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Análisis semanal: Malvinas, internas, dolarización y una provincia que crece a pesar del ruido

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El reclamo por la soberanía de Malvinas, el reconocimiento al heroísmo de los excombatientes y la condena a la usurpación inglesa de del territorio nacional son algunas de las pocas cuestiones respecto de las cuales hay consenso absoluto entre todos los argentinos, incluso entre el presidente Alberto Fernández y su vice Cristina Fernández de Kirchner, quienes hace bastante tiempo que no consiguen ponerse de acuerdo en casi nada.

Este consenso general respecto a la cuestión Malvinas hacía del 40° aniversario del desembarco argentino en las islas una oportunidad única para que el Gobierno nacional emitiera una señal tranquilizadora. Aunque no fuera más que una foto que sirviera para descomprimir tensiones que llegaron a un límite con el voto en disidencia de la Cámpora al acuerdo con el FMI.

Nada de eso ocurrió. Cristina y Alberto convocaron a actos separados, hubo algunas gestiones para juntarlos pero si ella no va él no viene y si él no viene ella no va y la conmemoración patriótica terminó sirviendo como escenario de una interna palaciega a la que nadie dentro del Frente de Todos puede escapar.

Impuesto a la fuga

En ese contexto, la presentación de un proyecto para crear un “Fondo nacional para la cancelación de la deuda con el FMI” que se financie con un nuevo “aporte especial de emergencia” que recaería sobre quienes tengan activos no declarados en el exterior, fue uno de los pocos aciertos políticos –más allá de la discusión respecto a la posibilidad real de instrumentarlo- del Frente de Todos en las últimas semanas.

El proyecto dispone que el impuesto alcanzará a quienes hayan cambiado su residencia fiscal a otro país “cuando el verdadero centro vital de intereses continúe siendo la República Argentina”. Los alcanzados por este aporte deberán abonar, en dólares, un 20% de esos activos si lo hacen durante los primeros 6 meses de vigencia de la ley propuesta y un 35% en caso de hacerlo con posterioridad.

Amén de los cuestionamientos legales que se hicieron al proyecto y de las dificultades que tendrá su tratamiento en un Congreso en el que el oficialismo ya no cuenta con mayorías automáticas, el solo hecho de plantear la idea de pagar la deuda con el FMI con dólares fugados resultó un acierto en términos políticos.

Por un lado trajo un poco de distensión en el momento más álgido de la interna del FdT. Eso de cargar sobre “los fugadores” la responsabilidad por el crédito que tomó la gestión de Mauricio Macri de manos del FMI se ajusta a la perfección al discurso que sostienen albertistas y cristinistas. Es un punto en el que la alianza gobernante puede mostrarse como el Frente de Todos en un momento en el que la sociedad los ve más como el frente de todos contra todos.

Por otro lado, el proyecto puso a la oposición ante la disyuntiva de respaldar  lo que siempre negaron –aquello de que los dólares del FMI sirvieron solamente para engordar la fuga de capitales- o asumir la incómoda posición de defender los intereses de quienes “la tienen toda afuera”, un colectivo bastante impopular.

Menemismo y dolarización

Mientras en FdT encontró en impuesto a la fuga un punto de coincidencia interna, el giro hacia el liberalismo duro que proponen algunos sectores de Juntos por el Cambio amenazados por el crecimiento de los libertarios, divide aguas dentro de esa alianza.

La tensión entre moderados y filo libertarios dentro de JxC ya había quedado manifiesta en la reivindicación que hizo Mauricio Macri de la figura del expresidente Carlos Menem, a contrapelo de la opinión de la mayoría de los radicales y referentes de la Coalición Cívica, y volvió a evidenciarse tras la propuesta de dolarización de la economía presentada por un diputado de ese frente.

Sin medias tintas, el gobernador de Jujuy y presidente de la UCR, Gerardo Morales, tildó de “payasesco” al proyecto presentado por un diputado de su mismo partido.
No es casualidad que después de la reivindicación de Macri a Menem llegara el proyecto que volvió a poner sobre el tapete la alternativa de la dolarización que ya había sido analizada hace dos décadas.

Matar a la moneda nacional –y con ella la posibilidad de hacer política monetaria- para recuperar la estabilidad era la receta que Estados Unidos solía prescribir para economías con serias crisis inflacionarias, especialmente a partir de la segunda mitad de los 90.
Fue la bandera que levantó buena parte del espectro liberal durante los últimos meses de la fallida presidencia de Fernando De la Rua y después de la hecatombe de diciembre de 2001.

Pero la rápida recuperación que experimentó Argentina durante la presidencia de Néstor Kirchner con políticas heterodoxas, en contraste con los pésimos resultados que tuvo la experiencia dolarizadora en países como Ecuador, terminó resolviendo el debate.

Pero el contexto actual marcado por una creciente inflación a la que no consigue frenar el Gobierno nacional con los recursos de la heterodoxia, como mantener tipos de cambio paralelos, subsidios y regulación de precios, termina revalorizando los casi diez años de estabilidad que consiguió el menemismo aplicando a raja tabla la receta liberal.

El paso del tiempo también hace lo suyo. Quienes hoy tienen menos de 30 años difícilmente tenga registro personal del menemismo y de una Argentina en la que la libertad para el mercado y para los flujos financieros eran prioridades de Gobierno.
No es casualidad que sea el grupo etario que no tuvo que ganarse la vida bajo imperio de ese modelo el aporte la mayor cantidad de adhesiones para el crecimiento del movimiento libertario, que según las últimas encuestas se afirma como tercera fuerza, como en los mejores tiempos de la UCeDe.

Este renacer del liberalismo de derecha animó a Mauricio Macri a sacarse de una vez el traje de desarrollista moderado que le había confeccionado a medida el sastre Jaime Durán Barba para derrotar al kirchnerismo en 2015. El expresidente de Boca se presentó entonces como mascarón de proa de una alianza que hasta poco tiempo antes de su conformación era impensada dadas las inconsistencias ideológicas de sus integrantes.

Esas contradicciones de base son las que afloran en la interna entre halcones y palomas de JxC. Constancia de ello dejó el mencionado Morales cuando en tono crítico dijo que el Macri que reivindica al menemismo es la versión “en estado puro” del expresidente. El problema para la UCR es que el representante argentino en el mundial de bridge no parece dispuesto a volver a su versión diluida para satisfacer los paladares radicales.

Incertidumbre en alza

En las últimas semanas, la estadística le dio al Gobierno nacional buenas noticias relacionadas a la recuperación de la economía. Se redujo el desempleo, la pobreza bajó 3 puntos porcentuales en el segundo semestre de 2021 y la recaudación registró en marzo un crecimiento de 62,5% interanual con lo que hilvanó 19 meses consecutivos de incremento medido en términos reales.

Pero ninguno de esos datos sirvió para reducir la preocupación de la gente que no bajará hasta que el Gobierno consiga enfriar la inflación.

Todavía no se conocen los números de marzo, pero el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas –vocero del equipo económico de Gobierno ante el mutismo del ministro de Economía Martín Guzmán- anticipó que la inflación del último mes será “inusualmente alta”.
Es un hecho que en el primer trimestre los precios de los alimentos, los que más inciden en los consumos de la mayor parte del país, aumentarán más de 20%, con lo cual casi todos los salarios perdieron poder de compra.

Ayudan poco las divagantes declaraciones del Presidente que salió a hablar de “diablos que remarcan precios”, de “inflación autoconstruida en la cabeza de la gente” y hasta propuso un “grupo de terapia” con empresarios. Lejos de llevar tranquilidad, cada intervención pública de Alberto solo consigue generar incertidumbre.

Más por necesidad que por convicción, después del acuerdo con el FMI el Ejecutivo ahora sí tiene un programa económico. El problema es que ni el Presidente ni su ministro de Economía se animan a defenderlo en público.

La verdad incómoda de la que el Gobierno prefiere no hablar, es que cumplir con la meta de reducción del déficit primario comprometida con el FMI en el contexto actual de crecimiento mundial de los costos de la logística, la energía y los alimentos, solo sería posible con un ajuste considerable del que no escapará el gasto previsional, salarial, los subsidios al transporte y la energía y la obra pública.

El acuerdo con el Fondo también obliga a levantar algunas de las anclas que históricamente usó el kirchnerismo para contener los precios, como un tipo de cambio oficial artificialmente bajo y subsidios para pisar tarifas. La única herramienta que queda es sostener una tasa de interés positiva para incentivar el ahorro en pesos, lo que inevitablemente lleva al encarecimiento del crédito con el consecuente planchado y almidonado del consumo.

El creciente problema de falta de abastecimiento de gasoil causado por el incremento en los costos tanto en la importación como en la refinación local de este combustible vital para la producción y el transporte, le agrega una complicación más al panorama.

Como contracara, el aumento en los precios de las commodities, especialmente alimentos, que llegó de la mano de la invasión rusa a Ucrania abre oportunidades para una economía como la Argentina. Pero para aprovechar ese escenario el Gobierno deberá encontrar mecanismos para incentivar a la producción exportable sin castigar a “la mesa de los argentinos”.

El valor del orden

Misiones no es ajena a ese escenario económico complejo, sin embargo el clima es de mucho mayor previsibilidad, lo que se traduce en mejores resultados en prácticamente todos los aspectos.

La estadística, tanto la que mide el INDEC como la de consultoras privadas, no deja lugar a dudas. En materia de pobreza por ejemplo: mientras en todo el país bajó a 37,3% en el segundo semestre del año pasado, en Misiones se ubicó en 34,1%, lo que representó una caída de 5,1 puntos porcentuales respecto a la medición del semestre anterior.
Detrás de los fríos números de la estadística está realidad de la gente y lo que señalan los números es que solamente en Posadas más de 19 mil personas salieron de la pobreza en un semestre.

Que el porcentaje de pobreza medido en Misiones esté más de tres puntos por debajo de la media nacional es un dato que si bien ya no sorprende porque se viene dando así desde hace varios años, era impensado dos décadas atrás cuando la provincia se ubicaba siempre entre las últimas en todos los indicadores socioeconómicos.

Los números de empleo también mostraron una consolidación en el crecimiento de la economía de la provincia.

Según un informe elaborado por la consultora Politikon Chaco en base a datos del INDEC, Misiones es la provincia con mayor crecimiento del empleo en todo el Norte Grande.
De esos datos se desprende que entre el tercer y el cuarto trimestre del 2021 se crearon 7.000 puestos de trabajo en Posadas y que la cantidad de personas desocupadas disminuyó en 2.000.

¿Si se crearon 7.000 nuevos puestos de trabajo por qué la cantidad de personas desocupadas disminuyó solo 2.000? Porque las otras 5.000 son personas que no formaban parte de la demanda laboral en el tercer trimestre, comenzaron a buscar trabajo en el cuarto y lo consiguieron antes de que termine el año.

Esa es otra de las características del mercado de trabajo de Misiones: la rápida incorporación de jóvenes al mundo del trabajo.

Empresarios como el ex presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Posadas, Sergio Bresisiki, entienden que una de las razones del avance de la economía de Misiones radica en que “el aparato productivo nunca paró” durante la pandemia, lo que llevó a que la recuperación post pandemia comenzara antes y tuviera mayor dinámica.

“Tuvimos una industria que no paró, entonces hoy estamos ampliando nuestros mercados justamente por esa decisión de no parar cuando todos pararon. Y hoy eso nos permite recuperar o ampliar mercados”, remarcó el empresario.

El análisis de los distintos sectores muestra que la evolución favorable es homogénea, aunque algunas actividades crecen más que otras.

La construcción atraviesa un boom, especialmente por la demanda de obras financiadas con capital privado. A diferencia de otras épocas la construcción en Misiones ya no depende en gran medida de lo que pueda invertir el Estado en obra pública, el sector privado empuja con cada vez más fuerza.

Por citar un solo dato estadístico, la demanda de cemento embolsado en Misiones creció un 30% en 2021 tomando como referencia 2019 a efectos de evitar la comparación con 2020 que marca un crecimiento aún mayor pero distorsionado por efecto de la pandemia.

En la misma comparación 2021 – 2019, el empleo en la construcción aumentó 32%, siempre tomando como base datos del Instituto de Estadística y Registro de la Construcción (IERIC).

El crecimiento de la construcción privada está impulsado a su vez por un incremento en la demanda de inmuebles, al punto que las principales inmobiliarias manejan listas de espera de varias páginas con interesados en alquilar propiedades.

Para recibir un cero kilómetro hay que esperar más de seis meses después de acordar la compra, en este sector el alza en la demanda coincide con complicaciones en el abastecimiento de unidades por parte de las terminales afectadas por una escasez mundial de semiconductores.
También es un buen momento para los productores. A los altos precios de la yerba mate que rigen ya desde hace más de dos años hay que sumar el buen precio que consiguieron los tabacaleros que este año no necesitaron salir a manifestarse a las rutas para obtener un valor justo por su esfuerzo.

Pensar a Misiones como una isla sería un error, porque la enorme incertidumbre que impera en la economía nacional la alcanza como a todas las demás provincias, pero la afecta en menor medida porque las políticas provinciales sí son claras y aportan previsibilidad.
Mientras a escala nacional, primero con Macri y ahora con Alberto, la política lo único que consigue es meter más ruido a un escenario de por sí complicado, en Misiones la política acompaña, ordena y promueve el crecimiento de la economía.

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