea la ministra de Educación, Ivonne Aquino, o el líder del PAyS, Héctor “Cacho” Bárbaro. Los ingresos de Diego Sartori, Cristina Brítez y Alfredo Schiavoni parecen asegurados.
Escuchar a las urnas
El voto de los misioneros ordenó la estrategia política del Gobierno provincial. Los resultados electorales de las dos elecciones que se celebraron hasta ahora en Misiones son elocuentes: por un lado la gran mayoría de las personas que votaron a Alberto Fernández el domingo, en junio habían elegido como gobernador a Oscar Herrera Ahuad; por otro lado, casi todos los que optaron por la boleta corta de la renovación el domingo último la acompañaron con la papeleta de Alberto Fernández.
El gobernador Hugo Passalacqua se encargó de aclarar que no desoirán el mensaje que dejaron las urnas. “En estos 15 años la Renovación fue y sigue siendo coherente en que el poder está en la gente y el último domingo el electorado indicó el rumbo, así que no vamos a desoír ese mandato”. Al explicitar su apoyo a la fórmula presidencial del Frente de Todos señaló que “se va a respetar lo que ordenó la gente con su voto el último domingo; porque ordenó la política y nos ordenó. Esa es la coherencia que caracteriza a la Renovación”.
Justamente atendiendo al mandato que dejó el electorado, el gobernador electo Oscar herrera Ahuad se reunió con Fernández , producto de esa charla, Felipe Solá -uno de los principales armadores políticos de Alberto, llamó al conductor de la renovación, Carlos Rovira, y entre ambos establecieron una agenda de trabajo que incluye una próxima visita del candidato a presidente.
A los dirigentes de la renovación les entusiasma la importancia que Alberto Fernández promete darle a la inclusión social de resultar electo presidente. En ese punto encuentran una coincidencia significativa en tanto fue una política de Estado sostenida por el Gobierno provincial y profundizada en años de crisis, lo que quedó de manifiesto con las asignaciones record que tuvieron las áreas sociales en los últimos presupuestos de Misiones.
El exfuncionario de Kirchner también promete darle una importancia gravitante a los gobernadores y en este sentido le aclaró al gobernador electo de Misiones que “las provincias van a tener un papel central, van a tener inclusión y participación”.
Herrera señaló que “Misiones está presente en el diseño de planes y luego en la reconstrucción de las políticas centrales del próximo gobierno”. Afirmó que Alberto está “muy interesado en las políticas estratégicas que llevamos adelante, sobre todo en la conducción estratégica para estos tiempos de crisis” y que pidió asistencia a Misiones para el diseño de planes sanitarios, sociales y de obra pública.
Furgón de cola
Las elecciones del domingo también ordenaron los tantos dentro de Juntos por el Cambio. Se cayó el mito según el cual la mayoría de los votos de ese espacio eran radicales. De hecho el candidato de la UCR terminó tercero cómodo detrás de el ganador Alfredo Schiavoni, del PRO, y del candidato de Activar, Pedro Puerta.
El mal desempeño del radicalismo generó fuertes cuestionamientos a la conducción interna del partido, encabezada por Francisco Fonseca, que lejos de practicar una sana autocrítica sostuvo que la UCR hizo “una buena elección”.
“Impulsamos la candidatura de Ricardo Andersen, un joven nuevo frente a dos figuras que ya tienen conocimiento a nivel provincial. Si bien esperábamos triunfar, creemos que hemos hecho una buena elección”, sostuvo el radical.
A Schiavoni le quedará la misión de mantener dentro de Juntos por el Cambio a los votantes que el domingo eligieron a los candidatos contra los que compitió en la interna. Si lo logra será diputado nacional.
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