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Análisis semanal: Los tres años de Alberto y un día clave para la zona aduanera de Misiones

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Hace exactamente tres años el experimento político diseñado por Cristina Kirchner con el objetivo inmediato de ganar las elecciones de 2019 asumía la conducción de los destinos del país. Como en ocasiones anteriores (la Alianza UCR – Frepaso y Cambiemos por ejemplo) un armado que demostró ser efectivo para ganar una elección, no lo fue para gobernar.

Sería injusto desconocer que a este Gobierno nacional le tocó enfrentar situaciones adversas  extraordinarias, como la pandemia y la guerra en Ucrania. Y que además tuvo que lidiar con la pesada herencia que dejó la nefasta administración de Cambiemos. Pero ni el Covid, ni las ambiciones expansionistas de Putin, ni la deuda fugada de Macri fueron tan responsables del fracaso de este gobierno como sí lo fue su encarnizada interna.

Las pujas de poder y las peleas palaciegas desterraron cualquier atisbo de coherencia, valor esencial para cualquier construcción política.

Cristina le entregó la presidencia a Alberto, pero no el poder. Lo cual no sería un problema tan grande si ambos pensaran más o menos lo mismo respecto a cuestiones centrales como el manejo de la economía, el nivel de intervención que debería tener el Estado en esa economía y de qué manera lidiar con una justicia partidizada.

Cristina nunca estuvo de acuerdo con Alberto y Alberto nunca se resignó a cumplir el papel de títere pero tampoco se animó a confrontar abiertamente. Hace tres años que el Presidente no va ni viene, procrastina a medio camino de todo y esa indecisión cansó hasta a sus más cercanos colaboradores que fueron desplazados o pegaron el portazo hastiados del constante ataque kirchnerista y la falta de respaldo de Alberto.

No hay unidad de mando, en cambio hay una estructura administrativa loteada con funcionarios que responden a distintos jefes, incluso dentro de una misma cadena de mando.

El Gobierno de Alberto y Cristina inicia su último año de mandato con un Presidente devaluado, un cadáver político sin peso propio ni posibilidades de reelección y una Vice que mantiene su centralidad absoluta dentro del peronismo pero provoca muy altos niveles de rechazo en el resto de la población y sobre quien ahora sí pesa una condena judicial.

Tal fue el descalabro de la dupla gobernante que se vieron obligados a tercerizar la gestión en Sergio Massa, otrora adalid de la estrecha avenida del medio que fue convocado a último momento a integrar el Frente de Todos en 2019, más para evitar que divida votos peronistas con alguna candidatura propia que por afinidad ideológica o coincidencias programáticas.

El tigrense hizo gala de su reconocida capacidad de generar consenso entre los dueños del poder real en Argentina y en Estados Unidos, con eso más el respaldo tácito de Cristina que lo deja hacer sin criticar, le está bastando para mantener el barco a flote.

Pero una cosa es sobrevivir hasta el fin del mandato y otra muy distinta es llegar con chances de reelección.

Lo sabe Cristina que ya anticipó que en las próximas elecciones no será candidata a nada, también Massa que niega de plano una eventual candidatura a pesar de que el establishment económico lo considera el más apto dentro del peronismo. Si Alberto lo sabe o no es una cuestión que a esta altura resulta tan intrascendente como lo sería un intento suyo de reelección.

Tal vez en lo único que Alberto y Cristina estuvieron de acuerdo en los últimos por los menos dos años fue en la designación de Sergio Massa porque era el único capaz de traer algo de tranquilidad a los mercados. Pero esa decisión limitó severamente las aspiraciones políticas de ambos porque si al tigrense le fuera bien en la gestión de la economía, pasaría a ser decididamente la figura central del oficialismo relegando al presidente y a su vice y si el súper ministro fracasara, el barco se hundiría con todos adentro.

 

Oposición desmembrada

Frente a un Gobierno nacional que no cumplió ninguna de las expectativas que creó cuando asumió, que no consigue resolver su interna, ni bajar la inflación, ni acumular reservas, ni establecer las condiciones para que la industria y la producción puedan importar todo lo que necesitan para producir y dar trabajo. A pesar de todo eso y muchas falencias más que el lector sabrá agregar, no está claro que la oposición vaya a ganar en 2023.

Es que el principal frente opositor no consigue construir nada que se parezca a una alternativa de gobierno y además pesa sobre sus hombros el fresco recuerdo de la fallida administración de Mauricio Macri, que no supo resolver ninguno de los problemas que heredó del kirchnerismo (de hecho profundizó muchos de ellos) y sumó un desequilibrio que no había: el endeudamiento externo.

Juntos por el Cambio también fue una alianza con fines estrictamente electorales pero sin acuerdos programáticos de fondo entre sus integrantes y eso hoy se percibe con más fuerza que antes.

En 2015 había en Cambiemos un liderazgo claro, el de Mauricio Macri, la UCR aportaba territorialidad  y la Coalición Cívica le daba al combo un halo de transparencia.

Ni uno de esos elementos está presente en el escenario actual. No aparece ningún liderazgo capaz de aglutinar ni siquiera dentro de cada uno de los partidos por separado, la supuesta territorialidad de la UCR ya no seduce al PRO que durante la gestión de Macri logró extender su presencia en las provincias y la mentada transparencia de JxC ya no la reconoce ni Carrió que supo trajinar estudios de televisión denunciando a muchos de sus socios políticos.

La renuncia de Cristina a una eventual candidatura no hizo más que descolocar a los presidenciables de JxC y profundizar la interna.

La centralidad de Cristina en la política argentina es tal que no solamente ordena dentro de su espacio político sino también en una oposición carente de propuestas y de ideas que encuentra en el rechazo (y el odio) contra la Vice uno de los elementos centrales de su discurso.

El paso al costado de CFK deja fuera de escuadra a Macri que siempre se propuso como antítesis de la expresidenta.

JxC soñaba con hacer campaña contra una candidata condenada por la justicia y con otras causas todavía pendientes por corrupción. Con esa posibilidad descartada, los presidenciables opositores que se apoyaban con más fuerza en el discurso anti-Cristina como argumento de campaña quedaron debilitados.

Macri, pero también Patricia Bullrich, pierden posiciones. Al no estar Cristina, la mayoría de la UCR y cada vez más dirigentes del PRO creen que Macri no es la mejor opción y el frente opositor se convierte en una guerra abierta de todos contra todos por ver quién se impone entre sectores que no tienen consenso, pero sí ambiciones.

Parte de los radicales bajo la batuta de Gerardo Morales y Facundo Manes están en contra de un presidenciable del PRO, partido al que ven debilitado, envuelto en peleas y quieren dar el zarpazo. A otros como Alfredo Cornejo no les disgustaría integrar el segundo escalón en una fórmula encabezada por Rodríguez Larreta.

La pelea se traslada a Misiones donde cada uno de los presidenciales opositores tiene su referente. El de Bullrich es Martín Goerling que viene desafiando con ser candidato por dentro o por fuera. Un sector del PRO y otro del radicalismo apoyan a Larreta y otro sector radical, donde está Martín Arjol, no tiene referente nacional alineado. Es que Arjol está sufriendo una permanente sangría dirigencial. Lo que se argumenta es que no ha demostrado liderazgo y ni constancia y se ausenta por períodos largos.

Finalmente, hay otros que apuestan a la vuelta de Macri pero están más rezagados. Y se suman a la confusión los radicales que quieren una fórmula radical pura, encabezada por Morales o Manes.

La decisión de Cristina profundiza el quiebre de JxC (que se divide en diez partes) y beneficia el crecimiento de Javier Milei que resultó el gran ganador del revuelo político de las últimas dos semanas.

En una reciente encuesta nacional, más del 60% de la población condena a todos los espacios políticos nacionales, gobernante y oposición, y los hace responsables de la crisis. Ese es el caldo de cultivo en el que crece Milei al que la gente todavía lo percibe como un outsider.

Tanto a nivel nacional como en Misiones se viene un tiempo decisivo, donde los ciudadanos deben decidir cómo quieren que siga la provincia y el país. La renovación ya ha demostrado su enorme dedicación al trabajo, a la gestión y la búsqueda de soluciones a las necesidades de Misiones.

En la vereda de enfrente los dirigentes locales de Juntos por el Cambio están alineándose con la conducta de los referentes nacionales decididos a romper el diálogo con el único objetivo de generar un clima de caos social del que la gente siempre termina siendo rehén. Ante la falta de ideas apuestan todas sus fichas al enojo de la gente y no dudarán en agravar la crisis para mejorar sus chances electorales.

 

Encuentro clave

El gobernador Oscar Herrera Ahuad se reunirá el lunes con Sergio Massa en lo que será el primer encuentro entre ambos desde que se promulgó el Presupuesto que incluye la delegación de facultades al Ejecutivo para que este pueda crear zonas aduaneras especiales, algo que el Gobierno de Misiones pretende para la provincia desde hace muchos años.

Las señales indican que la tercera será la vencida y  ahora sí se hará realidad esta idea que se originó entre Carlos Rovira y Oscar Herrera Ahuad, que impulsaron los diputados nacionales renovadores y que genera expectativas de desarrollo para casi un millón y medio de misioneros.

No será sencillo porque se trata de algo nuevo que anteriormente generó interrogantes para la Nación que llevaron al veto de Alberto. Ahora la idea está mucho más caminada, más reconocida y hay cifradas expectativas en que la Nación la entienda no como un privilegio sino como una reparación económica merecida y justa para la provincia por tantos años aportando más de lo que recibía de la Nación.

El viernes estuvo el titular de Aduanas de la Nación, Guillermo Michel, y declaró en Misiones que “estamos trabajando con el ministro de Economía de la Nación para reglamentar y poner en funcionamiento algo que votó el Congreso, que es la Zona Aduanera Especial para Misiones”.

La intención del Gobierno de Misiones es que se reglamente y se ponga en vigencia lo antes posible y para ello ya se encuentra el Ministerio de Hacienda trabajando en un borrador de la reglamentación para sugerirle a la Nación y acelerar los mecanismos. Pero los tiempos dependen de otras variables y la instrumentación no será inmediata, sino progresiva, paso a paso, teniendo en cuenta un país con una grave crisis económica, endeudado y con salidas complejas.

Como prioridad, Herrera Ahuad dijo que pretende que Misiones posea un sistema productivo de mayor competitividad y con igualdad de oportunidades que a la larga permita más empleo y producción frente a los esquemas impositivos de otras provincias y de otros países como Brasil y Paraguay. El objetivo es que se aplique en todo el territorio provincial, y para todos los productos y servicios; pero en forma progresiva y paciente.

Se buscará que los productos que ingresen a Misiones no tributen los impuestos nacionales, lo que significaría una reducción cercana al 25% en los precios finales de estos bienes, algo que volverá mucho más competitivo al comercio misionero frente a Paraguay y Brasil. Por otra parte, la ZAE permitirá potenciar las exportaciones al establecer un régimen diferencial en donde las exportaciones quedarán exentas del Impuesto al Valor Agregado y también permitirá agilizar el ingreso de dólares.

En el plano institucional, se cumplió este fin de semana con dos trámites absolutamente normales, la Cámara de Representantes de Misiones y el Concejo Deliberante de Posadas reeligieron a sus autoridades, quedando Carlos Rovira y Horacio Martínez respectivamente como presidentes de los cuerpos legislativos. En los dos casos hubo voto unánime, con apoyo pleno de los diputados opositores presentes, lo cual demuestra un nivel de convivencia política entre oficialismo y opositores que no se observa en ninguna otra provincia del país y mucho menos a nivel nacional.

Donde no están bien las cosas es entre los propios opositores, ya que el bloque de Cambiemos se quebró a la hora de elegir a los vicepresidentes, votaron divididos y demostraron que la crisis interna que tienen se agranda cada vez más.

El radicalismo le arrebató al PRO la vicepresidencia segunda (tradicionalmente reservada para la oposición) luego de una semana entera de discusiones en la que no pudieron acordar un voto en conjunto.

Por segundo año consecutivo desde que es diputado nacional Martín Arjol pegó el faltazo a la elección de autoridades de la Legislatura misionera, revelando desinterés por los actos institucionales de la Provincia. No es sorpresa cuando se tiene en cuenta que la mayoría de sus acciones políticas fueron en línea con los intereses del gobernador correntino, el radical Gustavo Valdez, y del bloque de diputados nacionales de Juntos por el Cambio, que no votó la Zona Aduanera Especial y no tiene en agenda ninguno de los temas que les interesan a los misioneros.

Esos dos espacios nunca estuvieron de acuerdo en un plan de gobierno, mucho menos en la definición de los candidatos para 2023 que es un tema por el que todavía están peleando; y ahora el voto a las autoridades de la Legislatura volvió a mostrar que la palabra “Juntos” no tiene nada que ver con ese espacio político donde no se hablan ni se ponen de acuerdo en nada.

En el Congreso de la Nación están en la misma situación. Es más, se entiende que el quiebre en pedazos en Misiones se da como consecuencia de que cada espacio responde política e ideológicamente a diferentes facciones nacionales. Las peleas nacionales se trasladan a la provincia.

Las últimas sesiones del Congreso se convirtieron en una especie de circo romano donde hubo lugar para insultos, gritos, obscenidades y peleas absurdas que alejan cada vez más la política de la agenda del ciudadano común. Ese papelón se contrasta muy fuerte con la seriedad que mostró el bloque misionerista, que siendo uno de los más minoritarios logró que el resto acompañe la creación de la ZAE, un logro basado en el respeto, la seriedad y la trayectoria política que logró el Frente Renovador, un modelo exitoso de gestión y de política que muchos analizan e intentan imitar en otras provincias.

 

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