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Visión Misionera | Algunas certezas y muchas dudas para un año en el que sabremos si el rebote será crecimiento

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Se estima que el PBI del país cerrará el año con un crecimiento de alrededor de 10%, lo que en condiciones más normales sería una enormidad, pero que no luce tan explosivo cuando se toma en cuenta que la caída de 2020 fue más o menos de la misma dimensión. El desafío de 2022 será convertir ese rebote en crecimiento sostenido.

 

2021 fue como esos parientes o amigos que llegan de visita a pasar las fiestas y cuando se van, además de un puñado de gratos recuerdos, nos dejan algún turrón, alguna botella que quedó sin abrir, media fuente de vitel toné, pero también un enorme desorden que en algún momento deberá ser resuelto.

 

¿Cuál es la herencia positiva que dejó 2021?, cuando una economía está en crecimiento se genera un efecto de inercia y mientras más pronunciado es el crecimiento, más fuerte es la inercia. Que la economía nacional crezca a 10% implica que la rueda se está moviendo rápido y para seguir creciendo solo resta mantenerla girando.

 

La reactivación que se verificó a escala nacional durante el año 2021 comenzó bastante antes en Misiones. En algún momento de junio o julio de 2020 casi todas las actividades de la provincia ya estaban a trabajando a niveles bastante similares a los de la prepandemia, con la excepción del turismo que tardó mucho más.

 

Entonces, el rebote de la economía nacional que se dio en 2021 encontró a Misiones con un grado de recuperación mucho más avanzado que el resto del país y eso la ubicó en posición ventajosa.

 

En el artículo firmado por el economista Gerardo Alonso Schwarz (IERAL NEA) que acompaña esta edición pueden encontrarse datos más precisos, aquí vamos a mencionar que crecieron las ventas en supermercados, patentamiento de vehículos, consumo de combustibles, empleo registrado, despachos de cemento, operaciones con tarjeta de crédito y que la recaudación aumentó 50% en términos reales lo que da una medida del empuje que lleva la reactivación en Misiones.

Primero el cierre y luego la apertura de las fronteras jugaron a favor de la economía provincial.

 

El cierre sirvió para que el dinero de los misioneros dejará de fugarse a Paraguay por obra de las profundas asimetrías que favorecen al comercio del país vecino y en menor medida a Brasil. Pero cuando se reabrieron las fronteras, el estrambótico sistema cambiario argentino en el que conviven el dólar oficial con uno paralelo que vale más del doble, inclinó la balanza a favor de las ciudades de frontera misioneras que comenzaron a llenarse de compradores extranjeros.

 

Arreglar el desorden

Para sostener el crecimiento en 2021 el Gobierno nacional apeló a una serie de prácticas de corte heterodoxo que en algunos casos fueron buenas para acelerar la recuperación, pero que no parecen ser sostenibles en el mediano plazo.

 

En un año electoral (2021) se decidió priorizar apuntalar el crecimiento y generar un estado de bienestar, pero se dejaron cuestiones pendientes que habrá que resolver en el año que comienza. No queda muy claro cómo hará el Gobierno de Alberto Fernández para lidiar con estos pendientes, lo que introduce una alta dosis de incertidumbre al escenario.

 

Luce agotado el modelo de sostener bien arriba la emisión monetaria para recalentar el consumo y en paralelo “esterilizar” el excedente de pesos vía endeudamiento interno para evitar que explote la inflación. Eso deja al Gobierno nacional ante el desafío de moderar la emisión para evitar que la inflación y el déficit cuasifiscal se sigan acelerando, pero sin llegar al punto en que la reducción de dinero en circulación termine enfriando el consumo interno.

 

Hay elementos que todos los analistas dan por descontado que estarán presentes en el contexto económico de 2022, pero nadie sabe en qué medida pesarán.

La inflación difícilmente baje de los 40 puntos, aunque podría ser muy superior a ese número.

 

Los que proyectan una inflación superior a la 2021 miran el atraso del tipo de cambio oficial y de las tarifas, entienden que hay una inercia remarcadora que también va a incidir y que finalmente al Gobierno no le conviene bajar la inflación porque ella le permite licuar pasivos y gastos corrientes.

 

Quienes esperan una inflación más moderada entienden que el acuerdo con el FMI obligará al Gobierno a adoptar una política monetaria más ortodoxa que sacaría plata de la calle y con ello tranquilizaría los precios.

 

El panorama va a estar más claro cuando el ministro de Economía Martín Guzmán y su equipo concreten la tarea más relevante que se postergó por motivos electorales: la renegociación de la deuda con el FMI. En ese acuerdo se especificará no solamente el nuevo cronograma de pagos sino también los compromisos que asumirá Argentina para ordenar su economía.

 

Aunque el Gobierno se niegue sistemáticamente a usar la palabra ajuste, lo que pide el FMI en estos casos bien puede catalogarse bajo esa etiqueta. Argentina deberá comprometerse a bajar su déficit y una de las vías para hacerlo pasa por reducir el dinero que destina a subsidiar el consumo de servicios públicos.

 

Eso sugiere que el valor relativo de las tarifas con relación a los demás precios aumentará en 2022, lo que tendrá un efecto doble: por un lado impactará en la inflación y en sentido inverso lo hará en el consumo, porque cada peso de más que se destine a pagar luz, gas, agua o transporte, habrá un peso menos para el consumo de otros bienes y servicios.

 

El tipo de cambio es otro punto de incertidumbre cuando se intenta proyectar la economía de 2022. En su último comunicado, el FMI planteó la necesidad de “simplificar el sistema cambiario”, lo que no quiere decir que se deberá volver a un tipo de cambio único, pero sí que habrá que reducir la brecha entre la cotización más cara y la más barata.

 

Para achicar esa brecha sin resignar reservas (otro requisito que impone el FMI) será necesario levantar el tipo de cambio oficial que durante todo 2021 se movió a la mitad de la velocidad en la que giró la inflación, lo que terminó provocando un atraso cambiario que afecta seriamente a las economías regionales.

 

Aunque el Gobierno nacional repita que no habrá devaluación, todos los analistas dan por descontado que sí la habrá, aunque no está claro en qué porcentaje.

 

Para los exportadores de los sectores más relevantes de la economía misionera (madera, té, yerba mate, tabaco) una suba del dólar es una noticia muy esperada, porque les permitiría equilibrar su ecuación de costos e ingresos.

 

Pero por otra parte, una devaluación demasiado pronunciada tendría un efecto social devastador que se traduciría en una caída en la demanda del mercado interno.

 

En el contexto internacional también surgen algunos interrogantes. Uno que incide de forma directa en la economía provincial es la crisis que atraviesa la logística internacional, que sufrió una hecatombe durante la pandemia y ahora no da abasto.

 

La consecuencia inmediata de esta situación fue la suba de los precios de los fletes internacionales, que en algunas rutas se multiplicaron hasta por 8 y una escasez de buques y contenedores que dificulta las operaciones de exportación.

 

Los especialistas en la materia, cómo la empresaria Delia Flores que colaboró con un artículo para esta producción de Visión Misionera (link a dicha columna), entienden que ese problema continuará durante todo 2022.

 

Otro aspecto a tener en cuenta es la política económica de Estados Unidos. La principal economía del mundo registró en 2021 la mayor inflación en 30 años, aunque todavía falta el dato de diciembre, se estima que superaría los 7 puntos. De por sí eso es una mala noticia porque siendo el dólar la moneda de referencia para el comercio internacional, la inflación de Estados Unidos se termina “exportando” al resto del mundo.

 

Ese dato lo conocen bien los empresarios de las industrias que vieron cómo los insumos importados aumentaron sus precios en dólares, una noticia especialmente mala para un país como Argentina que tiene altos niveles de inflación “propia”.

 

La preocupación principal no pasa por la inflación en Estados Unidos, sino por las medidas que pudiera adoptar la Reserva Federal para bajarla. Después de un año de recesión como fue 2020 era esperable que el país del norte estuviera dispuesto a soportar inflación para no ralentizar la recuperación, especialmente del empleo, con un ajuste monetario, pero eso podría cambiar en 2022, al menos eso dejó entrever un reciente anuncio de la FED.

 

Un aumento en las tasas de interés de la Reserva Federal nunca fue una buena noticia para las economías de Latinoamérica, por lo general cuando ello ocurre bajan los precios de las commodities y se reduce el incentivo para invertir en “mercados emergentes”.

 

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