El sector agrario genera cantidades considerables de residuos que, si no se tratan, pueden resultar en problemas ambientales. Por esa razón, actualmente es cada vez más frecuente que se busque transformar los «descartes» en productos con nuevas utilidades y lograr así, un aumento de la sustentabilidad en el agro.
En este marco, el Instituto de Investigaciones en Biociencias Agrícolas y Ambientales (INBA-Facultad de Agronomía de la UBA/CONICET) logró convertir cáscara de maní en biocarbón para mejorar suelos, y cáscara de arroz en bioaceites para el sector energético y la industria alimentaria.
Lo hizo por medio de la pirólisis, una técnica que, en ausencia de oxígeno, calienta y modifica las propiedades de diversos materiales. Esta técnica brinda grandes posibilidades productivas y ambientales en relación con los descartes del sector agrario.
Mariana Silva, investigadora del CONICET en el INBA, explicó: «Actualmente, muchas empresas y cooperativas agrícolas están buscando transformar los residuos que generan en insumos para sus cadenas productivas o para otros sectores. Por eso, está creciendo mucho el estudio de la pirólisis aplicada al material vegetal. Con esta técnica se pueden conseguir tres productos diferentes: un sólido —biocarbón—, un líquido —bioaceite— y un gas«.
Y, además, añadió: «Los usos y las propiedades de cada uno dependen de las características y de la cantidad del material que se utilice, y de las condiciones en las que se lleva a cabo la pirólisis; la temperatura es una de las más importantes».
En ese sentido, la investigadora explica que los bioaceites contienen compuestos orgánicos que se extraen, se transforman y se usan en distintas industrias como la alimentaria o la farmacéutica, y en la producción de biocombustibles.
Por su parte, los biocarbones tienen aplicaciones muy diversas; son capaces de almacenar energía y hasta de absorber sustancias tóxicas. El uso más difundido es como enmienda de suelos agrícolas, ya que pueden mejorar características del suelo como la retención de agua y de nutrientes, y reducir sus emisiones de metano.
Los universos de la cáscara de maní
«La Argentina cosecha aproximadamente un millón de toneladas de maní al año y exporta casi el 95% de la producción», afirmó Silva, y añadió que como casi un cuarto de lo que se produce es cáscara, es necesario gestionarla.
«Hasta hace algunos años se quemaba a cielo abierto. Esto impactaba negativamente en la salud y en el ambiente. Hoy se usa para generar el gas que alimenta los hornos donde se seca el maní —o sea, como fuente de energía— y como componente de ladrillos o placas de madera para la construcción. Y todavía queda mucha cáscara para valorizar».
En los estudios del INBA se aplicaron diferentes temperaturas de pirólisis para producir biocarbón de cáscara de maní, se analizaron los rendimientos y las características del sólido, y se determinó cuán útil era como enmienda de suelos.
Así, en un experimento pudieron observar que el compuesto estimula el crecimiento vegetal en plantas de lechuga. «Nuestros resultados abren una gran puerta para usar la cáscara de maní como enmienda para suelos. Si bien requiere una inversión inicial en hornos, no es un proceso costoso de mantener», puntualizó Mariana.
La cáscara de arroz y los bioaceites
En relación con el cultivo de arroz, Silva comentó que en nuestro país se producen 1,6 millones de toneladas al año, y que el 20% de ese peso son cáscaras que, en general, se queman y liberan gases con efecto invernadero. Además, advirtió que las cenizas generadas pueden representar un problema ambiental si no se gestionan de forma adecuada.
Para abordar este tema, distintos estudios buscan transformarlas en insumos productivos. Silva y el equipo de Moyano, con el objetivo de generar bioaceites, aplicaron distintas temperaturas a las cáscaras de arroz y observaron qué compuestos y utilidades tenía el aceite que surgía.
Silva destacó que lograron producir un bioaceite de alta calidad. «Los resultados nos permiten pensar en una amplia gama de productos que se podrían obtener y nuevas líneas de trabajo para desarrollar».
La investigadora concluyó: «Con mis líneas de investigación me gustaría contribuir al ambiente y encontrar la forma de ‘cerrar ciclos’ en la producción agrícola«.
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