Para entender mejor el contexto nacional y local resulta necesario pegarse antes una vuelta por el mundo que (parafraseando a un exgobernador misionero) no está fácil y no está fácil mismo. En Estados Unidos la inflación de mayo fue de 1%, un escándalo. Le Reserva Federal (FED) respondió en junio con una suba de tasas de 75 puntos básicos. Como la medida no tuvo impacto negativo en el empleo, los analistas dan por descontado que durante el mes en curso se instrumentaría otro incremento similar en las tasas, que llegarían a fin de año a 3,5% anual.
Se terminó el mundo del dinero barato y volvió el dólar fuerte. Lo sintieron prácticamente todas las economías del mundo que sufrieron una aceleración de la inflación. El Euro dejó de mirar desde arriba al dólar y el Banco Central Europeo también optó por una suba de tasas para contener la escalada de precios. Una pésima noticia para los países endeudados y con necesidades de financiamiento como Italia, Portugal, España y Francia.
Además hay una guerra en curso que plantea interrogantes bastante serios en el abastecimiento nada menos que de alimentos, energía y de una enorme variedad de derivados del petróleo.
El mundo huele una recesión de la que todos se quieren cubrir y crece la aversión al riesgo, una mala noticia para Latinoamérica y particularmente para las economías más volátiles de esa región.
En búsqueda de la calma
El contexto mundial plantea un desafío para países que tienen su macroeconomía y su política en condiciones más o menos ordenadas. No es el caso de Argentina, acá la cosa se pone bastante más difícil porque la crisis económica que llega de afuera viene a montarse otra una muy autóctona y bien profunda a la que habría que agregar un alto grado de incertidumbre política.
Ante ese cuadro la flamante ministra de Economía, Silvina Batakis, anunció esta semana su primer paquete de medidas.
Su cercanía a La Cámpora puso en guardia a los mercados que temen que esta ministra, a diferencia de Guzmán, sí atienda los reclamos kirchneristas de más lapicera, una política monetaria y fiscal (todavía) más laxa, controles de precios más férreos, cierre más apretado a las importaciones, suba de impuestos y corte de manga al malévolo FMI.
Contra ese prejuicio debe lidiar Batakis para evitar que la desconfianza se transforme en una corrida, pero debe hacerlo sin mostrar un grado de apego a la ortodoxia que avive el descontento del flanco izquierdo de la alianza gobernante y que ello profundice la crisis política.
El resultado de esa búsqueda de un equilibrio, que de tan fino parece imposible, fue un conjunto de medidas y de declaraciones por momentos ambiguas.
Para el kirchnerismo que se quejaba de cierta laxitud del Central para liberar dólares, Batakis declaró que “el turismo en el exterior compite en el uso de dólares con los insumos que necesitan la industria y el campo para seguir generando trabajo y crecimiento”.
Para que no se ofendieran los que ya preparaban las valijas para las vacaciones de julio, enseguida aclaró que no instrumentaría ninguna medida para limitar el acceso de dólares para el turismo, pero días después hizo lo que dijo que no haría y aumentó en 10 puntos porcentuales la retención que se aplica al gasto de tarjetas en el exterior, alumbrando así al “dólar turista” que se ubica por debajo del blue pero por encima del “dólar ahorro”.
Para llevar algo de tranquilidad al establishment, repitió en cuanta entrevista que el equilibrio fiscal sería una prioridad para su administración y que tendría especial cuidado con la emisión monetaria. Pero también se manifestó a favor de sostener el poder adquisitivo de los salarios, camino que difícilmente pueda transitarse sin recurrir a una mayor emisión.
Juró que no haría nada que ahogue el crecimiento de la economía y en el mismo discurso anticipó que convalidaría tasas de interés positivas, sin explicar en ningún momento cómo haría para que la suba en las tasas no repercutiera negativamente en la actividad.
Aseguró que no habría una devaluación de tipo de cambio con el mismo énfasis con el que reconoció que Argentina necesita un dólar competitivo para exportar. Nunca aclaró cómo hará para que el dólar se mantenga competitivo en contexto de altísima inflación sin tocar el tipo de cambio.
Para amigarse con los mercados, dijo que no aumentaría impuestos ni retenciones al agro, que cumpliría con el FMI y que recortaría gastos, empezando por los subsidios a la energía.
Eso de no aumentar impuestos lo puso en duda poco después, cuando anticipó que revisaría las valuaciones fiscales de bienes e inmuebles que operan de base de cálculo de Bienes Personales y otros impuestos y tasas.
Se trata de una de las formas de aumento encubierto de la presión impositiva que consiste en modificar las bases imponibles sin tocar las alícuotas. De concretarse el revalúo generalizado, se sumarían más contribuyentes a Bienes Personales y los que ya están pagarían más. También aumentarían las boletas de tasas e impuestos inmobiliarios, algo que Batakis ya practicó cuando era ministra de Economía de la provincia de Buenos Aires bajo la gobernación de Daniel Scioli.
Para achicar el gasto público propuso un sistema de cuotas presupuestarias mensuales que obligaría a todas las áreas de Gobierno a ajustarse al dinero que hay. El concepto es que se paga con el dinero que ingresa y no se imprime para cubrir gasto.
Silencios que aturden
Semejante grado de disciplina fiscal sería posible solamente con un alto grado de consenso político, algo que no abunda en la alianza de Gobierno.
Por eso es que desde el lunes, cuando Batakis anunció su primer paquete de medidas, todos esperan que Cristina diga algo. Si no hay un respaldo firme, al menos un gesto de anuencia, una muestra de consentimiento, un guiño cómplice, algo que sugiera que en dos meses esta ministra no deberá sufrir los mismos embates internos que terminaron sacando del partido a Martín Guzmán.
Pero más allá de una bendición inicial, la poderosa vice no emite palabra, prefiere tomar distancia de la situación, como si no tuviera nada que ver con “estos que gobiernan”.
En una muestra lastimera de debilidad, desde el entorno del Presidente se ocupan de deslizar versiones que siempre aseguran que Cristina respalda todo lo que dice y hace Batakis. Alberto ya no se esfuerza por demostrar que las decisiones las toma él sin necesidad de consultar con nadie, es su manera de reconocer el poder de veto de su Vice.
Pero como Cristina calla pero no otorga, hizo que la Dirección de Comunicación del Senado desmintiera que en una reunión de la que participó junto a Sergio Massa y el Presidente, se hayan consensuado algunas de las medidas de que luego anunció la titular del Palacio de Hacienda, tal como lo había publicado un medio periodístico.
No asistió a la asunción de la nueva ministra de Economía, no se pronunció sobre los lineamientos anunciados e hizo redactar un comunicado oficial para negar que haya tomado parte en alguna de las decisiones adoptadas.
Cristina ya no desestabiliza con sus cartas y apariciones públicas, pero claramente se reserva una prudente distancia. Pretende mirar desde afuera sin hacerse cargo de los resultados de un Gobierno cuyas chances de reelección parecen muy lejanas.
Con mensajes ambiguos y sin el apoyo explícito de Cristina, los anuncios de Batakis no alcanzan para tranquilizar a los mercados ni a los sectores más cercanos a la izquierda dentro de la alianza de gobierno.
La desconfianza existe y tiene sus motivos, pero también opera el oportunismo de siempre de los formadores de precios para quienes cualquier circunstancia resulta propicia para salir a remarcar.
Los datos de junio, anteriores al sacudón que provocó la renuncia de Guzmán, señalaron una inflación de 5,3% y los analistas anticipan que la de julio no será inferior a 7%, siempre y cuando la situación se estabilice en lo que queda del mes.
Con semejante inflación crece la aversión al peso, cualquier tasa de interés en moneda local parece pequeña y quien tenga algo de capacidad de ahorro termina refugiándose en el dólar blue, que producto de la mayor demanda llegó esta semana los 290 pesos.
Las promesas de disciplina fiscal y ajuste de gastos no sirvieron para tranquilizar a los mercados pero sí para poner nerviosos a los sindicatos y movimientos sociales.
La amenaza de un ajuste ortodoxo con consecuencias sociales dolorosas llevó a los movimientos sociales a copar las calles en reclamo de la instrumentación del salario básico universal, poco después de que Alberto los recibiera no se sabe muy bien para qué, mientras que la CGT (uno de los bastiones del Presidente en la interna oficialista) anunció una movilización el 17 de octubre “en contra de la inflación”.
Solución a la misionera
Sin las herramientas necesarias para modificar un contexto mundial y nacional complejo, pero con el ingenio suficiente para diseñar y llevar a la práctica soluciones concretas que traen alivio a la población, el Gobierno provincial anunció la puesta en marcha del programa Ahora Canasta que se traducirá en un ahorro importante en los bolsillos de los misioneros.
Después de muchas gestiones del Frente Renovador, el 15 de agosto entrará en vigencia el programa que devolverá el IVA en compras de alimentos realizadas en una extensa red de comercios adheridos en operaciones realizadas con medios de pago digitales y tarjetas de débito, crédito y sociales.
La medida se enmarca en la reglamentación del artículo 10 de la Ley Pymes, un pedido histórico por el cual Misiones venía presionando con firmeza política y autonomía.
A partir del 15 de agosto, los compradores misioneros dispondrán de una herramienta eficiente para paliar los embates de la inflación.
El programa prevé un reintegro de 17 por ciento con un tope mensual de 4.500 pesos por medio de pago, lo que implica compras por hasta 26.500 pesos por mes.
Desde el Gobierno provincial se ocuparon de destacar que el mencionado programa “no reemplaza la vetada zona aduanera especial, que hubiera derramado beneficios más grandes, pero es fruto de intensas gestiones y reclamos de todo el esquema político de la renovación, preocupado en cuidar el bolsillo de los ciudadanos, muy castigado en los últimos meses por el desbarajuste económico del país”.
La instrumentación de Ahora Canasta es otro ejemplo que muestra a Misiones con una realidad distinta a la del resto del país. La convivencia política armónica, el crecimiento económico con generación de empleo, la alta prioridad que se le otorga al cuidado del medio ambiente y la apuesta por una educación de vanguardia que prepare a los jóvenes para los desafíos del presente y del futuro, son otros aspectos que destacan a la Tierra Colorada en el contexto nacional.
Ganancia de frontera
En el plano estrictamente económico, Misiones también presenta una particularidad: mientras el resto del país sufre con la suba del dólar en sus cotizaciones paralelas, en la tierra colorada eso tiene un aspecto positivo gracias a su característica de zona de frontera.
Mientras en la city porteña se habla del dólar blue, en casi todas las ciudades misioneras el real blue y el guaraní blue sostienen una intensa demanda de productos y servicios en una gama cada vez más amplia de rubros y segmentos.
Hay una caravana permanente de tours de compras provenientes de países limítrofes atraídos por el peso barato. Llevan indumentaria, materiales de construcción, invaden los restaurantes y hoteles, compran zapatos, prendas, regalos y ni hablar de combustible.
El inmenso atractivo turístico de Misiones no hace más que dinamizar este intercambio comercial de frontera en el que, ahora sí, toda la plata se queda de este lado.
La inyección de divisas en el comercio genera empleo, dinero circulante y repercute en inversiones de todo tipo que dinamizan el mercado interno.
La demanda generada por los compradores extranjeros y por los misioneros que se benefician de ellos es tal que llega a provocar faltantes de muchos productos, herramientas, vehículos 0KM, alquileres y materiales de construcción.
En Corrientes, también limítrofe, la situación es distinta, su economía da señales de estancamiento, no genera empleo y muestra una dependencia alta de la coparticipación federal que transfiere la Nación.
En ese contexto, el gobierno radical correntino encuentra dificultades para hacer obras y bridar servicios de calidad sus habitantes, como luz eléctrica, caminos, escuelas, seguridad, salud o justicia.
No solo le pasa a Corrientes, sino que todas las provincias que están gobernadas por alguno de los frentes nacionales, Juntos por el Cambio y el Frente de Todos, se quedaron estancadas en una grieta política que les dificulta brindar respuestas a la gente.
Los representantes de esos dos espacios nacionales en Misiones tampoco pueden mostrar logros y se concentran más bien en atacar al enemigo político. Pusieron trabas al desarrollo de Misiones cuando tuvieron que obedecer los mandatos partidarios nacionales, como cuando Arjol, Schiavoni y Klipauka votaron en contra de la Zona Aduanera Especial. Del otro lado, Cristina Brítez y Cacho Bárbaro tampoco han reclamado cuando Alberto incumplió decenas de compromisos con Misiones.
Mientras esos espacios siguen atados de pies y manos, la Renovación marca un camino de independencia de criterio y de acción, sin jefes en Buenos Aires y respondiendo solo a los ciudadanos de Misiones.
“Se decidió romper definitivamente con todas los armados nacionales porque son un engaño que atrapan a las provincias en un oligopolio político al servicio de los jerarcas de Buenos Aires que solo satisfacen sus intereses y del país central”, explican referentes del oficialismo provincial.
La libertad que se ejerce desde un partido provincialista no depende de los mandatos nacionales. Por eso el gobierno de Misiones logra permanentes adhesiones de las corrientes juveniles, de los círculos profesionales, de asociaciones agrarias y otras que entienden que solo de esa manera se pueden alcanzar los objetivos.
“No se puede cumplir el sueño o responder a la necesidad de un misionero estando pendiente a las órdenes de Buenos Aires, porque Buenos Aires y los frentes nacionales tienen otra agenda, donde el misionero queda relegado”, argumentan desde el Frente Renovador a la hora de defender el perfil provincialista de ese movimiento.
Una situación parecida ocurre con el fenómeno de Javier Milei, que rompió el esquema bifrentista de la política nacional, y está creciendo en su candidatura presidencial porque más allá de sus posturas muchas veces extremistas, se presenta como algo novedoso, diferente, que no depende de los dos grandes frentes que han fracasado cuando fueron gobierno.
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