Algunas veces, cuando solemos plantear que el plan más eficaz para el desarrollo de nuestra Nación es el conocimiento, nos dicen que se trata de un discurso inadecuado para contextos convulsionados y empobrecidos como el nuestro. Pero por suerte, contamos con INVAP, que funciona como modelo de lo que hablamos, de lo que perseguimos, de lo que debe ser.
Todos los países necesitan proveerse de tecnología y decidir si producirla localmente o importarla. Esta es una decisión estratégica. Es la política pública la que debe definir las necesidades tecnológicas del país y asignar recursos para su desarrollo. Es que al promover capacidades tecnológicas propias un país genera un círculo virtuoso. Se ahorra dinero, se da trabajo a científicos y técnicos locales, se promueve la formación en ciencia de las nuevas generaciones y se fomentan nuevos emprendimientos afines que a su vez generan nuevos puestos de trabajo.
¿Por qué decimos entonces que, en nuestro país, INVAP representa un caso emblemático de la inversión en conocimiento? Creado hace más de cuatro décadas por un grupo de físicos del Instituto Balseiro, desarrolla en la actualidad tecnología nuclear, espacial, médica, de comunicaciones, de defensa y seguridad, entre otras. Se trata de la más prestigiosa empresa tecnológica latinoamericana y la única en el continente que diseña y construye reactores nucleares, satélites y radares con tecnología nacional. Es propiedad de la Provincia de Río Negro, que se ocupa de su control junto con la CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica), cuenta actualmente con 1350 trabajadores (más del 80% profesionales y técnicos especializados), interactúa fluidamente con las universidades y es autosustentable. Todo esto demuestra que Argentina es capaz de desarrollar tecnología de calidad internacional que compita con las mejores empresas del mundo y logre exportar esta tecnología de alto valor agregado. Así, aumenta la competitividad internacional de nuestro país, genera lazos con el mundo y abre las puertas a otros productos y servicios locales.
El modelo INVAP da cuenta de manera categórica de que la inversión sostenida y transparente en ciencia aumenta considerablemente la productividad de un país. Pero solo gracias a una política de Estado que trascienda los gobiernos se puede consolidar una estrategia para el desarrollo científico-tecnológico nacional y crear una cultura científica.
Convertir en prioridad y reclamar inversión en educación, ciencia y tecnología es una responsabilidad colectiva. Necesitamos del compromiso social para que el conocimiento se transforme realmente en nuestro timón hacia el desarrollo, que a su vez nos conducirá a una Nación con más oportunidades y menos desigualdad.
Por Facundo Manes (*)
Neurólogo y Neurocientífico. Fundador del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro y de la Fundación INECO. Investigador del CONICET.
Publicado el 29 de Mayo de 2019 en Diario Popular
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