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MACRI ANTE SU MAYOR ENCRUCIJADA

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Por Armando Willy Blason

La semana pasada el dólar cerró a 42. Si bien ahora bajó – aunque tibiamente- la sensación térmica quedó incrustada en el inconsciente colectivo dando vueltas como una enorme calesita cuyo eje central es, ni más ni menos, que el billete norteamericano. Es bien sabido que la acuñación de moneda obedece a la lógica expresión soberana de aquellos Estados que se precien de tal condición. Por tal motivo es factible interpretar que la declinación del peso  frente a la moneda norteamericana no es más que la depreciación –valga el término- de nuestra propia soberanía.

De aquí en más las expectativas- propias y ajenas- rondan en torno a una ¨corrida¨, la suerte -como en todo- puede estar de un lado u otro. Algo que el mismísimo Macri supo admitir el mismo día en que levanto el cepo aspirando ¨sanamente¨ a una flotación libre del billete que respalda la emisión en nuestro peso. Su ingenuidad no pudo ser más evidente que hasta los numerosos sastres que visten al rey no lograron disfrazar exitosamente la mamarrachada endémica que trajo aparejada esa decisión. Jamás pudo dar en la tecla ni con ésta ni con otra resolución. La suba de la tasa de interés fue congelando la economía que ya venía de capa caídas. Su política de austeridad fue cercenando el mercado laboral público y privado y ni hablar de los niveles de apertura externa que minaron casi por completo el desarrollo de las Pymes. Con semejante invierno económico la recesión no tardó en aparecer. A todo esto la sociedad o buena parte de ella fue cargando sobre sus espaldas el ¨sinceramiento¨, una suerte de purgación pecaminosa atada al laburante de a pie en términos de tarifas. Aun con la maquinita de emitir desenchufada y, ante un evidente escenario de frialdad económica, la meta principal del presidente siguió brillando por su ausencia. Peor aún, ahora no solo hay que lidiar con la inflación, sino también con el estancamiento o estanflación, según usted guste. Pero por si fuera poco el mayor aditamento a esta tragedia griega – y lo digo literal- fue el desembarco del FMI en nuestro país. Un mecanismo de sanación hecho a la medida del presidente, siempre inclinado más a la fe que a la salida concreta. En fin, otra justificación para tomar créditos que vaya usted a saber para qué y, sobre todo en base a la experiencia, para incrementar una vez más nuestro nivel de insolvencia.

Más que llover inversiones la lluvia fue de medidas inoportunas. Medidas análogas a lluvia ácida más que a la que suponía él íbamos a tener. Más que brotes verdes, fue hallando en el propio trayecto de su gestión, un montón de ramas secas que simbólicamente no representaron más que residuos de una supuesta herencia política. Hoy ya es innegable el fracaso de su programa, está explícito en todo lo que uno frecuenta. Es probable que los precios sigan en alza, que cerremos un año con una inflación espiralada, que aumente el desempleo y que caiga aún más la actividad. Eso sí, cuando ya comienza a caer el velo, también es probable que toque a aquellos sectores privilegiados que hasta hoy día  vieron pasar – a la crisis- casi sin despeinarse. Pero esa es la encrucijada en que se halla hoy el presidente. ¿Tendrá valor como para medirse cara a cara con los mismos tipos a los que parafraseándole futbolísticamente llenó de centros al área sin que nadie cabeceara una sola bocha? ¿Impondrá impuestos a las mineras, retenciones al campo,(reales no insinuadas) o la renta financiera? Hoy Macri está en su peor encrucijada, negarles a sus amigos el privilegio de amar la libertad… la libertad económica, claro.

 

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