Ciencia con perspectiva de género en Misiones. En total, 1730 mujeres investigan y dirigen proyectos científicos en las distintas facultades de la UNaM. De los cuatro institutos que funcionan en la provincia, tres son dirigidos por mujeres: Instituto de Biotecnología de Misiones, el Instituto de Estudios Sociales y Humanos y el Instituto de Materiales de Misiones (ambos de doble dependencia CONICET UNaM).
Según cifras del año pasado, en cuanto a la actividad de docencia e investigación se observa que en la dirección y gestión de proyectos un 56% son mujeres y un 44% varones, siendo mujeres las que más participan en los proyectos de investigación (54%).
«Creemos que la UNaM supera los promedios nacionales en cuanto al número de mujeres que se dedican a la ciencia», afirma la rectora Alicia Bohren.
Su recorrido académico siempre estuvo ligado a la investigación, en distintas líneas vinculadas a la cuestión forestal y especies vegetales de la provincia; hasta que finalmente fue elegida para ser la primera rectora de la UNaM.
Si bien Bohren señala que todavía son pocas las mujeres que se dedican a la gestión universitaria, “cada vez son más las que se involucran en la ciencia, con la generación de conocimientos, en proyectos de investigación, en formación de recursos humanos y también en la transferencia de esos saberes al sector productivo o privado que demandan estos nuevos conocimientos».
Para esta edición de Nexo Universitario, se comparten experiencias de investigadoras que integran o dirigen equipos de investigación, como un pequeño acercamiento a la inmensa diversidad de historias que ofrece la UNaM.
Cecilia Lansone es licenciada en genética y doctora en ciencias biológicas. También es trabajadora del CONICET y profesora de la FCEQyN. En el IBS, se dedica a estudiar los roedores autóctonos, considerados potenciales transmisores de hanta virus.
«Siempre quise ser científica, siempre me interesó la fauna, la flora y hacerme preguntas. Era la típica niñita del por qué interminable», recuerda Lansone.
Desde su visión, “en general no había mujeres en ciencia y la mayoría se dedicaba a la docencia. En los últimos años, eso fue cambiando; somos cada vez más y el desafío es muy grande, si bien se han conquistado muchos derechos, hay cosas que todavía no se tienen en cuenta. Por ejemplo, la maternidad”.
Y luego señala: «Trabajamos en un laboratorio donde no hay discriminación. El porcentaje es casi un 50 y 50. Los números del CONICET son relativamente buenos, pero cuando vas escalando disminuye la proporción de mujeres y eso es algo histórico. El famoso techo de cristal. Esperemos que se revierta».
Natasha Schezov tiene 35 años, es doctora en biología, licenciada en química y madre de tres hijos. De familia científica, desde pequeña circulaba por los laboratorios de Exactas. Actualmente está desarrollando su beca posdoctoral en el IBS para determinar el efecto de los monocultivos de pino en los renacuajos, y en consecuencia, en los ecosistemas.
«Es un gran logro que veamos más mujeres en la ciencia y esperemos que podamos verlo en las posiciones más altas, porque creo que hay mucho número como becarias, pero después el crecimiento se hace más lento. Lastimosamente hay que pelearla, con la maternidad tenemos que repartirnos un montón, entre los niños, la educación, la carrera académica, etc», advierte.
Sobre sus expectativas a futuro Natasha anhela: «seguir haciendo carrera en la ciencia y seguir avanzando para algún día poder dar mi conocimiento al resto, compartirlo con la comunidad y con otros científicos, ¿sino para qué hacemos ciencia?».
Carolina Mendieta realiza su beca doctoral en el IMAM. Su tema de tesis es la obtención de polietileno a partir de aserrín de pino. «La materia prima que tenemos actualmente es considerada un desecho, y la idea es obtener productos de alto valor”, describe.
Y agrega: «Estamos trabajando con materias primas que si bien no se están aprovechando, vamos actualizando los procesos e implementando la parte biotecnológica que es muy importante; también tratando de obtener procesos con baja contaminación e innovadores en la actualidad».
Laura Covinich es investigadora asistente del CONICET y madre de una niña de cuatro años. Sobre el estudio que está llevando a cabo en el IMAM, describe: «Misiones cuenta con mucha actividad forestal, entonces nuestro propósito es tratar de valorizar los residuos que se generan de esas actividades. Mi intención es valorizar la lignina para tratar de obtener compuestos de carbono con un determinado ordenamiento en su estructura para distintas aplicaciones finales; puede ser para almacenar energía como membranas, material conductor, térmico y eléctrico», explica.
Desde su mirada, Laura opina que “hoy está más normalizado tener mujeres en puestos de toma de decisión, por ejemplo la presidenta del CONICET (Ana Franchi), cosa que años anteriores no se hubiese pensado».
Como trabajadora de la ciencia, anhela “que se vinculen más las empresas privadas y el desarrollo en las universidades; y que las decisiones puedan tomarse en base a estudios que hagan en la universidad».
Nancy Ehman cursó la carrera de ingeniería química, luego realizó un doctorado en ciencias aplicadas, y ahora desarrolla su posdoctorado en el IMAM.
«Mi trabajo es sobre nanocelulosa. Partimos del aserrín de pino que es un desecho de la provincia y obtenemos, por una serie de procesos, la nanocelulosa. Luego, se aplica en papeles y en materiales compuestos para lograr hacer un producto más biodegradable. Lo interesante es que pudimos tener contacto con la industria, realizar diferentes proyectos y esperamos que puedan aplicar esa nanocelulosa en sus papeles», describe.
Como investigadora, su referente más próxima es Cristina Área, la directora del Instituto. «Si bien ahora somos muchas en ciencia, cuando recién empezó el área de celulosa y papel, las mujeres no aparecían tanto. Eso ahora está cambiando. En los congresos, se ve más cantidad y una buena perspectiva respecto al género».
María Lorena Castrillo es investigadora asistente del CONICET y docente de la cátedra de microbiología de la licenciatura en genética.
Desde el 2011 trabaja en el InBioMis. Su línea de investigación se basa en el control biológico para combatir plagas en los cultivos, lo cual significaría una metodología alternativa al control químico que se utiliza en los cultivos, con el fin de disminuir o evitar el uso de agroquímicos.
“En este instituto somos la gran mayoría mujeres. Acá hay muchas líneas de trabajo y es un ambiente muy amplio a nuevas propuestas. En ningún momento hay que pensar que si sos mujer no podes hacer tal cosa”, expresa Lorena.
María de los Angeles Kolman tiene 42 años, es investigadora asistente del CONICET y dirige el InBioMis. De familia de clase trabajadora, los números y la biología siempre fueron su pasión. Oriunda de Buenos Aires, hace tres años llegó a Posadas a través de un programa de inserción de docentes en la FCEQyN.
María estudia microalgas eucariotas y cianobacterias: “Tienen dos componentes, una biotecnológica para la producción de productos de valor agregado a partir de microalgas; y por otro lado, la parte ambiental porque las cianobacterias son unos organismos que producen problemas y toxinas en el río, como sucedió este año en el Paraná”.
Casi el 90 por ciento del InBioMis son mujeres quienes lideran todas las líneas de investigación (o la mayoría), “lo cual hace que el instituto tenga una característica bastante particular. Además, se trabaja en líneas relacionadas a una demanda específica de la provincia para intentar resolver problemas de importancia regional”.
Desde una mirada de género, Kolman analiza los efectos de la pandemia: «Según estudios publicados en revistas internacionales, el año pasado, la producción científica de las mujeres bajó mucho, mientras que la de los varones subió. Esto se da porque al tener que quedarse en su casa tuvieron que asumir todos los roles de cuidado y de mantenimiento de la casa, entonces esto deja al descubierto que esa instancia no está superada del todo».
Además, la investigadora advierte: «Otra problemática urgente de resolver pero no solo en la ciencia, sino en casi todos los ámbitos, es la resolución de los casos de acoso y abuso. En nuestro ámbito no es tan frecuente escucharlo, pero cuando surge que alguien se anima a denunciar, una se da cuenta que se tarda mucho tiempo en resolver el problema, y mientras tanto la becaria termina conviviendo con el agresor o renunciando a la beca».
Con una visión positiva, la directora también destaca los avances en políticas públicas en la ciencia. «Cuando empecé en 2008 como becaria del CONICET, las becarias que eran mamás no tenían ni siquiera la licencia por maternidad, algo que ahora es común. Creo que se va avanzando, y a medida que se avanza se van viendo otras problemáticas que aparecen dentro de nuestro ambiente y no escapa de lo que sucede a nivel general», finaliza.
Fuente: Universidad Nacional de Misiones
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