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¿Y qué fue de Misiones?

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Al momento de la muerte de Belgrano se estaba por cumplir un año desde la captura del Comandante Andresito, quién por entonces padecía sus días encerrado en los calabozos de Río de Janeiro. En simultáneo, José Artigas se replegaba ante el asedio de su antiguo lugarteniente, el gobernador entrerriano Francisco “Pancho” Ramírez. En ese conflicto, los restos que aun sobrevivían de la provincia federal de Misiones se desintegraban en batallas, como la de Tacuarembó, en donde murieron cientos de guaraníes, entre ellos Pantaleón Sotelo, y en disidencias internas.

 

En réplica del modelo ancestral de reorganización socio-política, los liderazgos guaraníes optaron por abandonar la alianza que sostenía al proyecto de la provincia federal, para volver a una situación de autonomía relativa, una especie de regreso al tekó.

 Portada del libro “Misiones después de Andresito”, de Jorge Machón, con un dibujo de Francisco Sití en su residencia en Brasil.

 

El comandante Sití, veterano de la campaña a Santa Fe, será el sucesor de Sotelo. Ante la inexorable derrota del Protector, Sití optó por firmar con Ramírez el acuerdo de Mocoretá, por el cual sus hombres se comprometían a combatir a Artigas. No todos los guaraní-misioneros aceptaron hacerlo, un grupo al mando de Nicolás Abucú permaneció junto al líder oriental, hasta su repliegue sobre Misiones y su posterior y definitivo exilio en el Paraguay.

 

El 4 de septiembre de 1820 José Artigas pasó su última noche en suelo de los Pueblos Libres. En un campamento armado de improviso en el cerro de Santa Ana, Artigas pasará esas horas finales, en la víspera del cruce del Paraná a la altura de Candelaria. Con él se terminaba la experiencia de la Liga de los Pueblos Libres, el proyecto alternativo para la revolución al que se plegaron los habitantes de nuestra provincia.

 

Cuando Ramírez suprimió la soberanía misionera y conformó la República de Entre Ríos, Sití le retiró el apoyo y esbozó una postrera defensa de la autonomía local. Ya sin fuerzas para combatir ni recursos para sostenerse, se refugió en el Brasil. La última autoridad que se podría definir como “misionera” fue Nicolás Aripí, cuyo campamento se encontraba en San Ignacio.

 

 

 

Por Pablo Camogli

 

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