La sonda espacial Parker fue lanzada en 2018 para intentar desentrañar los misterios de uno de los lugares menos explorados del Sistema Solar: su estrella central.
Y a un año de este evento, la misión de la NASA publicó este miércoles sus primeras observaciones desde el borde de la atmósfera del Sol, lugar al que ninguna otra misión había llegado antes.
Las revelaciones, repartidas en cuatro artículos publicados por la revista británica Nature, ofrecen pistas sobre misterios que han inquietado a la comunidad científica desde hace décadas.
Uno de ellos es ¿por qué la atmósfera del Sol es mucho más caliente que su superficie?
La superficie solar tiene una temperatura de aproximadamente 5.500 grados Celcius. Sin duda extremadamente caliente, pero que puede parecer fresca cuando se compara con la de la corona, en donde se puede llegar a los millones de grados.
«Es como si la temperatura de la superficie de la Tierra fuera la misma que tenemos pero la de su atmósfera fuera de muchos miles de grados. ¿Cómo puede funcionar eso?», se pregunta el profesor Tim Horbury, coinvestigador del Parker.
Una «explosión» constante
Las observaciones del Parker revelaron que las partículas del viento solar parecen ser liberadas como chorros explosivos en lugar de irradiarse. Horbury describe el proceso como una «explosión» constante.
«Solo habiendo analizado datos de dos órbitas, estamos realmente sorprendidos por lo distinta que es la corona cuando se observa de cerca respecto a como la vemos desde la Tierra», explica Justin Kasper, profesor de Ciencias Espaciales e Ingeniería en la Universidad de Michigan (EE.UU.) e investigador principal del instrumento SWEAP de la sonda, que se dedica a medir el viento solar.
Anteriormente se creía que la vibración de los campos magnéticos del Sol jugaba un papel fundamental en el calentamiento de la corona.
Y el documento revela que en efecto las vibraciones se hacen más fuertes mientras más cerca del Sol se esté.
Sin embargo, aparte de las vibraciones, el equipo de la NASA se percató del papel de unas ondas potentes adicionales que Kasper compara con «olas rebeldes en el océano».
Estas «olas» harían que la velocidad del viento solar aumente cerca de 500.000 kilómetros por hora y la duración de cada una de ellas variaría de segundos a minutos, luego «igual de rápido», en cuestión de segundos, el viento solar volvería a la normalidad.
«Estamos realmente entusiasmados con esto porque creemos que probablemente nos abre un camino para comprender cómo la energía se traslada del Sol a la atmósfera y la calienta», dice el profesor.
En un periodo de observación de 11 días, el equipo SWEAP también vio diferentes picos en la velocidad de las partículas relacionadas con estos cambios de campo magnético.
Misiones anteriores habían observado un movimiento radial del campo magnético pero el grupo de científicos de Parker pudo observar cómo el movimiento de rotación de las partículas que rodean al Sol alcanzó hasta 35 y 50 kilómetros por segundo.
Una velocidad 10 veces mayor a la que se estimaba en el pasado.
El origen del viento solar
El origen del viento solar es otro de los descubrimientos de la sonda solar Parker.
Existen los vientos rápidos, cuyo origen se sabe que está en las manchas solares o los agujeros coronales (regiones donde la corona solar es oscura).
Y hay vientos más lentos que soplan a menos de 500 kilómetros por segundo y cuyo origen sigue siendo una incógnita.
Algunas teorías sugieren que los vientos lentos pueden originarse de las puntas de las serpentinas de casco (bucles magnéticos, llamados así por su similitud con el casco puntiagudo de un caballero).
Pero ahora la misión de la NASA sugiere que hay un mecanismo asociado con la energización del viento solar y que las microestabilidades juegan un papel importante en el calentamiento, por lo que estiman que los agujeros coronales de baja latitud constituyen una fuente clave en el origen del viento solar lento.
Durante los próximos seis años, la nave espacial seguirá una órbita elíptica cada vez más cercana al Sol hasta que técnicamente lo «tocará».
Las nuevas observaciones se realizaron cuando Parker estaba a unos 24.000 kilómetros su superficie, pero en el futuro se espera que se acerque a cerca de 6.000, lo más cerca que una nave ha llegado.
Debido a su cercanía con la estrella del Sistema Solar, el Parker no puede enviar fotos a la Tierra porque su cámara se derretiría si la apuntara hacia el Sol.
(La Nación)
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