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A 40 años de la gesta de Malvinas, el octavo misionero del Ara General Belgrano comparte su historia y cuenta por qué no se sabía de su existencia

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Octavo misionero en el ARA Belgrano

Pero, ¿por qué no se lo contaba a Ortiz entre los misioneros? A esta interrogante, el mismo octavo misionero en el ARA Belgrano, lo responde, “yo a los 17 años me vine a Buenos Aires, en octubre d 1978 y en febrero de 1979 hice el cambio de domicilio, pero hice toda la revisación médica con el distrito de Misiones, pero pasé con el domicilio de la provincia de Buenos Aires, es por eso que por ahí no me contaban con el distrito de Misiones,”.

A pesar de ello, el ex combatiente siempre mantuvo sus lazos con la provincia que lo vio nacer, “el año pasado viaje 3 veces y este año ya fui 2 veces, y nunca tuve contacto con los ex combatientes de Eldorado, una sola vez que estuvo el gobernador, estuve en el palco con ellos porque tengo mis amigos que son como mis hermanos, y ellos me contactaron para el desfile ahí en Eldorado”.

 

 

Para Ortiz, Malvinas tiene un antes y un después, recuerda que la primera vez que escucho de ellas fue “cuando tomaron el 2 de abril las Islas Malvinas”.

Pero luego de la guerra, “para mi Malvinas hoy, es una gran cosa porque nosotros somos la historia viva de Malvinas, es por eso que lo llevamos muy adentro”.

 

Instrucción militar y presentación en el Ara General Belgrano

Antes de ser parte de la tripulación del ARA General Belgrano, Ortiz “estaba en el servicio militar hice la instrucción en campo Sarmiento 58 días, y después fui parte de la dotación, el destino mío fue el Ara General Belgrano”.

Pero el joven tuvo que solicitar una licencia, “porque mi novia en ese tiempo estaba embarazada, en noviembre del 81, y yo estaba de licencia cuando se desato lo de Malvinas”. Esa fue la razón por la que tuvo que suspender su licencia, “fui, me presente, me acuerdo que fue el 13 de abril que me presente al ARA General Belgrano”.

 

 

Durante su corta instrucción, Ortiz pudo conocer todos los puntos del ARA General Belgrano, recuerda que la vida dentro el barco, existía un horario de formación y de trabajo, “yo pertenecí a la parte máquinas en la división calderas y ahí, desde las 8 de la mañana hasta las 2 de la tarde era como un trabajo. Teníamos que pintar, arreglar todo el barco. Eso era lo que vivíamos día a día e lunes a viernes”.


Octavo misionero en el ARA Belgrano

“Cuando ingresamos a la dotación del Belgrano se hace las instrucciones, por donde caminar por si hay que abandonar el barco”, recuerde Ortiz y, contó que “la dotación del Belgrano era de 800 y algo. A parte embarcaron 200 personas más, que salían de la escuela de Mecánica de la Armada y embarcaron, así que en total éramos 1100”.

 

Barco muy antiguo y salida accidentada

Según recuerda el ex combatiente, el Crucero debía zarpar un martes 13, pero “cuando hicieron la prueba de maquina hubo algunos descontroles de las tuberías, como bien era sabido, el Ara General Belgrano era un barco muy antiguo, y tuvimos que volver a puerto”.

 

 

Tras esta salida fallida, se realizaron las reparaciones necesarias en puerto y el b arco volvió a zarpar el día 16 de abril. “Estuvimos mas o menos entre 10 y 12 días detrás de la isla de Los Estados. El 1 de mayo recibimos la orden de que teníamos que entrar en combate, el 2 de mayo a las 4 de la madrugada”.

El objetivo principal del Crucero era “atacar al porta aviones Invencible, pero a las 2 de la mañana el comandante recibe una contra orden de que teníamos que volver, porque decían que los barcos averiados de los ingleses iban para el lado de Brasil y nosotros le teníamos que salir al cruce”.

 

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Y agrega que, tiempo después se enteró que, “en ese momento fue cuando nos detectó el submarino y nos siguió, 12 horas. A las 4 de la tarde, nos torpedearon”.

“Nosotros no estábamos ni enteraos de que nos estaban siguiendo, porque ellos se mantenían a una distancia donde no se le podía detectar, era como que estábamos muy tranquilo, hasta el momento del torpedo”, recuerda el ex combatiente.

Y agregó que, “de custodia nuestra iban los Destructores Piedrabuena y Bouchard, que tenían sonar de submarino, porque el Belgrano no tenía el sonar del submarino. Uno de cada banda, y cuando salimos de la zona de combate, uno de los destructores se unió con el otro y ahí fue donde dejó la vía libre al Conqueror, que le autorizaron hundirnos”. La hora y el día quedaron tatuados en la memora de Ortiz, “eran las 4:02 de la tarde del 2 de mayo”.

 

Esperando al relevo y el momento del impacto

“En el momento del torpedo fue una catástrofe abajo, porque estaba súper poblado el Belgrano, y en el primer torpedo se cortó todas las luces y era un caos porque, vos caminabas y pasabas arriba de algún compañero”.

Ortiz recuerda con lujo de detalles lo que ocurrió aquel 2 de mayo de 1982, él era el encargado de realizar la guarda de humo, “arriba de todo en la torre, tenía que ver si salía humo negro teníamos que avisar a caldera, porque si sale humo negro nos podían detectar desde lejos”.

Su turno culminaba, pero su relevo no llegaba, por lo que a “las 4 menos diez, fui a buscarlo y me dijeron que estaba en la caldera que no funcionaba. Cuando llego, mi relevo estaba durmiendo, no lo podía despertar y como era una caldera que ya no funcionaba, estaba un cabo segundo nada más, José Gómez de Córdoba con quien estuvimos hablando ahí, hasta que se despertó mi relevo”.

En ese momento, ellos sienten el primer impacto, se cortan las luces, “yo gracias Dios conocía bien el barco, el barco se hizo de un lado y comenzó a hundirse. Teníamos que subir más o menos 3 escaleras para llegar a cubierta. Yo le digo a mi compañero ‘préndete de mí cinto porque’ el mucho no conocía el barco, y en la oscuridad salimos”.

Al llegar a cubierta cada tripulante debía buscar su balsa asignada, que tenía capacidad para 20 personas. Esperar a sus compañeros, y soltarse del barco para sobrevivir.

 

La balsa número 56

Ortiz recuerda que su balsa asignada era la número 56, “estaba del lado que se estaba hundiendo el barco, y ya el agua me tocaba la rodilla cuando llegó el jefe de balsa. Cortamos la soga y había un herido, entonces lo primero que hicimos fue, tiramos el herido adentro, el segundo fui yo, y ahí empezó toda la lucha para alejarnos del barco”.

Octavo misionero en el ARA Belgrano

Ya en el agua, lo ocupantes de la balsa comenzaron a alejarse del crucero, “porque si estábamos cerca del barco nos podía succionar y llevarnos abajo también. Era todo un caos, se te subían al techo todos los que caían al agua. Porque mayormente se tiraban al agua todos y de ahí se subían a las balas, entonces nosotros, si teníamos uno en el techo, le teníamos que tirar al agua de nuevo, porque nosotros ya éramos 23 en nuestra balsa”.

Se nota el dolor en los ojos de Ortiz cuando cuenta que en la desesperación por sobrevivir y el caos del momento del hundimiento del ARA General Belgrano, a quienes intentaban subir a las balsas, “nosotros le tirabamos al agua otra vez porque era un riesgo para nosotros también, por ahí era un compañero con quien estábamos todo el día juntos comiendo, trabajando, y vos lo mirabas y le tenías que decir ‘búscate otra balsa’. Y fue así”.

“Nos queríamos alejar del barco porque la parte, donde le agarro el torpedo se arrimaban las balsas y se pinchaban, fue por eso también que muchos se quedaron a la deriva en el agua”, recuerda el ex combatiente.

 

36 horas a la deriva

Luego de ver desaparecer en el mar al gran Crucero Ara General Belgrano, la balsa 56 se mantuvo a flote y sus ocupantes tuvieron que pasar varias pruebas hasta que 36 horas después fueron rescatados.

Ortiz recuerda que esa noche “nos agarró una tormenta en altamar, las olas eran de 10 a 15 metros”. A las 8 de la mañana del 3 de mayo, los ocupantes de la balsa tienen la primera señal esperanzadora, “nos localizó un avión argentino”, pero el rescate no llegó.

La balsa continuaba a la deriva en el mar argentino, las esperanzas se renuevan, “a las 2 de la tarde, nos localizó un barco, y después el barco se volvió a perder de vista”.

Luego de estas dos señales, los 23 ocupantes de la balsa 56 a pesar del hambre y del frío extremo, no perdían las esperanzas, “a las 8 de la noche, nos volvió a enfocar un barco, nosotros a esa hora ya teníamos poca fuerza. En la balsa no teníamos bengala, no teníamos bala como para largar señales, y volvió a desaparecer el barco. A esa hora ya pensábamos por lo menos que nos rescate un barco inglés, y caigamos prisioneros porque ya no dábamos mas en la balsa”.

El rescate, por fin llegaría “a las 2 de la mañana. Nos rescató el Gurruchaga, después de 36 horas a la deriva”.

Durante todo este tiempo a la deriva, los ocupantes de la balsa 56 debieron soportar una feroz tormenta, estar mojados y temperaturas extremas que rondaban los -10° o -20° C, “la única protección que teníamos era el techito de las balsas. Cuando nos agarró la tormenta, y bajaban las olas teníamos que poner todos, las manos contra el techito, para que no nos embolse el agua, era la única protección que teníamos, después estábamos todo mojados”.

 

Rescate y nuevo destino

Tras el rescate, Ortiz recuerda que debió permanecer durante 3 días en Ushuaia, “después nos trajeron a Comandante Espora y de ahí nos trasladaron a Campo Sarmiento donde era el campo de instrucción”.

Octavo misionero en el ARA Belgrano

El ex combatiente recuerda que luego de esto, “nos dieron 10 días de licencia para que nos vean las familias y después volvimos a Campo Sarmiento, y ahí estuvimos hasta que terminó la guerra. Nos dieron un nuevo destino hasta que nos dieron la baja”.

“Después de la baja, como éramos jóvenes nos dedicábamos a hacer trabajos en las obras y gracias a Dios desde 2005 estoy trabajando como administrativo en el Pami”, concluyó el octavo misionero en el ARA General Belgrano.

 

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