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Crece la polémica en torno a la sesión de Shakira: la acusan de cosificar a las mujeres

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Polémica con Shakira

Cuatrocientas mil reproducciones en YouTube en solo cuatro minutos. Ahora, dos días después, más de cincuenta millones. Tal fue el impacto de la BZRP Music Session #53, la más reciente entrega de las tradicionales sesiones lideradas por el productor musical argentino Bizarrap. Residente, Duki, y Quevedo fueron algunos de los artistas que participaron en alguna de las más de cincuenta piezas musicales. Para la quincuagésima tercera, la invitada sería una de las más ambiciosas hasta ahora: la colombiana Shakira, una de las cantantes latinas más influyentes de todos los tiempos.

Apenas lo anunció Bizarrap en su cuenta de Twitter, la expectativa no hizo sino crecer hasta límites insostenibles. La cantante venía de un muy reportado divorcio con Gerardo Piqué, el exfutbolista que hizo de las suyas en el Barça, y tal fue la polémica suscitada que muy pocos pudieron escapar de al menos un dato de color sobre el hecho. Lejos habían quedado las historias optimistas que anunciaban el plan de la pareja de enseñarle cinco idiomas a sus hijos. Lejos las publicaciones en Instagram que servían para pintar una imagen de ensueño.

Todos estaban expectantes, en esencia, de una sola cosa: el drama. Porque el grueso de la popularidad de la canción iba a estar en una vista inédita dentro de la relación actual entre Shakira y Piqué, evidentemente deteriorada después de escándalo tras escándalo. Más en el fondo, sin embargo, se hallaba el verdadero quid de la cuestión: un enfrentamiento superfluo entre personas con intereses totalmente ajenos a la mayoría de quienes sirven de audiencia. Pasa lo mismo con incontables otras personalidades, como Wanda Nara, que se alimentan de la interacción que se genera al difundir situaciones dramáticas ante una amplia audiencia. Pero estas interacciones son solo posibles por la diferencia de clase entre el que entretiene y quien se entretiene — porque nadie divulgaría a nivel internacional, todo el tiempo, el drama de un vecino que nadie conoce, o los problemas de alguien pobre y sin acceso al capital necesario para sostener un entretenimiento como ese. No muchos tienen el número de seguidores de Shakira, no muchos el de Piqué o Wanda Nara. Muchos menos tienen ese nivel de injerencia en la cultura popular.

¿Y por qué lograron cultivar ese nivel tan alto de injerencia? Porque ayudan a crear, directa o indirectamente, una opinión favorable sobre el modo actual de hacer las cosas. Nunca proponen una visión circunstancial, reveladora, o verdaderamente empoderadora, y si dicen hacerlo, en realidad ofrecen una alternativa parcial que disfraza la raíz de los problemas, pero que nunca se atreve a ser algo más. Esto sucede, por ejemplo, con las campañas de donaciones organizadas por Santiago Marateas, que, a pesar de ser inescrutables en un vacío, son algo dudosas en un mundo donde todo está relacionado con todo. Marateas, con su crianza privilegiada, está relacionado con su decisión de ser influencer y su decisión de empezar estas campañas, que siempre – vaya casualidad – vienen acompañadas de un mensaje implícito en contra de cualquier rol del Estado en mejorar la calidad de vida de los habitantes.

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Es algo político, al igual que sus conexiones partidarias, y lo mismo pasa con Shakira. En el caso de la Music Session, la forma que tiene la cantante de hacer política no es necesariamente partidaria, sino más bien sistémica: ofrece un mensaje aparentemente feminista, pero encerrado en los límites de una sociedad que es machista. Al igual que los otros ejemplos mencionados, no se atreve a salir de la forma actual de hacer las cosas porque no está en su interés. Shakira facturó millones gracias, precisamente, a la forma actual de hacer las cosas. ¿Por qué estaría en contra de ellas? Pero, sin embargo, este es el mensaje que se transmite en algunas interpretaciones, uno de rebeldía a favor de la autonomía de todas las mujeres del mundo.

Esto no es así. Shakira no es como todas las mujeres del mundo. Si fuera parte de algún estudio sobre poder adquisitivo, por ejemplo, desviaría el cálculo del promedio de una forma bastante pronunciada. Ese único factor ya nos permite verlo a todo con diferentes ojos. ¿De dónde viene su mensaje y qué intereses yacen detrás de él? En un verso bastante cuestionado por algunos que piensan de forma similar, Shakira compara a la actual pareja de Piqué con un reloj Casio y a ella misma con un Rolex. Obedeciendo a la forma actual de hacer las cosas, este mensaje se interpretaría de una forma empoderadora y totalmente feminista: Shakira tiene autoestima y no tiene miedo de demostrarlo. Esta es la forma en la que varios lo interpretan. Para otros es diferente. “Shakira se cosifica y cosifica denigrando a la nueva pareja de su ex,” tuiteó la usuaria @NoorAlamarty. “Somos humanas, no objetos,” afirmó, más tarde agregando que “(saber ir) consiste en dejar de vivir en torno al rechazo de un hombre.” Sobre otro verso de la canción, en el que Shakira dice que “las mujeres ya no lloran / las mujeres facturan,” la periodista Julia Mengolini afirmó, con mucha razón, que “la mayoría de las mujeres seguimos llorando y algunas pocas tienen el privilegio de facturar.”

Según un informe de la Organización Mundial del Trabajo, parte de las Naciones Unidas, la diferencia del monto ganado por hombres y mujeres favorece a los primeros en la absoluta mayoría de países del mundo. En Corea del sur, por ejemplo, la diferencia es de más del 30%. Las posiciones de autoridad dentro de la mayoría de empresas son ocupadas por hombres. Y, aunque muchas personas poderosas se pronunciaron en contra de esta realidad y se comprometieron a reducir la diferencia entre las ganancias de hombres y mujeres, logrando (principalmente debido a regulaciones estatales) que el porcentaje se redujera profundamente en las últimas décadas, esto no soluciona el problema.

El problema de las diferencias económicas entre los hombres y las mujeres es el resultado de muchos factores que confluyen y actúan de manera dinámica e interrelacionada, pero todos tienen su origen en el método actual de hacer las cosas, el sistema. Tal complejidad de variables no se soluciona comprometiéndose a contratar más mujeres, de la misma forma que el cáncer no se cura comprometiéndose a estudiarlo. No solo es necesario, primeramente, hacerlo, sino que también es necesario pensar en lo que viene después. Cuando se encuentre la cura al cáncer, ¿quién va a financiar su accesibilidad y quiénes podrán acceder a ella? ¿cómo será distribuida esta cura? ¿qué patentes y propiedad intelectual estarán impidiendo que circule libremente? Y un largo etcétera.

De la misma forma, si es que el porcentaje de ganancias entre hombres y mujeres llegue a ser más similar, ¿qué se hará con respecto a la vulnerabilidad laboral? ¿con las injustas condiciones de trabajo que muchas veces se presentan como empleo digno? Estas cuestiones también repercuten directamente en la condición de la mujer, porque el centro del tema no yace solamente en que Shakira es una mujer que transmite una visión dudosa sobre lo que significa la liberación, sino también en cómo este mensaje está basado en, y da por sentado, el privilegio de ser rico.

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Hace unos meses eran noticia los problemas legales que aquejaban a Shakira. Según se decía, la cantante había evadido millones de euros en impuestos. Así lo había escrito un juez, y las pruebas no faltaban. ¿La respuesta de ella? “El fiscal recurrió al modo incorrecto de aplicar presión, tal y como se lo hace diaria e injustamente a miles de contribuyentes.”

Primero que todo, habría que averiguar a qué tipo de contribuyentes se refiere, si a unos de clase alta, media, y/o baja, y segundo, cuál es su concepto de contribuir al Estado mediante impuestos, porque si denunciar una defraudación de impuestos genera en su cabeza la palabra “injusticia,” entonces no sería muy ilógico pensar que asocia a los impuestos con el acto de robar. Esta es otra indicación de la lejanía que personas como Shakira tienen del común de las personas: cuando se enferma, Shakira tiene acceso a los mejores médicos que el dinero pueda pagar; cuando una persona sin su mismo nivel adquisitivo se enferma, y sin la intervención del Estado y, por consiguiente, de los impuestos, entonces no tendrá modo de acceder a esas prestaciones. El escenario se vuelve, entonces, aún más desigual para aquellos que ya son maltratados, de por sí, por la forma actual de hacer las cosas.

Shaki, canta por mí que lo bañaba en el hospital recién operado de un cáncer y mientras me iba a la casa a vestir metía a la otra en la habitación de la clínica,” tuiteó de igual manera la usuaria @putagoras, haciéndose eco, tal vez sin querer, de la diferencia de impacto general que tiene una historia similar en alguien de una clase económica y poder adquisitivo inferior. “Shaki,” respondió otra usuaria, “canta por mi mamá que mi papá la engaño y tuvo a dos mujeres embarazadas al tiempo, la esposa y la moza, me negaba, se robaba mis pañales y leche que con mucho esfuerzo me compraba mi mamá para su otro hijo.”

El machismo existe en todas las clases, es verdad, pero igualmente es interesante cuestionarse el por qué esto es y cuál es su relación con el sistema que las hace posibles. Después de todo, alguien como Shakira tiene muy pocas posibilidades de “ser despedida” o terminar en la intemperie. ¿Cuántas son las mujeres de clase media y baja que sí viven bajo este riesgo constante y no tienen los medios para salir de él? ¿Cuántas son las personas, en general, que deben limitarse a ser explotados a más no poder con tal de tener un diminuto sueldo en vez de no tener nada? ¿Cuántas son las personas que reciben un sueldo un poco más alto pero que igualmente terminan sin nada porque siempre habrá gente más desafortunada dispuesta a hacer el mismo trabajo por menos, a ser más explotadas aún? Seguramente haya más personas así que personas como Shakira, y es imperante tener en cuenta esto al momento de analizar su nueva canción.

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