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El optimismo oficial y una realidad poco alentadora marcan el clima en una semana que definirá el futuro del país

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Cuando todavía oficiaba de jefe de gobierno porteño, el Presidente aseguraba que la inflación era una demostración de incapacidad para gestionar. Meses después, en el debate presidencial que sostuvo con Daniel Scioli, un Macri desbordante de confianza aseguraba que mantener los precios a raya no sería un problema para él y pronosticaba que en su gobierno la inflación se reduciría a un dígito por año. En los primeros meses de su mandato, el por entonces presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, expresaba en números concretos los dichos del presidente a través de un esquema de metas y anticipaba con la seguridad de un clarividente que en 2019 la inflación no superaría el 5%.

 

Pero gobernar no es lo mismo que pronosticar y en este caso la distancia entre la promesa y la realidad, entre lo dicho y lo hecho, resultó tan significativa que hasta el término fracaso le queda corto.

 

Más allá de las subjetividades que se agudizan en tiempos de campaña, los números están a la vista y son por demás contundentes. Haciendo una proyección “optimista”, la inflación de punta a punta durante los cuatro años de mandato de Macri superará el 300%, lo que equivale a decir que lo que antes valía 100 pesos a fines de diciembre valdrá 400 pesos y quien no haya cuadruplicado sus ingresos en los últimos cuatro años habrá perdido plata durante el gobierno de Cambiemos.

 

En un intento por diluir responsabilidades, en sus discursos más recientes el Presidente se refiere a la inflación como un problema crónico y no se priva de recurrir a su repertorio interminable de eufemismos para equipararla a una enfermedad o una adicción, pero los datos fríos son menos metafóricos y evidencian que si bien Argentina arrastra desde hace décadas niveles de inflación más altos que casi todos los demás países, con Macri el problema llegó a niveles que no tenía desde la híper de fines de los 80.

 

Particularmente mal parado lo deja la comparación con su antecesora.  Según datos de la consultora Abeceb, la inflación anual promedio pasó de 28% durante el último período de Cristina Kirchner a 40,4% durante la presidencia de Macri. Estuvo más cerca de duplicarla que de bajarla.

 

El IPC de septiembre conocido esta semana confirma que el fracaso del actual Gobierno para contener la inflación es de tal dimensión que comprometerá los primeros años de la próxima gestión. El mes pasado la inflación fue de 5,9%, lo que llevó al acumulado de 2019 a 37,7% y la interanual a 53,5%, diez veces más que el pronóstico anunciado con suficiencia por Sturzenegger cuando todo era felicidad.

 

Optimismo sin argumentos

 

Mientras los voceros oficiales siguen repitiendo como un mantra que “lo peor ya pasó” y sin demasiados argumentos anticipan para 2020 el inicio de una etapa de crecimiento sostenido con la condición sine qua non de que Macri resulte reelecto, los analistas de todo el mundo anticipan que el año próximo seguirá siendo de vacas flacas y recién para 2021 podrá esperarse algo parecido a una reactivación que sucederá solamente si el próximo presidente acierta en todas sus decisiones y si el entorno mundial acompaña.

 

Para el corto plazo, las consultoras esperan que la inflación baje a alrededor de 4% en octubre, pero anticipan que podría volver a acelerarse por la incertidumbre que genera la elección presidencial, más teniendo en cuenta que el virtualmente electo Alberto Fernández anticipó que buscará un acuerdo de precios ni bien asuma.

 

Ni lerdos ni perezosos, los formadores de precios buscarán adelantarse a la jugada que pretende Fernández para transitar con cierta tranquilidad el primer tramo de su hipotética presidencia y se garantizarán un colchón que les permita asumir en una posición más cómoda el congelamiento que se ven venir.

 

Lo que llaman incertidumbre política no es otra cosa que la vieja costumbre del empresariado nacional de aumentar por las dudas. Las principales cadenas de supermercados picarán en punta y ya tienen preparado un aumento de 15% en promedio que se haría efectivo en la semana posterior a las elecciones.

 

Como lógica consecuencia de semejante nivel de inflación inserta en medio de una cruda recesión, los niveles de consumo se desplomaron. Según la consultora Scentia, el consumo masivo acumuló su 16° mes de caída en septiembre con registro negativo interanual de 9,4% que llevó al promedio de lo que va de 2019 a 7,6%.

 

Trasladado a la base de la pirámide socioeconómica que destina prácticamente la totalidad de sus ingresos disponibles –lo que le queda en el bolsillo después de pagar las cuentas- a comprar alimentos, el dato indica que la gente está comiendo menos y que está comiendo productos más baratos.

 

Los pronósticos a mediano plazo que hacen los especialistas tampoco dan sustento al optimismo macrista. El FMI espera para el año próximo una inflación de más de 39% como arrastre de la dinámica actual y una nueva caída de la actividad económica, esta vez de 1,3%. Para el Banco Mundial la economía argentina caería 3,1% este año y 1,2% el año próximo y para esperar una leve recuperación de 1,4% habrá que esperar hasta 2021.

 

A toda marcha

 

El tour del “Sí, se puede” celebró el sábado en Ciudad de Buenos Aires su main event con la “marcha del millón”, que no llegó al millón pero dependiendo de a quien se le pregunte alcanzó una convocatoria que oscila entre los 300 mil y los 500 mil asistentes, cifras para nada despreciables.

 

Lo más llamativo del acto pasó por las imágenes de la multitud, en tanto que el discurso del presidente giró en torno a los mismos ejes de las marchas anteriores. Apelaciones a valores como la honestidad, la transparencia y el republicanismo que según el presidente caracterizarían a su gobierno se mezclaron con las antedichas expresiones de optimismo mágico en materia de economía. Nuevamente se escuchó al primer mandatario prometer que tras “tanto esfuerzo” ahora sí llegaría el momento “del crecimiento económico, de la mejora del salario y del empleo”.

 

Más allá de la discusión respecto al número real de la convocatoria, Macri tuvo a una semana de las elecciones la demostración de fuerza que pretendía para revertir el clima derrotista que generaron los resultados de las PASO. Habrá que ver si con eso alcanza para recortar la diferencia que lo separa de Alberto Fernández y llevar la definición de las presidenciales al ballotage.

 

Alberto y Cristina también cumplieron con la liturgia proselitista del acto partidario y lo hicieron aprovechando la fecha más significativa del calendario peronista: el día de la lealtad. De ese lado de la grieta, la novedad principal fue la unidad. Como no ocurría hace más de una década, el 17 de octubre se celebró con un solo acto.

 

Como pocas veces durante toda la campaña, los candidatos a presidente y vice del Frente de Todos compartieron escena. En estricto cumplimiento del teorema de Baglini, los pronósticos y las promesas de quienes se sienten más cerca de ganar las elecciones son bastante más mesurados y el propio Alberto se ocupa de aclarar que llevará mucho tiempo superar la crisis, a la que se suele referir como “el desastre en el que nos deja Macri”.

 

El plato fuerte del domingo será el segundo round del debate de candidatos a presidente que se desarrollará en la facultad de derecho de la UBA, en lo que será tal vez la última oportunidad que tenga el presidente para acortar distancias con su rival.

 

Nuevo respaldo de la Corte a las provincias

La causa que iniciaron Misiones y otras 14 provincias en defensa de los fondos coparticipables obtuvo un nuevo respaldo por parte de la Corte Suprema de Justicia que rechazó el planteo del Gobierno nacional que había pedido al tribunal que aclarara los alcances de los fallos que frenaron los decretos de Mauricio Macri sobre IVA y Ganancias.

 

A través del fallo que lleva las firmas de Ricardo Lorenzetti, Juan Carlos Maqueda y Horacio Rosatti, la Corte volvió a darle la razón a las provincias que plantearon que las medidas dispuestas unilateralmente por el Presidente violaban el principio de intangibilidad de los fondos coparticipables.

 

El máximo tribunal volvió a expedirse sobre el particular en respuesta a un planteo de la Nación que había argumentado que el cumplimiento de lo dispuesto por el fallo a favor de las provincias representaba “complejidades técnicas” y complicaciones y por lo tanto solicitó a la Corte que aclarara cómo debería llevarlo a la práctica.

 

En una dura respuesta, los jueces rechazaron los planteos del Gobierno porque “no argumentó cuáles son las complejidades técnicas y las supuestas dificultades alegadas en la presentación”.

 

Ya en tono de reproche, agregaron que el Poder Ejecutivo debió haber cuantificado los costos de las reducciones que dispuso y tenido en cuenta sus efectos al momento de establecerlas por decreto.

 

Recordaron que “como se afirma en la propia presentación del Estado nacional, es el Presidente, como jefe supremo de la Nación, jefe de gobierno y responsable político de la administración del país, quien cuenta con los elementos y potestades tendientes a cumplir de forma efectiva lo resuelto por el Tribunal”.

 

Más allá de la lucha entre centralismo y federalismo que es el trasfondo en el que se inscribe el reclamo inicial de las provincias, la demora por parte de Nación en el cumplimiento del fallo de la Corte complica un poco más la tarea que tendrá el próximo presidente, porque mientras más tiempo pase mayor será la deuda que acumule la administración nacional con las 15 provincias que exigieron la devolución de los fondos coparticipables que perdieron con la reducción de IVA y Ganancias.

 

De misionerismos y nacionalismos

 

Mientras el país se apresta a definir quién será el próximo presidente, en el ámbito provincial buena parte del interés se centra también en la renovación de cuatro de las siete bancas de diputado nacional que le corresponden a Misiones.

 

La disputa se dirime entre las boletas largas de Juntos por el Cambio y el Frente de Todos, que apuestan todas sus fichas a la tracción que pudieran generar sus respectivos candidatos a presidente, y la boleta corta del Frente Renovador, fuerza desde la que no ocultan simpatía por el proyecto que impulsa Alberto Fernández, pero desde la que también aseguran que no aceptarán “patrones”.

 

“Estamos con Alberto porque queremos un país que apoye a la producción y no a la timba financiera, pero así como no fuimos oficialistas del gobierno que se va, tampoco seremos oficialistas del que viene. Nuestros diputados nacionales no van a defender a los patrones nacionales, ni a Macri, ni a Cristina, ni a máximo Kirchner”, definieron fuentes con llegada a La Rosadita.

 

Desde el oficialismo provincial entienden que la identidad “misionerista” llevada a la práctica política resultó un valor fundamental para llevar adelante una gestión que es reconocida en el concierto de las provincias y destacada en publicaciones que miden en base a distintos criterios la calidad de la administración pública.

 

El equilibrio fiscal y el bajo nivel de endeudamiento son los factores más destacados en trabajos que abordan la administración desde la óptica de Hacienda como lo dejó en claro un reciente informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) que ubicó a Misiones entre las cuatro provincias con menor proporción de deuda en relación al volumen de recursos propios que maneja.

 

El gobernador electo Oscar Herrera Ahuad destacó que la austeridad es otro de los elementos centrales de esa identidad misionerista y se comprometió a profundizar más ese valor ante el contexto de crisis que no terminará el año próximo.

 

“No tendré asesores en el gabinete, mis asesores son ustedes, vos y vos, las demandas y los mensajes que recibo de cada misionero”, dijo en forma terminante al cerrar el plenario federal de organizaciones populares realizado en Posadas.

 

Fiel a su formación de médico del interior profundo, el gobernador electo se propone “llevar la voz de la calle al palacio” con el propósito de “ampliar las miradas y las perspectivas populares en la toma de decisiones”.

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