Los índices de hambre continuaron su alza a nivel mundial, según datos presentados ayer por Naciones Unidas. Serían consecuencia de las guerras y los fenómenos climáticos extremos como las sequías o las lluvias torrenciales.”Los alarmantes indicios de una creciente inseguridad alimentaria y los altos niveles de las diferentes formas de malnutrición son una clara advertencia de que es mucho lo que resta por hacer”, advierten desde el organismo internacional.
El hambre aumentó por tercer año consecutivo y alcanza a 821 millones de personas en todo el mundo, una cifra similar a la registrada en 2010 que apunta a un cambio de tendencia, según la ONU. Entre 14 de 34 países con situación de crisis alimentarias en 2017 se vieron afectados por ambos factores, lo que afectó a 65,8 millones de personas, según señalaron agencias internacionales tras el documento presentado en Roma.
La situación está empeorando en América del Sur y en la mayoría de las regiones de África, mientras que las mejoras de los últimos años en Asia se están ralentizando. A nivel regional, el número de personas que padecen hambre pasó de 38,9 millones en 2016 a 39,3 millones en 2017 (el 6,1 % de la población). Ese aumento en Latinoamérica se explica sobre todo por la desaceleración económica en América del Sur, sobre todo en Venezuela.
El cambio en los patrones de lluvia, y por tanto de las temporadas agrícolas, y los fenómenos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones, están entre los principales factores detrás del aumento del hambre, junto con los conflictos y las crisis económicas.
“Al final de cada día, una de cada nueve personas en el mundo se habrá marchado a la cama sin haber comido lo suficiente. O lo que es lo mismo: 821 millones de personas, según los últimos datos globales, correspondientes a 2017. Son 17 millones más que en 2016, 36 millones más que en 2015”, señala el artículo publicado por El Diario de España.
El número de personas que padecen hambre ha vuelto a crecer por tercer año consecutivo, según el informe El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo, presentado el martes y elaborado conjuntamente por varios organismos de las Naciones Unidas. Y apuntan a un cambio de tendencia que se consolida tras un prolongado descenso hasta 2014: los progresos alcanzados en la lucha contra el hambre han sufrido un revés y retroceden a la casilla del año 2010, último año en el que se registraron niveles de desnutrición similares.
El objetivo que pactaron los líderes mundiales hace tres años, según el cual el hambre debe ser historia en 2030, queda así un poco más lejos. “Los alarmantes indicios de una creciente inseguridad alimentaria y los altos niveles de las diferentes formas de malnutrición son una clara advertencia de que es mucho lo que resta por hacer”, sostienen los autores del estudio en el prólogo.
La actividad humana tiene mucho que ver en este retroceso. Entre las principales causas de este repunte del hambre están el estallido o el enquistamiento de la violencia y las guerras en varias zonas del planeta, según la ONU. “Pese a que a nivel técnico y tecnológico sabemos cómo avanzar para aumentar la seguridad alimentaria, hay cuestiones ajenas a la lucha contra el hambre que están influyendo negativamente, como los conflictos”, sostiene Lucía Fernández, responsable de comunicación del Programa Mundial de Alimentos, una de las agencias autoras del informe, en España.
Según datos analizados por la ONG Acción contra el Hambre, el 60% de las personas que pasan hambre viven en un país en conflicto. “El estudio refleja que el hambre se está haciendo epidemia resistente en cierta zonas del mundo, nuestra experiencia nos demuestra su relación directa con la guerra: los conflictos destruyen mercados y medios de vida y producen desplazamientos que disparan los riesgos de desnutrición”, explica Manuel Sánchez-Montero, director de incidencia y relaciones institucionales de la organización.
El impacto de la sequía y otros fenómenos extremos
En el informe, los organismos de la ONU insisten: el aumento se debe a los conflictos, pero también al impacto de los fenómenos extremos “frecuentes e intensos”, en parte impulsados por el cambio climático, y concluyen que el hambre es “significativamente mayor” en los países que tienen una gran dependencia de las precipitaciones o que están expuestos a una sequía grave y donde un elevado porcentaje de la población depende de la agricultura.
Los cambios en el clima, como el calor extremo o las lluvias torrenciales, han mermado la producción de cultivos fundamentales para muchas personas como el trigo, arroz y maíz en las regiones tropicales y templadas. De todos los desastres naturales, las inundaciones y las tormentas tropicales son las que más afectan a la producción de alimentos, también las sequías. Las que vinieron vinculadas al fuerte fenómeno de El Niño en 2015 y 2016 afectaron a numerosos países y contribuyeron al repunte del hambre registrado este año.
El impacto del hambre es mucho mayor cuando un país se ve azotado, de manera conjunta, por los conflictos y estos desastres naturales. Esto ocurrió en 14 de 34 países con situación de crisis alimentarias en 2017 y afectó a 65,8 millones de personas.
Las mujeres, la peor parte
En la lucha contra el hambre, las mujeres también se llevan la peor parte. En África, América Latina y Asia el impacto de la inseguridad alimentaria grave es más alta entre las mujeres. Las mayores diferencias se encuentran en Latinoamérica. “Es demoledor. La discriminación que existe en todos lados aquí es radical. Las mujeres son las últimas que comen en sus casas en muchas partes del mundo. Lo mismo pasa con el acceso al servicio de salud o con los derechos a poseer tierras y el ganado que mejor resiste a las inclemencias”, sostiene el responsable de Acción contra el Hambre.
Los avances también son escasos a la hora de combatir el retraso del crecimiento infantil, con casi 151 millones de niños menores de cinco años de todo el mundo, o más del 22%, demasiado bajos para su edad. En 2017, el 7,5% de los niños menores de cinco años estaban afectados por un peso inferior para su estatura. Son los que presentan un mayor riesgo de muerte. El impacto de la desnutrición aguda infantil sigue siendo “extremadamente alto” en Asia, con casi uno de cada 10 niños menores de cinco años con bajo peso para su estatura.
Fuente: EFE , El Diario y ONU
PE
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