Esta semana impactó a muchos en todo el mundo el incendio de la Basílica Notre Dame, en Francia. Muchos sentimientos y emociones suscitaron las imágenes en los medios de comunicación. Realmente lo que a mí me impactó más, fueron las expresiones de las personas mirando ese momento, cuando se cae la Aguja de la Torre. Ahí se me puso la “piel de gallina”, sentí “ya está”.
Luego escuché comentarios, como el expresado el presidente de Francia, Macron: “Esta parte de nosotros se quema”. Otros trajeron a la memoria lo vivido en su visita a la Basílica. También escuché: “Que pena no la conocí”, y, finalmente, algo que me iluminó a escribir sobre este tema: “Es así, como cuando perdemos a un ser querido, lo tendríamos que haber ido a ver”
En muchas ocasiones la enfermedad nos va preparando a la despedida, a decirnos lo que está pendiente, a agradecer cosas vividas, pedirnos perdón. Hay un tiempo para todas estas experiencias. Hay gente que es muy consciente y lo aprovecha al momento, hay otros que todavía tienen esperanza que el ser querido estará mejor, con una esperanza en donde la persona no va a mejorar. Hay otros que están con bastantes dificultades en los vínculos: sufriendo todo esos roces, conflictos se pierden de estar cerca del ser querido que está partiendo y de sus familiares cercanos.
Hace poco nos consultaron dos hijas sobre el final de vida de la madre, yo no la conocí a Irma, solo a una de las hijas. Sentía que ambas estaban luchando por sus lugares como hijas, trayendo un pasado con conflictos al presente. Y yo dentro mío pensaba: “está partiendo tu mamá!”. Y si dejan sus conflictos a un costado y están con ella?
A los pocos días una de ellas me avisa asombrada que su mamá había fallecido. Pareciera que los conflictos entre las dos hijas no le permitieron ver que su mamá estaba partiendo. Puede quedar en un futuro ese sabor amargo de lo no resuelto, de lo no dicho, de no haberme podido despedir porque tenía ocupada mi cabeza en otras cosas.
Distinto es el caso de una muerte inesperada, un accidente que no nos avisa que algo va a pasar. Recibimos la mala noticia y nos quedamos sin respiro, atónitos y en muchos casos pasa que nos viene la culpa de todo lo que no hicimos, lo que dejamos para hacer mañana, de lo que me perdí con esa persona. Y si ocurrió algo de esto, tenemos que poder tener un espacio personal con ese ser querido encendiendo una vela o escribir en un papel todo aquello que quedó pendiente atarlo a un globo y lanzarlo al aire. Eso trae mucha paz interior y conexión con uno mismo, con el otro.
Hace un mes lo operaron a un muy amigo mío donde estuvo muy delicado por una gran infección en su cuerpo. Pasaban los días y reconozco que no podía pasar el momento de ir a verlo aunque sea cinco minutos. Y fue así ya un poco más recuperado, fui al Sanatorio donde estaba internado, pude pasar con él media hora y volví con mucha paz. Sabía que si le pasaba algo más grave no iba a sentir culpa de lo que no pudo ser…..igualmente tenía muchas necesidades de verlo.
Es importante la escucha de esas necesidades, el no dejar para mañana lo que puedo hacer hoy. Ir a visitar a esa persona, pedir perdón, dar gracias por lo vivido. Si hay alguien que hace mucho no veo, dejar lo que estoy haciendo e ir a verlo.
Para que al enterarnos de la partida de alguien podamos dar gracias por todo lo vivido, todo lo compartido con esa persona y vivamos en Paz.
Por Mariana Soiza Piñeyro (*)
(*) Licenciada en Relaciones Públicas y Consultora Psicológica.
Especializada en Cuidados al final de la vida y orientación a familiares, en Buenos Aires.
Fundadora de la Asociación Civil Almificar – Acariciando el Alma
Facebook /Almificar
Contacto: marianasoizapineyro@gmail.com
PE
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