Si de un equipo costaba esperar una sorpresa positiva en el Mundial, y encima ante una potencia como Alemania, era de México. El plantel había llegado a Rusia aquejado por las críticas a nivel local y luego de un escándalo por una fiesta con prostitutas que quebró cualquier esperanza de tranquilidad. Pero en el primer partido del grupo F, las Copas del Mundo volvieron a hacer su magia: gracias a un primer tiempo perfecto y un complemento en el que apareció la suerte necesaria para construir las grandes hazañas, los mexicanos le ganaron por 1-0 al campeón del mundo vigente y se llevaron la mejor victoria de su historia mundialista.
Quedó claro en el comienzo que México no quería conformarse con un papel secundario en la presentación de la Alemania campeona del mundo. Desde el arranque buscó que la gran potencia tuviera que seguir un libreto que no le gusta tanto y donde no puede hacer pesar su gran talento individual y colectivo de mitad de cancha hacia adelante: el de defenderse.
Aparecieron entonces situaciones de gol para los mexicanos, aunque un poco por el oficio del arquero Manuel Neuer y otro poco por falta de pimienta de Chicharito Hernández, se quedaron con las ganas de dar el gran grito. Del otro lado, Alemania buscaba amigarse con la pelota.
Dentro de un partido que al principio era parejo, los campeones del mundo encontraban sus mejores momentos cuando Mesut Ozil, hombre de talento enorme aunque algo discontinuo, agarraba la pelota en tres cuartos de cancha y movía los hilos. Pero los buenos intentos del crack del Arsenal no tenían eco en Khedira y Kroos, llamativamente imprecisos y superados por el mediocampo mexicano, ni tampoco en Muller y Draxler, sus compañeros en la línea de tres volantes ofensivos que disponía Low.
De a poco empezó a afianzarse cada vez más México, ante una Alemania inesperadamente confundida. Y cada vez empezó a crecer más la figura de Héctor Herrera, uno de los dos mediocampistas de marca en el esquema de Osorio. Para salir con soltura y ubicar arriba al activo Hirving Lozano, una pesadilla para el lateral derecho Joshua Kimmich.
Cuando los mexicanos empezaron a despilfarrar chances mientras Alemania no hacía pie, pareció que se daba aquella historia repetida del fútbol en el que un equipo que muestra buenas intenciones, y no golpea a la potencia cuando tiene que hacerlo, se queda con las manos vacías. Pero algo se iba a llevar México de ese momento dulce.
Iban 34 minutos cuando arrancó un contraataque mexicano a velocidad fulminante. La gran diferencia estuvo en un toque mágico de Chicharito que rompió la primera línea de la defensa alemana, y a partir de ahí todo se hizo de manera perfecta. La pelota volvió al del West Ham, que llevó los tiempos de la réplica con maestría y habilitó en el momento justo a Lozano. Y ahí estuvo toda la pericia que había faltado antes, para enganchar y hacer pasar de largo al marcador y luego definir con un tiro bajo que dejó sin recursos a Neuer. Había que creerlo: México le ganaba a Alemania, y estaba muy bien.
Pareció lógico que los dos quedaran un poco turulatos después del cambio en el resultado. Alemania apretó el acelerador y acarició el empate con un tiro libre de Kroos que manoteó Ochoa y pegó en el travesaño. Pero apenas se acomodaron un poco más, también México dispuso de buenas chances para aumentar su ventaja.
Mantuvo Alemania la agresividad en el comienzo del segundo tiempo. El que cambió fue México, que abandonó su postura ofensiva y empezó a defender cada vez más cerca del arquero Ochoa. Algo que entrañaba, desde ya, unos cuantos riesgos porque enfrente había un equipo especializado en aprovechar cada chance que le da el destino.
Aunque dispuso de algún contraataque aislado en el que Chicharito volvió a fallar en la puntada final, México ya estaba totalmente centrado en controlar al rival que en generar algo por mérito propio. Del otro lado, Low mandó a la cancha a Reus en lugar de Khedira para sumar fútbol aunque se perdiera un poco de marca.
Los roles empezaron a estar bien definidos y Alemania empezó a desperdiciar chances. Claro: ahora tenía enfrente una maraña de camisetas verdes que llegaban a defender con siete hombres dentro del área. Sin Lozano en cancha, Kimmich iba en todos los tiros y el central Hummels jugaba en tres cuartos de cancha para volver insoportable el asedio.
El final tuvo tintes de milagro. Con los centrales mexicanos despejando como se podía y aguantando el vendaval también gracias a un Ochoa que nunca pestañeó. También, cómo no, con ayuda de un palo salvador cuando Brandt empalmó un tiro furioso desde el borde del área. Ni toda la paciencia del mundo alcanzó para una Alemania que al final mereció la igualdad pero que se llevó una derrota que hasta compromete su clasificación. Del otro lado, a México le toca, esta vez sí, festejar un triunfo para toda la vida.
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