Juntos por el Cambio nunca estuvo tan cerca de romperse. Lo reconoció el presidente de la UCR, Gerardo Morales, que encendió todas las alarmas con una sola frase: “no descarto una ruptura”. Lo deslizó el expresidente Mauricio Macri como quien abre un paraguas por las dudas: “no descarto una ruptura” y la presidenciable Patricia Bullrich fue un poco más lejos y ya empezó a repartir culpas ante un hecho que parece inminente cuando dijo que habrá ruptura o no la habrá dependiendo de lo que haga su enemigo íntimo, Horacio Rodríguez Larreta.
Desde el círculo más estrecho al jefe de gobierno porteño alimentaron las sospechas de la exministra de seguridad de Macri dejando trascender versiones de un armado paralelo que contendría al universo moderado de Juntos por el Cambio, sumaría al peronismo no kirchnerista y buscaría seducir al súper ministro Sergio Massa, algo que desde las filas del tigrense se ocuparon de desestimar de plano.
Hasta se difundió la denominación que tendría este nuevo frente “Hacemos Juntos”, una apelación a la mística de la unidad para ponerle nombre al resultado de una fractura.
El último desencuentro que agitó la interna de JxC y lo puso de nuevo al borde del quiebre, fue la intentona de Rodríguez Larreta de incorporar a la alianza opositora al gobernador cordobés Juan Schiaretti, figura más destacada de lo que queda del peronismo federal y del libertario José Luis Espert, con la intención de ponerlo a competir por la presidencia.
El intendente porteño justificó las incorporaciones con el argumento de “agrandar el espacio” y desde el eje Macri/Bullrich objetaron que no se podía sumar gente con el cronograma electoral tan avanzado. Lo real es que ni a Larreta le importa mucho eso de agrandar la alianza, ni a Bullrich y Macri les preocuparía en otro contexto eso de cambiar el escenario a semanas del cierre de las listas.
Lo que uno y otros buscan con cada movimiento es desgastar a su contendiente, restarle posibilidades en la interna. Larreta lo quiere a Espert como candidato a presidente para limar votos de Bullrich y a Schiaretti para mejorar su performance personal en Córdoba, distrito clave para las aspiraciones del PRO.
Más allá de estas zancadillas propias de una interna virulenta como la que atraviesa la alianza opositora, lo que la tiene al borde de la desaparición es la pérdida de consistencia ideológica o programática y su progresiva pérdida de utilidad como herramienta para llegar al poder.
La crisis cambiemita inicia con el vencimiento del contrato ideológico que le dio forma en 2015. Macri era por entonces un líder de centro derecha con el voto asegurado dentro de ese espectro pero con la necesidad de sumar adhesiones de centro y centro izquierda para convertirse en presidente.
Con esa idea fue a buscar a la UCR y a la Coalición Cívica, que por aquellos días corría por izquierda al kirchnerismo. Pero ocho años después el escenario se modificó por un cambio en el electorado y por el surgimiento de una nueva derecha capaz de disputarle los votos conservadores al PRO, que entonces se corrió a la diestra y quedó ideológicamente muy lejos de sus socios.
Lo explicó Elisa Carrió en un reciente curso virtual del Instituto Hannah Arendt, “Macri a quien yo acompañé y donde el acuerdo era para ser un espacio de centro se ha corrido a un espacio más cercano al de Milei”.
“Ese espacio va por un ajuste muy brutal sobre las clases medias, brutal en 4 meses. Y va bancando la noción de orden, un orden que no proviene de la justicia, la república o los Derechos Humanos, sino en la noción de un orden de que hay que reprimir hasta matar si es necesario… si a la violencia ilegítima que se vive en las calles se le agrega la represión indiscriminada para construir el orden, terminamos en un juzgamiento por delitos de lesa humanidad, donde van a ser juzgados ministros y presidentes”, continuó Carrió.
La fundadora de la Coalición Cívica expresa con claridad el abismo ideológico y programático que separa a los socios de JxC, alianza que a pesar de ello se mantiene unida porque sus dirigentes más encumbrados la ven como una herramienta útil para acumular poder.
Larreta y Bullrich comparten espacio a pesar de que piensan completamente distinto porque entienden que la marca de JxC les da más posibilidades de convertirse en presidentes. Los radicales lo hacen porque ambicionan los cargos a los que no podrían llegar corriendo solos, el mismo motivo por el que Carrió sigue junto a quienes califica como potenciales delincuentes de lesa humanidad.
Pero en los últimos meses también entró en discusión esa supuesta efectividad de la marca JxC para ganar las elecciones, con lo cual se diluyó el único pegamento que mantenía unida a esta alianza y eso profundizó la crisis.
Esa pérdida de efectividad del frente opositor es el resultado de una sangrienta interna que tuvo dos efectos puntuales: el primero es la pérdida de intención de voto de la alianza, que de acuerdo a todas las encuestas perdió 10 puntos en lo que va de 2023 y el segundo es el hecho de que los dos principales candidatos presidenciales de ese espacio ya no se trasladan votos entre sí. Es decir que no todos los que votarían a Bullrich en las PASO votarían a Larreta en primera vuelta si su candidata perdiera la interna y viceversa.
Estas dos cuestiones quedaron reflejadas en una encuesta de la consultora Aresco, de Julio Aurelio, que mostró a Juntos por el Cambio con 32,6%, seguido por el Frente de Todos, con 30,3%, Javier Milei con 25,5% y el Peronismo Federal con 3,3%. Esta última fuerza confirmó en los últimos días que no presentará candidaturas, con lo cual habrá que ver dónde van esos 3,3 puntos porcentuales, en otro escenario no sería un factor determinante, pero en el actual escenario de paridad sí lo es.
Pero en los escenarios de primera vuelta ninguno de los dos candidatos de JxC consigue conservar los 32,6 puntos que suma el frente en las PASO. Bullrich es la que más se acerca, con 26,5% mientras que Larreta se queda con 25,9%.
La particularidad de la interna cambiemita es que su resultado incide directamente en los demás frentes, porque una victoria de Larreta beneficiaría a Milei que se quedaría con una parte del voto de Bullrich, lo que le permitiría entrar al balotaje, cosa que no ocurriría si La Piba ganara su interna.
En un escenario en el que todos los caminos conducen a la ruptura de JxC, el único factor que podría evitar esa posibilidad es el calendario electoral, porque el miércoles próximo se cumple la fecha límite para la inscripción de alianzas y en dos semanas cierra la inscripción de candidatos.
Si Juntos por el Cambio no se rompe, será solo por falta de tiempo para que sus integrantes construyan otros armados.
Todos los caminos conducen a Massa
En el Frente de Todos el panorama está bastante más claro. Con Alberto fuera de escena y el kirchnerismo conviviendo en armonía con el massismo, el ruido interno bajó significativamente sus decibeles y hoy la discusión se reduce a si habrá más de un candidato en las PASO.
Desde el eje Massa-K pretenden una lista de unidad, opción que un grupo de gobernadores apoyó explícitamente esta semana. Los mandatarios provinciales no están tan interesados en el nombre del candidato oficialista como sí lo están en evitar una disputa que les dificulte la gobernabilidad, como ya ocurrió hace menos de un año.
En la lógica del poroteo electoral, el temor de quienes se oponen a unas PASO con internas es salir de esa elección con dos “candidatos enanos” que se ubiquen por debajo del 20% y ninguno de ellos consiga colarse entre los tres primeros. Argumentan que para llegar a las primarias con chances de entrar al balotaje necesitan un candidato que se acerque a los 30 puntos, lo que resultaría imposible si el FdT divide su caudal de votos en dos candidatos.
Desde el kirchnerismo y el massismo intentan convencer al resto de la alianza respecto a la inconveniencia de repetir el error en el que incurrió JxC, que como resultado de una interna sin cuartel enfrenta la posibilidad real de quedarse afuera de la segunda vuelta de una elección que hace apenas algunos meses parecía que tendría a esa fuerza como ganadora segura.
El inconveniente es que no aparece un candidato que sintetice a las distintas expresiones que conforman el frente, ni tampoco uno con el suficiente respaldo popular para desanimar a los demás contendientes.
El ministro de Economía y la Vice dan por sobreentendido que el candidato de unidad debería salir de sus filas (Massa, Kicillof o Wado De Pedro), pero el pichichi Daniel Scioli no tiene intenciones de bajar su postulación.
Durante la semana desde el massismo dejaron trascender que el tigrense podría renunciar si el embajador en Brasil no deponía sus ambiciones presidenciales, pero el Pichichi resistió y hubo que salir a desmentir la renuncia antes insinuada.
Finalmente el sábado habló Massa en el Congreso del Frente Renovador, “lo mejor es la unidad, pero si se decide que haya PASO, allí vamos a estar”, dijo en una frase que marcó un cambio en su discurso en dos sentidos: por primera vez se lo escuchó resignado a unas PASO con más de un candidato y por primera vez habló de elecciones en primera persona.
El ministro a quien todos ponen en la lista de presidenciables pero que hasta ahora se había mostrado reticente a asumir su propia candidatura, parece por fin haber mostrado sus cartas. En realidad no él sino su esposa, Malena Galmarini, quien dejó la definición más fuerte de la tarde: “muchas veces nos golpearon y nos pegaron en el piso. Y acá estamos, indestructibles, porque tenemos al mejor líder. Y cuando los argentinos le den la oportunidad va a ser el mejor presidente”, dijo antes de dejar lugar a los aplausos.
Por el lado del kirchnerismo, bajó la intensidad del operativo para instalar la candidatura de Wado De Pedro, que a dos meses y medio de las primarias luce como una figura muy poco conocida como para ser un contendiente real.
Con Cristina fuera de la discusión, el jugador que queda en cancha es el gobernador bonaerense Axel Kicillof. Pero anotarlo a la carrera presidencial implicaría perderlo para una eventual reelección y perder la provincia de Buenos Aires sería para el kirchnerismo lo más parecido a una condena a la desaparición.
En ese escenario, salvo que Scioli meta un batacazo histórico como el de Menem contra Cafiero, todos los caminos del FdT conducen a Massa.
Un poco por mérito propio y otro poco por fracasos ajenos, el ministro de Economía se convirtió en una figura que consiguió aglutinar el respaldo político del kirchnerismo, dato central para tener gobernabilidad, y de un número importante de jefes territoriales (gobernadores e intendentes) sin resignar su perfil de dirigente pro-mercado que supo militar en la UCeDe, lo que lo acerca al establishment financiero y empresarial del país y del mundo. Es un hombre con llegada directa a las más altas esferas de poder en Washington y que es recibido en China con los honores que se reservan a un jefe de Estado.
Alguna vez la librepensadora Moria Casán definió a Massa como un dirigente que “no tiene cintura política, sino que directamente juega al hula hula con la política”. El tiempo parece haberle dado la razón.
El dilema de la tijera
El principal enemigo que enfrenta el proyecto Massa 2023 es la economía. La catastrófica sequía postergó las expectativas de llegar a las elecciones con una mejoría que sea perceptible a los bolsillos de la clase trabajadora y el peso de la deuda con el FMI conspira contra cualquier forma de política económica expansiva.
El riesgo más inmediato que enfrenta la precaria situación de la economía nacional es una nueva corrida cambiaria que tendría efectos severos en la inflación, lo que a su vez impactaría de lleno en la pobreza.
Para espantar ese fantasma, el titular del Palacio de Hacienda negoció la ampliación en 10 mil millones de dólares del swap con China, pero necesita además renegociar las condiciones del acuerdo con el FMI porque a la luz de la pronunciada caída de las exportaciones del agro el cronograma de vencimientos de la deuda tomada por Macri se vuelve poco menos que impracticable.
Economía pretende que el FMI adelante la totalidad de los desembolsos previstos para el año en curso y autorice al Gobierno a utilizar la mitad de ese dinero para intervenir en el mercado cambiario a efectos de conjurar corridas contra el peso.
Massa esperaba viajar a Estados Unidos pocos días después de volver de China, pero las negociaciones con el organismo de crédito se estancaron. De acuerdo a lo que dejaron trascender fuentes de Hacienda, el FMI estaría dispuesto a adelantar 50% de los desembolsos y habilitar que solo un 20% de esa cantidad pueda ser usada para sostener al peso.
El tiempo corre en contra de la posición Argentina, porque para el 21 y el 22 de junio están pautados vencimientos de deuda por casi 2.700 millones de dólares y el objetivo de Economía es resolver la negociación antes de esa fecha.
El otro punto en discusión pasa por la pauta de déficit fiscal. Massa pretende que el FMI la flexibilice porque el ajuste empieza a sofocar el crecimiento de la actividad económica. Además el ministro de economía es consciente de las dificultades que implica hacer campaña con la tijera en la mano.
Capital del empleo
El modelo económico de Misiones volvió a dar muestras de vigor esta semana cuando se conocieron nuevos datos de empleo, tal vez la variable económica que tiene incidencia más directa en la calidad de vida de la gente.
De acuerdo a datos del ministerio de Trabajo de la Nación, la cantidad de trabajadores registrados del sector privado en la provincia aumentó 5,2% en marzo en comparación a igual mes del año pasado.
En términos más concretos: 5.330 personas consiguieron trabajo en blanco en alguna empresa en Misiones durante los 12 meses que van de marzo del año pasado a marzo de 2023.
El sector de la construcción tiene particular protagonismo en este proceso. Según un estudio del Consejo Regional del Norte Grande Argentino, en marzo Misiones lideró la creación de empleo en la construcción a nivel nacional, con un aumento del 8,8% comparado al mes de febrero, lo que significó 789 nuevos empleos.
Otro sector que viene traccionando inversiones es el turismo. Muchos proyectos que habían quedado suspendidos por el efecto de la pandemia se reactivaron a partir de la notoria recuperación que tuvo esta actividad.
Solo en Puerto Iguazú hay cuatro proyectos que demandaron inversiones millonarias en dólares que están próximos a inaugurarse. Dos apuntan al turismo sustentable: un glamping en medio de la selva y un mercado de productos gourmet. Las otras dos están orientadas al turismo de eventos y espectáculos, la más importante es un centro de convenciones para 8.000 personas, que será el más grande de la provincia, la otra es un salón para 250 personas equipado con tecnología de última generación para espectáculos.
Las exportaciones de yerba mate registraron en el primer cuatrimestre un incremento de 35% y con casi 13 millones de kilos despachados, llegaron al volumen más alto para un cuatrimestre del que se tenga registro.
El té misionero se abre caminos en destinos no tradicionales como Nueva Zelanda y actividades como la producción de almidón están funcionando a plena capacidad.
A pesar de una economía nacional sumida en una profunda crisis, Misiones se muestra solvente, pujante y sólida gracias a un modelo económico que se las arregló para apuntalar el crecimiento de la producción y del consumo sin poner en riesgo el equilibrio fiscal.
La política aporta la dosis de previsibilidad necesaria para que las inversiones encuentren territorio fértil para desarrollarse y generar puestos de trabajo y riqueza.
Ese contexto posibilitó el contundente resultado electoral a favor del Frente Renovador el último 7 de mayo frente a una oposición que intentó trasladar a Misiones el clima de disputa interna que impera en la conducción nacional de Juntos por el Cambio.
El orden y crecimiento hace que tampoco prendan en Misiones las propuestas rupturistas y de ajuste salvaje que vociferan los adherentes a Javier Milei e intentan copiar los referentes de Juntos por el Cambio. Atentar contra los sueldos de los empleados públicos y de los jubilados o dejar sin fondos a la educación y la salud son propuestas que no terminan generando atractivo en esta parte del país.
De cara a las elecciones nacionales, los opositores misioneros no hacen más que trasladar a la provincia las internas que están consumiendo a Juntos pro el Cambio. La interna ya no es entre el PRO y la UCR sino que también hay peleas dentro de cada uno de los partidos.
El problema para los cambiemitas misioneros es que allí no rige aquello de que el ganador encabeza y los demás acompañan, lo sabe bien Martín Arjol quien después de lograr su candidatura a gobernador frente a las aspiraciones de las demás facciones vio como sus propios correligionarios lo dejaron solo en una deslucida campaña.
En el PRO los hermanos Schiavoni desoyen la ley primera del gaucho Fierro y replican en Misiones la interna Bullrich-Larreta con la muy factible posibilidad de que se los devoren los de afuera.
Frente a este panorama, las últimas encuestas muestran un crecimiento de la abstención, sobre todo en el sector que alguna vez votó o pensaba votar a Juntos por el Cambio.
El Frente Renovador cuenta con la ventaja de tener una oferta electoral definida desde mucho antes del cierre de candidaturas que está integrada por dirigentes con alto nivel de imagen positiva, como Carlos Arce y Sonia Rojas Decut que buscarán un lugar en el Senado y el deportista Daniel Vancsik y Yamila Ruiz que harán lo propio en la Cámara baja. Es una oferta previsible, seria, con trayectoria y conocida por los misioneros.
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