A través de una alianza con Aves Argentinas, la centenaria organización ambientalista que impulsa su Programa Bosque Atlántico, compartimos en forma semanal algunos de los secretos sobre la biodiversidad de las especies de aves del país, y de nuestra Maravilla Natural Argentina, la Selva Misionera. Exclusivo de Misiones On Line.
Hoy te presentamos a una especie migradora originaria de África, presente en todos los continentes gracias a una sorprendente expansión que comenzó en el siglo XIX. Las garcitas bueyeras se avistaron por primera vez en América en el límite entre la Guayana y Surinam en 1877, habiendo atravesado aparentemente el océano Atlántico.
Fotos: Silvina Verón.
Se cree que la especie no se estableció en la región hasta los años 1930. La capacidad de estas aves para volar largas distancias, sumada a la gran disponibilidad de hábitats adecuados para esta especie que surgió durante el último siglo debido al avance de la frontera agrícola, son posibles razones para explicar la expansión de esta especie a nivel mundial.
Quizás lo más sorprendente de esta garcita es que es una especie que colonizó nuevas áreas por sus propios medios y que encontró en el ganado un equivalente a los grandes ungulados de África. Esta ventaja la habría favorecido para expandirse a nivel global. Y, si bien en su hábitat original es una especie asociada a cuerpos de agua, con la asociación que estableció con el ganado vacuno hoy en día habita perfectamente zonas rurales alejadas del agua.
Foto: Silvina Verón.
En la Argentina se la documentó por primera vez en el Río Salado, provincia de Santa Fe, en 1969. Aquí la garcita bueyera habita pastizales, áreas rurales, esteros y bañados, pero sobre todo áreas ganaderas. Se distribuye casi en la totalidad del país, con mayor presencia en el centro y litoral. Durante el día emprende largos vuelos desde el dormidero hacia los lugares de alimentación, superando a veces los 60 km de distancia.
Por la noche, al igual que otras especies de garzas, se reúnen en numerosos dormideros, por lo general en árboles o a orillas de cuerpos de agua.
Se trata de un ave de tamaño mediano, que recuerda a la nativa garcita blanca. Sin embargo, son fácilmente diferenciables ya que la garcita blanca tiene patas negras mientras que las patas de la bueyera son amarillas. Lo mismo con el pico: el pico de la garcita blanca es negro, mientras que el de su prima africana es amarillo. Además, en temporada reproductiva la garcita bueyera cambia la coloración de parte de su plumaje, dejando de ser completamente blanco para tener la corona, el pecho y parte del dorso de color ocre o acanelado.
Y si hay algo que distingue a esta garcita “vaquera” es que busca insectos y pequeños vertebrados, desde coleópteros, moscas, tucuras y ranas que procura casi exclusivamente alrededor del ganado en potreros y campos de cultivo. Incluso suele posarse sobre las vacas y acompañar grupos de carpinchos, alimentándose de los insectos que los animales espantan a su paso.
Por su asociación a agroecosistemas, es una especie de particular interés ya que es potencialmente importante como controlador biológico.
Nidifica en juncales o en árboles, construyendo una plataforma de palitos que recubre con hojas o pasto en la parte interna. Pone de 4 a 5 huevos celestes que son incubados por ambos padres durante alrededor de 30 días, cuando nacen los pichones.
Por Silvina Verón, colaboró Laura Dodyk / Aves Argentinas.
CP / PE
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