“Veo al futuro repetir el pasado, veo un museo de grandes novedades”, cantaba allá por fines de los 80 el mítico Cazuza en su inmortal “El tiempo no para”, canción que en Argentina giró hasta el hartazgo en la versión de la Bersuit Bergarabat y a la que ahora los presidenciables de Juntos por el Cambio hacen constante homenaje en sus propuestas y apariciones públicas.
Hace algunos días a Patricia Bullrich se le ocurrió que la solución más efectiva para el problema de endeudamiento externo y para la normalización del sistema cambiario era recurrir a un “blindaje” del FMI y luego Horacio Rodríguez Larreta planteó la necesidad de desregular el mercado yerbatero porque eso de tener precios sostén le parece “demasiado engorroso”.
Aquello del blindaje ya fue probado con explosivo fracaso durante la gestión de Fernando De la Rua, dato que Bullrich no puede desconocer porque fue ministra de aquel trunco gobierno. El enésimo pifie discursivo no detuvo a la Piba que siguió hablando de economía y se volvió a declarar encima.
Afirmó que de resultar electa entraría con cámaras de TV al Banco Central para mostrar el nivel de reservas que efectivamente tiene país. Aparentemente la precandidata de JxC cree que en el Central hay una bóveda como la que tenía Tío Rico (los más jóvenes googleen) repleta de billetes y monedas de oro.
La desregulación del mercado yerbatero que propone Larreta nos remite inmediatamente a los 90, tristemente recordados como los peores años para los productores y trabajadores rurales misioneros. “Para entender bien el tema de la yerba, tenés los precios sostén toda esta parafernalia de un gobierno metiéndose: desregulación”, propuso el intendente porteño en una entrevista exclusiva con Misiones Online.
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La idea de correr de la escena al INYM y dejar que los precios de la yerba mate se definan en negociación directa entre los pequeños productores y los grandes industriales fue previsiblemente celebrada por el gobernador correntino, el radical Gustavo Valdés, quien defendió la idea: “tenemos que tener libertad de mercado, porque si no con la yerba terminamos perdiendo mercados. Hay que cambiar esa política”, dijo.
Lo de Valdés es entendible, dado que en Corrientes es mucho más relevante la industria que la producción y una medida como la desregulación, cuyo efecto inmediato sería una baja en los precios de la materia prima, beneficiaría a la molinería en detrimento de la producción. Algo que ya quedó demostrado durante la última experiencia desreguladora –bajo la gobernación de Ramón Puerta- cuando los precios de la hoja verde bajaron desde los 20 centavos de dólar hasta los 6 centavos de dólar por kilo (hoy se busca llegar al parámetro de los 50 centavos de dólar a tipo de cambio oficial).
En Misiones la situación es bastante diferente que la de Corrientes, si bien la Tierra Colorada también hay una importante presencia de la industria molinera, dentro de sus límites hay poco más de 12 mil productores de hoja verde que tienen menos de 10 hectáreas y su viabilidad depende directamente de los precios que reciban por su producto.
Coherente con la defensa de los intereses de los eslabones más numerosos y más desprotegidos de la cadena yerbatera, el gobierno provincial del Frente Renovador siempre se ubicó en el lugar de la defensa de los productores y de los tareferos.
Desde esa óptica consistentemente apoya a la producción en la mesa de concertación del INYM y, cuando no se llega a un acuerdo en ese marco, gestiona frente al Gobierno nacional de turno por un laudo que sea favorable para el sector primario y los trabajadores rurales.
El último laudo, que llevó el valor del kilo de hoja verde de 70 a 120 pesos en un semestre (el precio se fija dos veces por año), que fue considerado un logro histórico para los productores solamente fue posible gracias a un insistente lobby encabezado por el gobernador Oscar Herrera Ahuad.
A fin de cuentas se trata de una discusión en torno a la distribución de la riqueza que genera el negocio yerbatero. La cuenta es bastante sencilla, cuando el precio de la hoja verde cayó de 20 a 6 centavos de dólar, el sector industrial se quedó con 105 millones de dólares por año que antes iban a manos de los productores, tomando como base de referencia una cosecha anual de 750 millones de kilos de hoja verde.
cuando el precio de la hoja verde cayó de 20 a 6 centavos de dólar, el sector industrial se quedó con 105 millones de dólares por año que antes iban a manos de los productores,
Tomando en cuenta los precios actuales, el INYM cerró sus primeras dos décadas de vida propiciando la reversión de ese proceso de transferencia de recursos que volvieron a las manos de los productores y de allí a potenciar el consumo en prácticamente toda la provincia.
Es que cuando los precios se definen sin intervención estatal, la molinería concentrada negocia en una posición de fortaleza frente a una multitud de pequeños productores atomizados, a los que en esas condiciones no les queda otra alternativa que entregar su yerba a los precios que arbitrariamente establecen los molinos.
Organismos como el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) y antes la Comisión Reguladora de la Yerba Mate (CRYM), vienen a poner equilibrio en esa relación desigual entre pocas empresas poderosas y muchos productores con escaso poderío económico.
Por otra parte, el argumento según el cual la regulación estancaría el crecimiento de la actividad yerbatera y la desregulación permitiría a este sector desplegar todo su potencial, que es más o menos que planteó Larreta y que vienen sosteniendo desde hace años desde el puertismo (hoy representado por Pedro Puerta), ha demostrado ser una falacia.
Desde que el INYM comenzó a regular la actividad yerbatera no se produjo ninguna de las tragedias que pronosticaban desde el liberalismo desregulador: no se fundieron las industrias, no hubo pérdida de mercados ni reducción en las ventas. Por el contrario, los despachos de yerba mate al mercado interno se encuentran este año por encima de los máximos históricos y las exportaciones transitan un camino de progresivo crecimiento.
Desde que el INYM comenzó a regular la actividad yerbatera no se produjo ninguna de las tragedias que pronosticaban desde el liberalismo desregulador: no se fundieron las industrias, no hubo pérdida de mercados ni reducción en las ventas.
Pero lo más importante es que este crecimiento se produjo en condiciones más armónicas que las que imperaban en los 90. A diferencia de lo que ocurría en tiempos de desregulación, cuando la industria hacía fortunas mientras los productores eran obligados a vender sus chacras, hoy la industria sigue haciendo muy buenos negocios, pero los pequeños productores también ganan.
Siendo Misiones la provincia en la que habita más del 95% de los productores de yerba mate, la postura lógica para quien la gobierne sería la defensa del sector primario. En esa línea se inscribe el gobierno del Frente Renovador, que sistemáticamente rechazó los distintos intentos que hubo por desregular la actividad.
Durante el gobierno de Mauricio Macri fue el propio Presidente quien intentó hacerlo y más cerca en el tiempo, un proyecto de ley que cuenta entre sus autores al senador misionero de Juntos por el Cambio, Humberto Schiavoni.
La reciente propuesta de Rodríguez Larreta, sostenida por el correntino Valdés (una suerte de padrino del radicalismo misionero), generó rispideces entre los propios referentes del sector productivo que militan en las filas cambiemitas. Uno de los que salió a cuestionar frontalmente la idea de liberar el mercado yerbatero fue el productor y dirigente rural Cristian Klingbeil, quien fuera candidato por el radicalismo en las últimas elecciones provinciales. “Con el cuchillo entre los dientes vamos a defender al INYM. La única lealtad es con el productor. Con el INYM no se jode”, se despachó.
Argentinos, a las urnas
A una semana de las PASO y con el antecedente de varias elecciones provinciales, el principal enemigo que enfrentan todos los frentes y partidos es la apatía del votante. La lectura que hacen los analistas es que el desinterés pasó a ser la emoción predominante en el espíritu del votante. La clase política argentina ya ni siquiera genera bronca, solo indiferencia.
El promedio de participación en las elecciones provinciales que se realizaron en lo que va del año no alcanza el 65%, 10 puntos porcentuales por debajo de lo observado en los procesos electorales anteriores.
Las encuestas y análisis cualitativos realizados en los últimos meses revelan un divorcio entre un conjunto de candidatos sumergidos en disputas de poder y un electorado que no encuentra entre los dirigentes políticos a ningún referente que le genere expectativas reales de solución para problemas centrales como la inflación, la pérdida del poder adquisitivo del salario, la inseguridad o la falta de oportunidades de desarrollo personal.
Uno de los indicadores a los que siempre prestan atención los analistas de la política es el Índice de Confianza en el Gobierno que elabora la Universidad Torcuato Di Tella, porque de una lectura retrospectiva se verifica una relación directa entre este índice y la cantidad de votos que recibe cada gobierno.
El índice se basa en una encuesta nacional y se mide en una escala que va a 0 a 5, siendo 5 el valor que indica mayor confianza en el gobierno. Los picos más altos se registraron en los primeros años de las gestiones de Néstor Kirchner y de Alberto Fernández, ambos apenas por debajo de los 3,5 puntos y los niveles más bajos se dieron durante el final del gobierno de Fernando De la Rua y la desprolija transición que siguió a su renuncia, cuando este índice se ubicó por debajo de los 0,4 puntos.
Scioli y Macri perdieron sus elecciones en las que iban como candidatos oficialistas con niveles de confianza en el gobierno que oscilaron entre los 1,8 y los 2 puntos. El último registro de julio muestra a la gestión de Alberto con un nivel de confianza de 1,2 puntos.
En otras circunstancias un valor tan bajo de confianza en el gobierno garantizaría una derrota para el oficialismo, pero eso no es lo que muestran las encuestas en las que Sergio Massa se mantiene como un candidato competitivo e incluso se perfila como el potencial ganador en las PASO.
Por un lado eso responde a que la sociedad encuentra en Alberto y en Cristina a los principales responsables de un gobierno al que consideran un fracaso y buena parte del electorado encuentra en el ministro de Economía a una figura que logró poner orden en una situación que parecía condenada al desmadre y que además consigue generar expectativas positivas aún en un panorama de alta incertidumbre.
buena parte del electorado encuentra en el ministro de Economía a una figura que logró poner orden en una situación que parecía condenada al desmadre y que además consigue generar expectativas positivas aún en un panorama de alta incertidumbre.
También opera el hecho de que la oposición tampoco genera confianza. A Juntos por el Cambio le pesa la mochila del pésimo gobierno de Macri que empeoró las condiciones de la economía sin necesidad de una pandemia, una guerra o una sequía. De hecho durante su gestión se produjo el más fenomenal ingreso de divisas, casi todo vía préstamos que hoy estamos pagando, sin que esa circunstancia se tradujera en algún beneficio de cualquier tipo.
Los únicos ganadores de los cuatro años de macrismo fueron los especuladores que se valieron de la liberación del mercado cambiario para desatar un festival de fuga de divisas que llevó al país a comprometerse con el crédito más grande de la historia del FMI.
Como tercero en discordia aparece el economista Javier Milei, cuyas propuestas extremas (y para algunos descabelladas) y su discurso explosivo contra la clase política tocaron la fibra del hartazgo social, pero también las del temor al caos absoluto. Las denuncias por supuesta venta de candidaturas y manejos poco claros de los fondos de campaña lo hicieron cotizar a la baja en las últimas semanas.
El Gobierno nacional no enamora y la oposición no ilusiona.
La gente no termina de entender para qué sirven las PASO, una elección que no define nada, más que alguna que otra interna que tiene sin sueño a un puñado de dirigentes políticos y que a la gente le importa menos que nada.
En Misiones, el presidente de la Legislatura, Carlos Rovira, siempre se mostró en contra de cargarle los problemas de los partidos políticos a la gente y considera que las PASO son innecesarias y a futuro se deberían eliminar.
Además, por la encarnizada interna en Juntos por el Cambio, los resultados de las PASO no servirán en gran medida como anticipo de lo que podría ocurrir en las generales. Los analistas y encuestadores coinciden en que entre 20 y 40 por ciento de los que voten al precandidato que resulte perdedor en la interna de JxC no votarían al mismo partido en las generales.
Con lo cual es muy probable que JxC sea el frente más votado en las PASO, pero nada garantiza que pueda conservar ese status en las generales y mucho menos en un balotaje que parece inevitable.
Panorama misionero
La mala imagen de la oposición y los tropiezos discursivos de los presidenciables de JxC, especialmente de Larreta que llegó a Misiones agitando las banderas de la desregulación yerbatera, pero también de Bullrich que no para de desnudar su propia inconsistencia cada vez que habla de cualquier cosa distinta al combate de la delincuencia, tuvieron un impacto directo en las chances electorales de los opositores misioneros.
Con figuras que han demostrado en elecciones anteriores una muy escasa capacidad de seducir al electorados, los opositores misioneros se apoyan en los candidatos nacionales a los que respaldan y les prometen fidelidad y alineamiento absoluto a cambio de colgarse de sus boletas.
El empresariado misionero, que en algún momento demostró afinidad con el macrismo, hoy valora la bonanza que llega de la mano de los compradores brasileros y paraguayos gracias a un tipo de cambio favorable y siente desconfianza de la forma en que la oposición podría manejar la economía.
El recuerdo fresco del puente repleto de misioneros yendo a comprar a Paraguay y a Brasil durante el gobierno de Macri los desanima a inclinarse por cualquiera de quienes hoy se disputan la sucesión del expresidente dentro de Juntos por el Cambio.
Por otra parte, el Gobierno provincial se las ingenia en un contexto económico difícil para continuar inaugurando obras de infraestructura que le cambian la vida a la gente y potencian al aparato productivo e industrial. Esta semana fue la inauguración de una central de energía en Wanda con una inversión de seis mil millones de pesos que permitirá duplicar la potencia en todo el Alto Paraná, una zona productiva por excelencia.
En los pasillos de La Rosadita se entusiasman con las últimas encuestas que sugieren que el ausentismo en Misiones estaría concentrado en el electorado opositor al gobierno nacional (que es la fuente de la aspiran abrevar los candidatos misioneros de JxC) y que buena parte del electorado desencantado con el gobierno de Alberto también está disconforme con las opciones opositoras y se limitaría a votar solamente a la lista de legisladores de la renovación.
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