Esta ave rapaz es el equivalente ecológico al yaguareté, se trata de uno de los llamados depredadores tope, porque están en la cima de la cadena alimenticia.
El registro hecho por los investigadores ubicó a una hembra con su pichón en un nido ubicado en un área natural protegida de la zona Centro de la provincia. El sitio exacto se mantiene en reserva para preservar a los ejemplares, de los que se conoce poco.
Encabo compartió su experiencia en el Proyecto Águilas Crestadas Argentinas (PACA), de la Fundación Cabureí. “Esto nació en 2017, pero nosotros hace casi 20 años trabajamos con aves rapaces”, comentó este profesional que se desempeña en un centro de rescate de fauna silvestre de Buenos Aires.
El investigador tomó el gusto por lo natural de muy chico, en esas salidas que hacía con la familia al Museo Nacional de Ciencias Naturales y al zoológico de Buenos Aires. “A los 18 años, entré a trabajar de voluntario en un proyecto de conservación que se dedica a la rehabilitación y rescate de aves rapaces. Eso me abrió la puerta para conocer otros proyectos e investigadores, ONG, facultades, del país y del exterior, diferentes ramas. Me permitió formarme”, confió.
“Después de trabajar en diferentes áreas vinculadas con la aves rapaces, tanto en rehabilitación como en monitoreo de especies amenazas, nos focalizamos en águilas de selva y salió este proyecto. Tiene un objetivo general, actualizar la distribución y las amenazas que tienen las 8 especies que hay en la Argentina. Porque son ejemplares sobre los que hay muy poca información en el país”, describió.
Añadió que el inicio fue un exhaustivo trabajo de recopilación de todos los registros disponibles para la Argentina tanto en publicaciones científicas como en bases de datos públicos. “Llegamos a unos 300 registros. Con los 80 puntos de censo que establecimos, sumamos 65 registros más”, reconoció.
Las águilas bajo estudio se distribuyen en Argentina en las Yungas (Noroeste) y Misiones. “Nos propusimos hacer diferentes puntos de censo justamente para un trabajo de presencia-ausencia de estas aves. En 2018 y 2019, hicimos las primeras campañas, luego presentamos un informe, disponible para toda la gente que quiera acceder”, detalló.
Encabo puntualizó que “en 2019 encontramos en un punto de censo un territorio de Misiones donde se daba algo particular: había dos parejas de Águila Viuda. Verlas juntas, con un comportamiento territorial, es algo que nos dio indicios de que había algo más”. Sin embargo, la pandemia frenó el trabajo de campo.
Recién en 2021 encontraron “una plataforma (nido), pero no pudimos identificar la especie. Sin embargo, este año con un dron accedemos a la confirmación de la especie y al evento de nidificación activo”.
En el nido activo había una hembra y su pichón. “Son depredadores tope. Las rapaces son cazadoras. Están en áreas donde el ambiente está lo más conservado posible. Estas especies son indicadores de un ecosistema en buen estado de salud. Necesitan un tipo de ambiente que le permita obtener los recursos necesarios para cumplir con su ciclo reproductivo correctamente. También presas y un territorio en buen estado para obtenerlas. Si no, no podría criar un pichón. Para poner un nido requiere cierto tipo de bosque, especies particulares que tengan un cierto grado de maduración, es decir, árboles de determinada altura y estructura particular”, explicó el investigador.
Con respecto al hallazgo, agregó que “es una plataforma interesante, grande. Se asienta en un bosque maduro”.
Encabo aseguró que la toma de imágenes es el paso final de un trabajo silencioso. “Es una tarea que lleva mucho diseño. Hay que armar un mapa de probabilidades, cultivar mucha paciencia”, sostuvo.
Para el registro que finalmente obtuvieron en los últimos meses, hicieron siete campañas de 21 días. “Hay que contar que muchos de esos días llueve, algo común en la zona selvática. La última vez que estuvimos en Misiones, de 19 días, llovieron diez y en la última jornada, con la asistencia de un dron, pudimos dar con el nido”, reveló Encabo.
A fin de que se entienda la complejidad del trabajo, detalló: “Entramos a áreas naturales protegidas, con una movilidad particular y con asistencia de los guardaparques, senderos en la selva, arroyos. Son seis horas continuas. Se ve poco a las águilas, hay que estar atentos, conocer las especies. Se las ve por escasos segundos. Por eso uno debe ser persistente, no bajar los brazos”.
Casi cinco años les llevó a Barbar y a Encabo dar con tan relevante hallazgo. “Queremos que la gente conozca esto. Darle a conocer que convivimos con esta especie, de la que hay poca información. Ahora nos queda determinar su dieta, cómo crían al pichón, cuál es su territorio”, finalizó.
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