En algún lugar del mundo pasaron cosas que obligaron a un país de tercer orden en el contexto económico internacional, ubicado a más de 13 mil kilómetros de Argentina y que hace novelas de TV muy taquilleras, a devaluar su moneda y eso bastó para que volvieran a temblar “las bases sólidas” de la Argentina. Alcanza con que alguien tosa del otro lado del mundo para que la economía vernácula enferme de pulmonía, eso lo saben los mercados que ni bien escucharon algunos estornudos en tierras de Onur y Sherezade salieron a dolarizar sus carteras en Argentina.
El efecto mariposa llegó de inmediato, el dólar aumentó 10% en una semana bajo la atenta mirada de un Banco Central atado de pies y manos que volvió a remontar el barrilete de las tasas de Leliqs y autorizó a los bancos a destinar cuanto dinero tuvieran a mano para comprar letras, echando más pólvora a una bomba de tiempo que todos los días amenaza con estallar.
Luego de haber arañado los 45 pesos el jueves, la moneda estadounidense cerró el viernes en 44,39 pesos y la tasa de interés de referencia se ubicó cerca de los 70 puntos, combinación de factores que garantiza (todavía) más inflación y (todavía) menos actividad. La nula confianza que genera el peso obliga al Gobierno a ofrecer un premio cada vez más grande a quienes se arriesguen a quedarse en esa moneda, expuestos a una posible corrida. Al ritmo que aumenta el stock de Lelics, crece el costo de intereses que hay que pagar, así como el poder de daño que tendría una salida masiva de estos capitales.
Las consecuencias de llevar adelante esta política económica que básicamente cosiste en resignarse a una debacle constante y general de todos los indicadores sociales y económicos para evitar un nuevo estallido financiero antes de las elecciones de octubre, son cada vez más evidentes y dolorosos.
La situación actual del país se resume en un solo dato: casi la mitad (46,8%) de los menores de 14 años del país son pobres, condición que afecta al 32% del total de la población, mientras que la indigencia golpea al 6,7% de los argentinos. El dato corresponde a un informe del Indec relevado durante el segundo semestre del año pasado, pero según el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP), si se toma solamente el cuarto trimestre del año pasado, el porcentaje de pobreza es de 35,9% y el de indigencia es de 7,4%.
Si bien no se puede atribuir totalmente al actual Gobierno nacional un problema estructural histórico como es la pobreza en Argentina, el explosivo crecimiento que muestran estos índices en el último año marca una tendencia que asusta.
Según el trabajo del Indec, el porcentaje de pobres aumento de 25,7% en el segundo semestre de 2017 a 32% en igual período del año pasado y el de indigentes de 4,8% a 6,7%; que equivalen a incrementos del 24,5 y 39,6 por ciento.
Pero la comparación de datos trimestrales (fuente IPyPP en base a datos del INDEC) revela que entre el cuarto trimestre de 2017 y el último del año pasado, la pobreza aumentó un 36,5% y la indigencia un 66,3%. En cantidad de personas, hay 4,4 millones más de pobres y 1,3 millones más de indigentes.
El oscurantismo estadístico al que sometió el gobierno de Cristina al país –en un ejemplo cumbre de esa tradición política argentina que consiste en explicar lo inexplicable, su ministro de Economia Axel Kicillof llegó a decir que no medían la pobreza para “no estigmatizar”- dificulta las comparaciones, sin embargo las mediciones privadas coinciden en ubicar la pobreza al fin de 2015 entre 29,5% y 30%, seis puntos menos que la registrada en el cuarto trimestre del año pasado.
A inicios de su mandato el presidente había pedido que su gestión fuera medida por su capacidad para bajar la pobreza. En ese aspecto fracasó, como también falló en otros objetivos planteados como reducir la inflación, estabilizar el dólar, incrementar las inversiones y las exportaciones y hacer crecer a la economía.
El incremento de la pobreza coincide con una caída profunda de la actividad económica que en enero se desplomó 5,7% interanual, aunque marcó un leve repunte de 0,6% desestacionalizado en comparación a diciembre.
La realidad del trabajo no es mejor, la desocupación se disparó casi dos puntos durante 2018 hasta el 9,1%, es decir, hubo 415.000 personas más que buscaron trabajo y no lo consiguieron, en medio de la destrucción de puestos de trabajo y el derrumbe salarial.
El alza de la desocupación, que ya alcanza a casi dos millones de argentinos, coincidió con una caída en la tasa de empleo desde el 43% en 2017 hasta el 42,2% en 2018, lo que implicó la pérdida de alrededor de 160.000 puestos
Argentina impagable
A los que todavía tienen trabajo, les toca ver cómo sus sueldos de desinflan de poco todos los días al paso de una inflación que convirtió al país en una fábrica de pobres e indigentes. Los precios de los alimentos básicos, que componen casi totalidad del gasto de los pobres, aumentaron 59,1% en enero con relación a igual mes del año pasado.
La insensible política de sinceramiento de tarifas que aplica el Gobierno nacional, al igual que la ausencia total de controles sobre las cadenas comerciales que remarcan por las dudas, no hacen más que acelerar esta dinámica.
Algunas petroleras aplicaron el sábado un incremento de 10% en todos los combustibles y las demás seguirán ese ejemplo en los próximos días. La energía eléctrica seguirá aumentando hasta completar el tarifazo de 55% dispuesto por Nación al costo mayorista. Pero tal vez lo más preocupante es que los alimentos seguirán encareciéndose.
Algunas de las principales fábricas del sector lácteos ya difundieron una nueva lista de precios con subas que oscilan entre el 5% y el 18% (sí, leyó bien, la leche volverá a subir de precio).
En medio de este festival de aumentos, el Gobierno nacional aplica el principio lamolinista (para los no futboleros, Francisco Lamolina fue un árbitro famoso por hacer la vista gorda ante infracciones evidentes) del “siga siga” aún ante las más grotescas operaciones especulativas de cadenas comerciales que optan por remarcar para cubrirse de posibles incrementos en sus costos. Ante la dura realidad de la crisis, prima la voracidad de algunos empresarios y el Gobierno deja hacer.
Rumbo fijo
Aunque todos los indicadores den cuenta de un acelerado deterioro del tejido económico y social del país, el presidente Macri se ocupa de repetir en todas sus intervenciones públicas que seguirá en la misma senda y esta semana redobló la apuesta al afirmar que si resultara reelecto seguiría “en la misma dirección pero más rápido”.
En un discurso lleno de supuestos incomprobables y de conjugaciones en potencial, el presidente afirmó que si siguiera gobernando “el populismo” Argentina hubiera terminado en la misma situación en la que está hoy Venezuela. Más allá de esta nueva ucronía nacida del laboratorio de comunicación del duranbarbismo, el análisis objetivo de variables como inflación, devaluación, actividad económica, pobreza, desempleo y un largo etcétera, sugiere que la Argentina de hoy con Macri en el poder es más parecida a Venezuela de lo que era aquella de 2015.
Este nuevo Macri que nació en el discurso de apertura de sesiones del 1 de marzo, más convencido que nunca de la necesidad de continuar el camino del ajuste y más enojado que nunca con quienes sostienen que hay caminos alternativos, busca mostrarse como un líder firme ante la adversidad, pero corre el riesgo de decepcionar a quienes estarían dispuestos a volver a votarlo si demostrara capacidad de corregir los errores cometidos.
La épica del sacrificio es otro de los valores centrales en los que se apoya el nuevo discurso oficial. Apelando a un valor fundamental en la moral judeocristiana, según el cual cuánto más grande el sacrificio en la tierra, más completa será la dicha en el cielo, el Gobierno pide a los argentinos “remarla” detrás de la zanahoria de un hipotético bienestar futuro.
La principal espada política oficial, Marcos Peña, llevó ese principio a un extremo cuasi metafísico esta semana al pedir que además de poner el cuerpo a las dificultades, también hay que poner el alma y el espíritu.
Más allá de expresiones rayanas con lo religioso, para consolidar su discurso el Gobierno deberá encontrar la manera de convencer a los argentinos de que al final de una trayectoria que hasta ahora fue negativa, habrá un premio para tanta penuria.
El sociólogo alemán Werner Sombart ideó el concepto de destrucción creativa, luego popularizado en análisis de la economía por el austríaco Joseph Schumpeter, según el cual las innovaciones conllevan la destrucción de estructuras ineficientes y/o desactualizadas en un proceso inevitable que por lo general produce crisis en el corto plazo, pero que en el largo plazo termina alimentando el bien común.
Según el discurso oficial, Argentina estaría en medio de un proceso de destrucción creativa, el problema es que hasta ahora se vio mucho de destrucción –la industria, el empleo, la moneda, el salario- y casi nada de creación. Ante la falta de evidencia empírica, el Gobierno apela a la fe, entonces Marcos Peña invoca a las almas y a los espíritus.
A internas
El Tribunal Electoral de Misiones intimó a la UCR a convocar a una interna para elegir a los candidatos que representarán a esa fuerza dentro del Frente Juntos por el Cambio, que antes era Cambiemos pero modificó su nombre para albergar al puertismo en sus filas. La resolución señala que la obligatoriedad de definir las candidaturas por vía de internas surge de la Carta Orgánica del mencionado partido.
La conducción del partido presentó el viernes un recurso de revocatoria contra la resolución del Tribunal Electoral, argumentando que no tienen tiempo para realizar internas puesto que el plazo de cierre para la presentación de candidaturas vence el 13 de abril.
Más allá de lo que termine resolviendo el Tribunal Electoral, a los candidatos de Juntos por el Cambio les está resultando cada vez más difícil llevar adelante acciones de campaña en contacto con la gente, como los tradicionales timbreos o recorridos por barrios. Mientras la crisis económica exprime los bolsillos de los trabajadores y está llevando a la extinción a la clase media, la imagen del presidente Macri y de Cambiemos como movimiento político se deteriora.
A algunas de las figuras más reconocibles de este espacio en Misiones les toca experimentar en carne propia el creciente desencanto con la gestión de Mauricio Macri, tal el caso de un veterano dirigente radical que en un supermercado posadeño debió escuchar recriminaciones varias de circunstanciales clientes que le cuestionaron la incapacidad del Gobierno nacional para combatir la inflación y los efectos que tuvo la reforma previsional en los sueldos de los jubilados.
Los ánimos de los vecinos para escuchar las propuestas de los candidatos que defienden al Gobierno nacional ya no son los mismos y la gente no pierde oportunidad de ponerlo de manifiesto.
Este cambio de ánimo llegó acompañado de una revalorización de los esfuerzos que viene haciendo el Gobierno provincial para mitigar los efectos de la galopante recesión económica que castiga en todo el territorio nacional, lo que se convirtió una impronta de la gestión del Gobernador Hugo Passalacqua.
Para los consumidores las ayudas llegaron en forma de los programas Ahora Misiones que ofrecen la posibilidad de comprar en 12 cuotas sin intereses y con reintegros de hasta 15%, una utopía en tiempos en los que el financiamiento tiene un costo prohibitivo. Para los emprendedores, la Provincia entregó más de 300 millones de pesos en créditos que ayudaron a desarrollar proyectos y a generar fuentes de trabajo.
Fuentes cercanas a la Casa de Gobierno confían en que este cambio de ánimo político servirá para que el oficialismo provincial se vuelva a imponer en municipios en los que Cambiemos había logrado resultados positivos en 2017, como Posadas, Puerto Iguazú y Oberá.
Con el correr de las semanas se va conociendo un poco más de la oferta electoral que competirá el 2 de junio. En Posadas uno de los principales candidatos a intendente por la Renovación será el actual titular de Vialidad, Leonardo “Lalo” Stelatto, un hombre al que precede una reputación de cumplir con eficiencia de ingeniero las funciones que hasta ahora se le han encomendado.
Esa fuerza también presentará candidatos provenientes del mundo empresarial, como Claudio Wipplinger y Nicolás Brea, del rubro estaciones de servicios. Aunque todavía no confirmó su candidatura, se da por descontado que el actual intendente Joaquín Losada también será de la partida.
Por el lado del radicalismo, los nombres que suenan con más fuerza son los de Martín Arjol y Pablito Velázquez, ambos concejales con mandato hasta 2021. Del lado del PRO, todo indica que el candidato más fuerte volverá a ser en empresario Diego Barrios.
Encuestas que manejan en La Rosadita dan dos tercios de los votos al candidato Oscar Herrera Ahuad y el tercio restante se lo dividen entre Cambiemos, más fuerte en los grandes centros urbanos, y el Frente Popular Agrario y Social, más fuerte en los municipios del Alto Uruguay.
Dos meses quedarán para seguir tejiendo especulaciones y desojando encuestas. Después llegará el tiempo de que los políticos hagan silencio y sea el pueblo el que hable a través de las urnas en el sagrado ritual de la democracia.
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