Después de una primera edición un tanto anodina, la segunda entrega del debate presidencial 2023, que se desarrolló anoche en la Facultad de Derecho de la UBA, mostró a los candidatos más dispuestos a confrontar, situación que los dejó más expuestos a equivocaciones a titubeos y a sus propias inconsistencias.
El más atacado fue Sergio Massa, le tiraron con el yate de Insaurralde, las tarjetas de “Chocolate” Rigau, la inflación más alta desde la última híper y con episodios de inseguridad. El candidato de UP logró capear el temporal con aplomo, no regaló frases desafortunadas a sus rivales, pero eso no impidió que los aspectos más flojos de los cuatro años de gestión del Frente de Todos quedaran expuestos para su pesar.
Quien sí tuvo problemas para contener los ataques de sus rivales fue Milei. El libertario volvió a la carga con su prédica anti-casta, pero Bullrich le replicó que tanto sus listas como su alianza con el histórico sindicalista Luis Barrionuevo iban en contradicción con esa consigna. “Se te metió la casta adentro… ¿crees que vas a poder cambiar algo con tantos chorros dentro de tu lista?”, descerrajó filosa la candidata de JxC.
El presidenciable de LLA quedó expuesto en una contradicción y se mostró errático en su respuesta. Titubeó y en ningún momento negó que sus listas tuvieran “chorros” y representantes de lo que él mismo define como “casta”, apenas consiguió articular un contrataque deslucido: “vos también tenés gente que viene de otros lados”, dijo, haciendo lugar a lo que se le objetaba.
El discurso de Milei, que resulta efectivo cuando expone en formato monólogo o con algún partenaire que no lo cuestiona, demostró no tener el mismo resultado cuando debe confrontar ideas o responder cuestionamientos.
Por otra parte, en el segundo debate se hablaron de temas en los que el economista se muestra menos sólido y sostiene posturas polémicas o directamente equivocadas, como la portación de armas, la venta de órganos o el cambio climático, fenómeno comprobado científicamente que el libertario niega con argumentos de escuela primaria.
Consultado sobre este último punto, Milei primero dijo que no negaba el cambio climático para luego dejar en claro que sí lo hace, incluso anticipó que de resultar electo retiraría al país del Acuerdo de París y de los compromisos de la Agenda 2030.
En la misma intervención en la que negó el cambio climático, también se opuso a la figura jurídica del femicidio.
La que más cambió de un debate a otro fue Patricia Bullrich, que ayer se mostró mucho más punzante, hasta por momentos agresiva con sus oponentes, y adoptó un tono más tribunero. Consiguió desestabilizar a los demás candidatos con algunos de sus ataques, especialmente a Milei, pero a la hora de desarrollar conceptos, volvió a mostrarse poco clara y debió leer para transmitir mensajes muy simples y cortos, como en la última intervención de un minuto.
Cuando el candidato libertario la puso a hablar de economía, Patricia se volvió a mostrar insolvente. Sigue confundiendo conceptos, “vos querés hacer puré las leliqs”, le dijo a Milei, como si eliminar la deuda comprometida a través de ese instrumento fuera algo indeseable.
Se la vio cómoda cuando le tocó hablar de inseguridad, pero difícilmente con esa prédica consiga ampliar su base electoral, aunque a esta altura de la campaña, recuperar parte del voto perdido no es una aspiración menor para la candidata cambiemita.
Massa volvió a tener una buena actuación personal. Demostró buen manejo ante distintas situaciones, controló los tiempos y los tonos, siempre se mostró sobrio y asertivo, aunque tal vez le faltó espontaneidad, y dejó en claro que tiene un profundo conocimiento del funcionamiento del Estado.
Pero ser el candidato del gobierno actual le pesó, especialmente en el segundo debate porque sus contrincantes lo atacaron todo el tiempo y lo pusieron a la defensiva. A pesar de ello no patinó, logró desarrollar los ejes discursivos que se propuso y fue el que más habló de sus propuestas de gobierno.
Juan Schiaretti estuvo más incisivo a la hora de interpelar a los demás candidatos, les habló menos a los cordobeses y se afirmó en el lugar de defensor de los intereses de las provincias. A Bullrich le recordó el apagón de obra pública durante el gobierno de Macri, el fracaso del Plan Belgrano y se acordó de la promesa incumplida del gasoducto del NEA.
Bregman volvió a mostrarse suelta, se lució poniendo en aprietos a Milei cuando lo interpeló por cuestiones ambientales y de derechos humanos, pero expuso una plataforma de gobierno solamente digerible para personas con altísimo nivel de socialismo en sangre.
Su idea de un gobierno que tome todas sus decisiones a través de un organismo consultivo en el que participe el conjunto de los trabajadores (algo parecido a los soviets del antiguo régimen comunista ruso) suena impracticable en Argentina, incluso a oídos del marxista más mentado.
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