Domingo de Ramos, para otros el domingo de Hosanna, los católicos celebran hoy el denominado Domingo de la Pasión del Señor, porque es el comienzo de la «gran semana”, durante la cual se recuerdan los últimos días de la vida terrenal de Cristo.
Se rememora así la historia de la llegada de Jesús a Jerusalén entre la multitud festiva: representa, de hecho, el último momento de alegría antes de la crucifixión. Los niños sobre todo le dan la bienvenida, no le preguntan quién es, pero lo alaban, provocando la indignación de los escribas y fariseos.
La historia de la entrada de Cristo en Jerusalén está presente en los cuatro Evangelios; pero con algunas pequeñas variaciones: en los de Mateo y Marco se dice que las personas agitaban ramas de árboles, en el de Lucas ni siquiera menciona ninguna rama mientras que en el de Juan se habla de palmeras.
El símbolo del burro…
En la imaginación colectiva de la antigüedad, pero quizás también en la actual, los animales dignos de ser montados por un rey eran los caballos, hasta el punto de estar exentos de las competiciones y de los trabajos en los campos. Jesús, en cambio, entra a Jerusalén a lomos de un burro.
El profeta Zacarías lo había ya dicho: «Jesús es un rey diferente, no llega con armas o insignias de poder, no impone tributos; al contrario, elige ser transportado por el animal más humilde y servicial, que siempre está al lado de las personas que trabajan; sus insignias son la paz y el perdón». Sin embargo, con esta entrada triunfal en la Ciudad Santa, Jesús les muestra a todos que él es el Cristo, el Hijo de Dios, tanto así que ya en el siglo II, este episodio se considera la afirmación principal del “mesianismo” de Jesús. El burro también puede representar el elemento instintivo y terrenal del hombre, que Jesús, el Señor, conduce hacia la salvación.
En el texto del Evangelio, de hecho, los animales son disueltos por esos mismos apóstoles que luego llevarán el anuncio de la Resurrección a los hombres.
Sobre la palmera
La palmera es también un fuerte elemento simbólico presente en la historia: es la planta que se renueva cada año con una hoja, pero también aporta, a la imagen mesiánica de la creación, un puente entre la montaña y la ciudad, entre Dios y el hombre.
Hasta el siglo IV, una tradición local en Jerusalén indicaba físicamente la palmera de la cual se separaron las ramas con las que los niños habían alabado a Jesús. En Occidente, donde las palmeras no crecen, la palmera fue reemplazada por el olivo, un símbolo de paz y de Jesús, que es el ungido del Señor. Incluso en el norte de Europa, donde ni siquiera hay olivos, se utilizan ramos de flores entrelazadas para la celebración litúrgica de la procesión antes de la misa. Además, en Occidente, el domingo antes de Pascua estaba tradicionalmente reservado para celebraciones prebautismales, por lo que la procesión con las palmas en las manos tuvo dificultad en introducirse.
Fuente: Cope.es
ZF
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